Oda al profesor

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

07 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Quiero ponerme en la piel de los maestros y profesores que esta mañana intentarán desarrollar con los alumnos el proceso educativo que les lleve a adquirir conocimientos y destrezas, a tener capacidad crítica e intelectiva, a desenvolverse en la sociedad y hacerla avanzar, nada menos. El trabajo más difícil, importante y estimulante del mundo, posiblemente, aunque se haga contra viento y marea. Contra la precariedad de medios y el hastío. Contra la frustración y la desesperanza que domina cada conversación con un profesional del mundo educativo. Contra la burocracia educativa y la estolidez administrativa. Contra el larvado desinterés del alumno y la imposibilidad de competir en la lucha perdida por la atención. Y, en suma, contracorriente, porque ya no sabemos cómo seguir restando, entre todos, valor a la educación integral.

En efecto, si no fuese poco la mutación deliberada (y de éxito discutible) de la educación, en sus etapas avanzadas, para convertirla en formación destinada principalmente a alimentar el sistema productivo; y si no resultase descorazonador el mensaje abrumador de los modelos que emular (cualquier influencer o streamer de tres al cuarto puede más que el mejor profesor, y encima monetiza el reel o la emisión), ahora ya tenemos una avanzadilla más en la demolición del proceso educativo en el progreso rápido y radical (y, aquí sí, «brutal») de la inteligencia artificial, y su impacto definitivo en el mero concepto de la instrucción. Para evitar la desazón, espero que antes de iniciar esta mañana su trabajo no formen parte de los cien millones de usuarios activos que ChatGPT ha conseguido en dos meses y que no hayan hecho con este programa la prueba para resolver cualquiera de las preguntas que hoy plantearán en el aula o en el próximo examen que preparar. O, más allá, en el periodo universitario, que no le pidan al software la elaboración de un trabajo de análisis de cualquier cuestión compleja o incluso uno de fin de grado. Basta hacer la prueba con el invento de OpenAI para quedarse con la próxima fecha de caducidad del producto intelectual del humano medio y columbrar su inevitable sustitución por el de la máquina, porque esto acaba de empezar. Para apreciar, en definitiva, que estamos ante una transformación superlativa que lamina la propia esencia del aprendizaje humano, y para la que no tenemos capacidad ni voluntad de resistencia.

            De hecho, la sustitución de la medición de la inteligencia humana por la capacidad de ser compatible con la inteligencia artificial o con los propios sistemas informáticos, ya es la corriente en boga, pues de nada sirve atesorar y desarrollar determinadas capacidades si lo no se emplean al servicio o de manera compatible con la tecnología informática. Antes, ser medianamente inteligente era, entre otras cosas, tener capacidad de comprensión y análisis, creatividad e inventiva, rapidez, precisión y juicio en el razonamiento. Ahora, la inteligencia que se aprecia es saber usar Salesforce o SAP eficazmente, por poner dos ejemplos comunes. El día de mañana, ni siquiera será necesario, bastará ir a rebufo de la siguiente evolución de la inteligencia artificial, preparada para responder y decidir en una pantalla del ordenador o en un soporte humanizado o permanentemente conectado con nosotros. Si ese día aún nos quedan las artes, el deleite de la naturaleza y la capacidad de recuperar el interés por los trabajos materiales, quizá no nos convirtamos en los eloi de H.G. Wells. Eso sí, tenemos fortuna histórica de ser testigos, en primera fila, de la transformación que vivimos.

Así que todo invita a dar la razón a los chavales cuando, rebelándose ante la insistencia de sus padres en hacer los deberes o repasar el temario, nos respondan con el consabido «¿para qué sirve todo esto?». Íntimamente, sabemos que nuestra contestación canónica va en contra de todos los actos y de todos los mensajes, perfectamente inteligibles, que les damos a diario.  Por eso, esta mañana de martes, va por ustedes, profesores del mundo, porque, aunque se sientan inútiles enseñando lo que aparentemente no servirá, está desfasado antes de germinar y no interesa demasiado a la audiencia que les toca apaciguar, realmente son el último valladar que protege la poca humanidad que nos queda.

PS: Mi pregunta a ChatGPT: «Escribe un texto de 100 palabras sobre la inteligencia artificial y la educación». Su respuesta, producida prácticamente al instante: «La inteligencia artificial está revolucionando la forma en que se lleva a cabo la educación en todo el mundo. Desde la personalización de los programas de estudio hasta la automatización de la graduación, la IA está mejorando la eficiencia y efectividad de la educación. Además, la IA también está permitiendo una mayor accesibilidad a la educación a través de plataformas en línea y la creación de materiales educativos más interactivos. La combinación de la IA y la educación está creando nuevas oportunidades para los estudiantes y abriendo puertas a un futuro más brillante para todos». No sólo es tremendamente inteligente, sino que además sabe un rato de propaganda.