La historia interminable de «La Vega»

Xosé Alba

OPINIÓN

Una nave de la Fábrica de Armas de la Vega
Una nave de la Fábrica de Armas de la Vega J. L. Cereijido

27 ene 2023 . Actualizado a las 08:37 h.

Es curioso, me vienen a la mente varias referencias literarias que parecen premonitorias para La Vega, desde «Crónica de una muerte anunciada» hasta la que da título al artículo. Ni son de Clarín, ni de Pérez de Ayala, pero sí aplicables a la idiosincrasia carbayona.  También veo entrecruzarse conceptos básicos de Economía, como la forma en que se decide cómo usar recursos escasos que tienen usos alternativos, para satisfacer necesidades.

Hay un hecho central que quiero abordar, que da pie a un debate interminable, pero no por ello demasiado enriquecedor, y también a proyectos mutantes: La Fábrica de Armas de Uviéu. Pero todos esos proyectos parten de la ignorancia de esa historia que se dice puede llevar a las personas y los grupos a tropezar dos veces en la misma piedra.

La instalación citada dejó de funcionar hace un decenio, y desde entonces se discute qué hacer o no con los talleres vacíos, los chalets, los espacios, en definitiva, de una fábrica que ocupó un solar de más de 10 hectáreas en el que hay no menos de 1200 años de ocupaciones sucesivas, al lado de una de las joyas del arte asturiano, Patrimonio de la Humanidad.

Es necesario contextualizar, porque el espacio citado no está en la Luna, forma parte de otro mayor, en el que se han dado usos diversos: religiosos, residenciales, militares, de comunicación, educativos y recreacionales. Y todos ellos han ido mutando con el tiempo, ahora disponemos de mayor conocimiento que en momento alguno para decidir mejor, sabiendo sobre qué actuamos y para qué.

Es lógico que la sociedad intente dotarse de soluciones para las nuevas necesidades. Corrían los años del desarrollismo cuando se pensó en una autopista entre Avilés, Xixón y Uviéu. Y cuentan las malas lenguas que había en Madrid mayor sensibilidad que a la sombra de la catedral por la ocupación del terreno contiguo a la iglesia de Santuyano.

Sea como fuere, el hecho es que se construyó una vía de gran circulación en un espacio con alta probabilidad de albergar ruinas no desdeñables, y posteriormente se  hicieron obras complementarias, como las de la gran rotonda que distribuye la entrada a Vetusta desde el NE. Y eso pese a que el entorno podría albergar algún vestigio, al menos, del palacio de Alfonso II.

¿Qué tenemos ahora? ¿Qué queremos hacer? Soy deudor de Séneca y su famosa frase sobre la inutilidad de cualquier viento para un velero que no sabe a dónde va. Hay un espacio con construcciones magníficas, de las pocas que la capital puede lucir como parte de la industrialización asturiana. No estaban muy claros los derechos de propiedad, a mi entender, por aquello del cese de la actividad para la que fueron cedidos, pero no es ese el objeto del artículo. Y hay usos alternativos, que si un bulevar o desarrollar un polo empresarial con usos culturales y residenciales.

El caso es que, al haber cesado una actividad, hay un recurso que puede reutilizarse, y cabría retomar lo que no se pensó demasiado, según parece, hace más de medio siglo, cuando las excavadoras bordearon los muros de la iglesia real. ¿Cómo? That is the question! Y surge aquí una deriva que no logro entender ¿el huevo o la gallina? ¿Quien tiene un premio de la lotería y busca en qué gastarlo, o quien aspira a hacer algo y ve cómo llegar a conseguirlo? Lo cierto es que unos y otros hicieron propuestas partiendo de la desconsideración de un posible recurso no reproducible, diferenciador y que habría que ver si es tal o no, para proceder en consecuencia. Si se busca y no se encuentra, el valor potencial de lo investigado haría bueno el esfuerzo, esa es mi opinión.

