Un largo año electoral sin perspectivas claras

OPINIÓN

Las urnas
Las urnas

31 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

A nadie se le escapa que 2023 va a ser un largo año electoral. A pesar de que desde los medios de la derecha se especule desde hace tiempo con una ruptura del gobierno de coalición, que conduciría al adelanto de las elecciones generales a mayo, ninguno de sus integrantes la desea. La aceptación por la ministra Irene Montero de una posible revisión de la llamada «ley del solo sí es sí» prueba que Podemos no la va a provocar; tampoco IU, que necesita darle tiempo a Yolanda Díaz para que consolide Sumar, ni el PSOE, que quiere que Pedro Sánchez protagonice la presidencia de la Unión Europea. Por otra parte, tanto esos tres partidos como las fuerzas que los apoyan habitualmente en las Cortes saben que las derechas están cometiendo un error al plantear la municipales y autonómicas como un referéndum sobre Pedro Sánchez o una primera vuelta de las generales.

Sea cual sea el que quede por delante, no habrá en mayo una gran diferencia de votos entre los dos partidos estatales mayoritarios, lo que, si enfoca así la campaña, puede convertirse en un fracaso para el señor Núñez Feijoo. En las municipales, más que en ninguna otra elección, cobran fuerza candidaturas nacionalistas, regionalistas y locales, algo que, aunque de forma un poco menor, se reproduce en las autonómicas ahora en juego. Por otra parte, el peso de la gestión realizada y de la popularidad de los líderes es muy notable y se superpone a la batalla política española. Lo sabe bien Núñez Feijoo, que, a pesar de gobernar Galicia con mayoría absoluta, no logró que el PP se hiciese en las anteriores con la alcaldía de ninguna de las grandes ciudades gallegas. Abel Caballero volverá a obtener una mayoría abrumadora en Vigo, pero incluso en una ciudad conservadora como León es muy probable que vuelva a ganar el PSOE, además de obtener un buen resultado los regionalistas de la UPL. Obras son amores y el actual ayuntamiento leonés ha logrado realizar algunas ansiadas por la ciudadanía, que durante décadas solo habían sido quimeras en boca de candidatos de uno u otro signo. Tanto Caballero como José Antonio Diez combinan eficacia con populismo y cierta transversalidad buscada, que los hace atractivos incluso para votantes de la derecha moderada. No son los únicos.

Es cierto que la izquierda debe contar con el debilitamiento de Podemos e IU, que no es fácil que pueda compensar el PSOE. Una debilidad que se agravaría si acuden a las elecciones por separado. No creo que esa pérdida de apoyos se deba a su integración en el gobierno, por mucho que la guerra de Ucrania los haya obligado a compartir decisiones duras de aceptar para un sector de la opinión tradicionalmente opuesto a la OTAN y antibelicista. Los verdes alemanes, por ejemplo, están creciendo en respaldo popular. Probablemente pesen más sus divisiones internas y, en el caso de Podemos, que hayan confundido la firmeza en la defensa de sus principios políticos con cierta prepotencia, incapacidad para reconocer errores y una agresividad en las formas que provoca rechazo y limita sus posibilidades de ampliar el apoyo social. Anclarse en el tradicional límite del 10% de los votantes, que tuvieron en el pasado el PCE e IU, no era lo que buscaba el Podemos inicial. Ha sido más eficaz en ese sentido Íñigo Errejón, que ha convertido a Más Madrid en una auténtica fuerza con posibilidades de ganar las elecciones municipales y regionales, aunque no haya sido capaz de extender la experiencia fuera de esa comunidad. Yolanda Diaz va en ese sentido, pero probablemente haya sido un error que no intentase presentar candidaturas para los comicios de mayo.

No está claro el panorama en Asturias. El presidente Barbón parte con ventaja, ha llevado bastante bien la gestión de la epidemia, noticias como las inversiones de Arcelor son muy positivas para la economía de la comunidad y el impulso del llamado eje atlántico, junto a los presidentes de Galicia y Castilla y León, permite concebir nuevas esperanzas, pero el retraso de la puesta en marcha de la variante de Pajares le va a hacer daño. Es cierto que lo importante es que la obra fundamental, de dimensiones colosales y que ha exigido una milmillonaria inversión, está realizada, pero son muchas las decepciones acumuladas. Por otra parte, los largos periodos de gobierno del PSOE y la propia historia de Asturias han propiciado que exista una izquierda muy crítica con este partido, con rasgos sectarios, que incluso prefiere su derrota, aunque suponga el gobierno de la derecha, algo que no se produce en otras partes de España. Se muestra esa inclinación al sectarismo en la feroz división interna de Podemos, también hubo episodios en IU, y tiene a lo sucedido en Gijón en 2015 como ejemplo paradigmático. Lo más probable es que es que eso la debilite aún más y, en todo caso, aumente la abstención.

Donde indudablemente erró la FSA fue precisamente en Gijón. La alcaldesa fue vista desde el principio como impuesta desde fuera y, aunque se aprovechó del desgaste del ayuntamiento anterior y de la división y debilidad de las derechas para lograr la mayoría, no consiguió hacerse popular. Estos días ha demostrado su escasa empatía en la agria discusión con los representantes de la zona rural, flaco favor le hace a su sucesor en la candidatura socialista. Lo cierto es que Gijón lleva ya décadas esperando por obras fundamentales: las estaciones, el metrotrén, los accesos al Musel, Tabacalera. Se echan de menos la gestión y la capacidad de atraer inversiones de Tini Areces y de Mapi Felgueroso, la época que cambió la ciudad. Abel Caballero podrá irritar por su populismo, pero las nuevas estaciones de Vigo, de autobuses y de AVE, céntricas, juntas, que exigieron la construcción de un gran túnel, solo pueden provocar envidia en los gijoneses, aunque no todos los enlaces ferroviarios estén terminados. El PSOE arriesga mucho en la ciudad más poblada del Principado, incomprensiblemente vista con recelo por el villismo, a pesar de su fidelidad al voto de izquierdas, su proximidad a las cuencas desde el punto de vista humano y de que el puerto es el mayor activo económico de la comunidad.

Lo cierto es que en Gijón y en Asturias habrá múltiples candidaturas de partidos estatales y regionales, de izquierda y de derecha; líderes nuevos, otros que repiten y algunos que esperan resurgir. No es fácil atisbar qué sucederá, menos incógnitas ofrece la ciudad de Oviedo, donde lo más probable es una nueva mayoría del PP.

En el conjunto de España, el PP contará con la ventaja de la desaparición de Ciudadanos, que no llegará a diciembre, aunque todavía podrá hacerle daño en mayo. Unos centenares o miles de votos perdidos pueden suponer una alcaldía o incluso un gobierno autonómico. Mas compleja se presenta su guerra con Vox. Los de Abascal quisieron darle un toque de atención a Isabel Díaz Ayuso, su gran competidora por el voto de la derecha dura, y se encontraron con la violenta reacción de los medios que lo que desean ante todo es la derrota de los socialistas. La ridícula actuación del señor García Gallardo en Castilla y León contribuyó a desatar las alarmas. No comprendieron que su papel era recuperar de la abstención a los descontentos con la corrupción y la falta de definición del PP de Rajoy, pero para garantizar que el PP renovado gobernaría. Cualquier cosa que debilitase al caballo ganador sería vista como un peligro por la derecha mediática y sus poderosos patrocinadores económicos. Abascal ha pasado a ser percibido como un nuevo Rivera, un perro del hortelano, que solo serviría para impedir que el PP obtuviese la mayoría necesaria para gobernar y que, además, con sus exabruptos radicales fortalecería al PSOE.

La guerra en la derecha solo puede beneficiar al PP. Vox cuenta únicamente con apoyos en medios marginales, si no recupera el del gran gurú de la derecha radical, el señor Jiménez Losantos, va a perder muchos seguidores. El Mundo, que tiene al locutor deslenguado como columnista y antes coqueteaba también con ellos, aprovecha ahora para vender a un Núñez Feijoo «moderado», aunque esa moderación se haya notado poco, y le saca los trapos sucios al partido de Abascal. Eso no quiere decir que Vox vaya a desaparecer, pero podría quedar también reducido al poco influyente 10%.

Es cierto que el nuevo líder del PP ha decepcionado. No es buen orador, tampoco ágil de pensamiento, ha demostrado con demasiada frecuencia que le falta formación y, sobre todo, que es incapaz de preparar adecuadamente sus intervenciones públicas, hasta cuando no hay preguntas. La ruptura del acuerdo para renovar el Consejo del Poder Judicial le ha restado credibilidad y convierte en propaganda vacía, incluso ante Europa, las acusaciones contra el gobierno por supuestos ataques a la independencia de los jueces. Habrá que ver hasta qué punto la campaña político-mediática para presentar a Pedro Sánchez como la encarnación de Belcebú es capaz de convencer al electorado de que la victoria del gallego supondría una mejora en la gestión del gobierno. Las exageraciones no suelen dar buen resultado y, si se repiten mucho en el tiempo, llegan a aburrir. Tampoco suelen ser exitosas las campañas solo a la contra, aunque sirvan para embriagar a los descontentos, recuérdese al dóberman. Si el gobierno puede seguir presentando a final de año una gestión de la economía razonablemente exitosa, en este difícil contexto internacional, el resultado será aún más incierto.

En cualquier caso, tenemos por delante un incómodo año electoral, en el que faltarán propuestas y sobrará agresividad. Si no me equivoco, en mayo no habrá una victoria rotunda de ninguno de los dos grandes partidos, aunque se despejarán dudas sobre la fuerza de los pequeños. Habrá que esperar a diciembre para que las cosas puedan cambiar, pero son muchas las incógnitas. Si obtuviese mayoría la derecha ¿qué derecha gobernaría? ¿Reproduciría el PSOE en la oposición la estrategia de boicot y descalificaciones que ahora sufre? Si repitiesen mayoría las izquierdas ¿Se atenuaría el radicalismo del PP? ¿Se abriría a los pactos, al menos a los indispensables? Habrá cambios, pero ¿de qué calado?