Estamos ante la forma en la que las personas y la sociedad deciden cómo hacer uso de unos recursos para satisfacer necesidades presentes o futuras, si nos atenemos a la definición de Economía del Premio Nobel Paul Samuelson. No todo el mundo está de acuerdo en qué se quiere hacer con una fábrica cerrada, pero nadie influyente se preocupa por ver si al patrimonio industrial cabe añadir otro patrimonio. Han pasado más de diez años del cierre, y otros tantos de funcionamiento mortecino, sin que nadie se haya dignado a realizar un trabajo arqueológico.

Supongo que a estas alturas ya habrá quien diga que ignoro que se van a hacer catas antes de llevar a cabo el proyecto, pero la cuestión es otra. ¿Tenemos un propósito claro, condicionado a lo que se detecte en las catas? O, por el contrario, con todo el tiempo que hemos perdido en discusiones, y sin tener un objetivo consensuado, no sería mejor encargar de una vez un estudio, y cuando sepamos cuál es la verdadera dimensión del recurso planteamos qué hacer con él. Son distintas formas de proceder, y me avergüenza que diversos gobiernos municipales y autonómicos hayan desperdiciado el tiempo sin promover un estudio que vaya más allá de justificar unas obras a la carrera, y para algo que provoca confrontaciones.

Imaginemos, por un momento, que las catas sacan a la luz restos valiosos ¿Reseteamos todo, tras tanto tiempo de idas y venidas? ¿Buscamos atajos para hacer lo que una parte de la población quiere?. Las ciudades han de ser vivas, hay cambios de todo tipo, pero el reduccionismo es mal consejero.  Y lo mismo las decisiones testosteroniles.

¿Qué tenemos? ¿Qué queremos? ¿Cómo vamos a hacerlo? Las dos primeras respuestas no son claras, una depende de las catas y la otra enfrenta a quienes fueron responsables municipales cuatro años y a los que lo son ahora, mas allegados de unos y otros. Lewis Carrol reformuló la vieja idea de Séneca: cuando Alicia le pregunta al Gato de Cheshire qué camino debe tomar, este le responde que eso depende, fundamentalmente, de a dónde quiera ir ¿güevos o pitinos? ¿bulevar o desarrollo de un polo…? Hay un camino cubierto de maleza, y que habría que ver si es el adecuado: constatar de dónde partimos para decidir a dónde queremos ir.

Yo querría que quienes deciden fuesen hacia el futuro, considerando el pasado, y buscando vías de encuentro que no repercutan en menoscabo alguno del patrimonio social. Pude ver el derribo del Palacete de Concha Heres, el de la Estación de El Vasco, la destrucción de un emplazamiento sobre el Nalón a dos pasos de Uviéu, como era el Castro de Llagú, y me da pena ver en qué situación está la iglesia de Santuyano, donde me casé (a ver si los trabajos dignifican el monumento), o el entorno de Foncalada.

Tenemos una lamentable desconsideración hacia el valor que pueden tener algunos elementos patrimoniales, pero disponemos ahora de las mejores condiciones para convertir en recursos lo que para muchos representan estorbos.  La función a optimizar entiendo que es el aprovechamiento del entorno de la Vega y no un proyecto no consensuado. El conocimiento de la realidad es lo primero para proceder con fundamento, del derroche de fondos para muy poco resultado hay ejemplos de sobra en este país nuestro. 

Espero que en esta última fase pendiente se ponga especial cuidado en ver si de Alfonso II valoramos algo más que el Camino de Santiago, camino, por cierto, que destacó hasta donde pudo el Profesor Ignacio Ruiz de la Peña en los años ochenta, antes de que los gallegos se lanzasen a aprovechar magníficamente el recurso, y pasando a multiplicar por 400 las «compostelas» que se sellaban antes de que Xacobeo hubiese demostrado su potencia.  En el origen de muchos desaguisados está la ignorancia, porque no quiero pensar qué otra cosa pueda ser.

Por concluir con una referencia positiva, me congratulo, del éxito importantísimo que rodea iniciativas diversas en Asturias. Si bien se inscribe en otro marco, hay un museo, el del Jurásico, en el que hubo quienes supieron valorar debidamente algo y construyeron un auténtico recurso turístico, como hicieron en Galicia con el camino. Es uno de los ejemplos a seguir en esta tierra donde tenemos tanto que tamos refalfiaos.

*Xosé Alba Alonso. Profesor universitario de Economía Aplicada.