El español monárquico y el francés que no lo es. (Los cazadores de tronos)

OPINIÓN

Ignacio Peyró.
Ignacio Peyró. Rita Álvarez Tudela

12 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

I.- El español monárquico:           

«¡El periodismo!... ¡Pero ese es el fracaso para un literato!... Yo no quiero ser periodista…, yo quiero ser literato… ¡Oh, aquellos redactores de El País! ¡Iría yo a convertirme en uno de ellos, achabacanado, vulgar, serviles lacayos del director?». Eso lo escribió en el verano de 1906 el gran escritor y periodista, el judío Rafael Cansinos Assens (1882-1964), que se encuentra en la página 140 de La novela de un literato, reeditada por Arca Ediciones en 2022, y que es un libro fundamental para conocer la literatura y el periodismo en el primer tercio del siglo XX, que arrancó con el llamado modernismo:

Todo ello hay que tenerlo en cuenta para relacionarlo con el excelente escritor y periodista contemporáneo, IGNACIO PEYRÓ, nacido en tiempos de la llamada «Transición española» («soy hijo de la UCD y nací con Suárez»), y que reivindica lo literario y lo periodístico como ejes de su obra de arte. Dijo haber sido criado para la literatura y parece cierto. En la llamada «Nota oficial» al libro Un aire inglés (editado en 2021 por Fórcola), dice que es una antología, en la que se recogen artículos de tema británico, escritos entre los años 2008 y 2021, habiéndose publicado en el año 2014 el libro Pompa u Circunstancia, que es un diccionario sentimental de la cultura inglesa.

En el artículo que lleva por título «Augusto Assía (Una vida española del siglo XX)», escribe Peyró: «El periodismo puede hacer y deshacer a un escritor, pero es indudable que la literatura española siempre ha entrado y salido de los periódicos con naturalidad perfecta. Quizá por eso sea un acto de estricta justicia que el mejor periodismo del siglo XX -de Camba a Gaziel y de Xammar a Chaves Nogales- haya sido pasando en estos últimos años de las hemerotecas a los libros».  Así los últimos artículos de Peyró en la página de «opinión», publicados en El País, Isabel II: un adiós del siglo XX (9 de septiembre 2022) y Benedicto XVI en la noche del mundo (2 de enero de 2023), son excelentes desde todos los puntos de vista, también por lo literario y lo periodístico.

Por ejemplo: En la página de Opinión, en referencia al Papa Ratzinger, hay maravillas como las siguientes: «Amaba la música, los libros y un cierto dandismo litúrgico, en todo lo que va de los sombreros raros al esplendor del rito como trasunto de un orden cosmológico». Luego Peyró calificaría de «paella mixta del cristianismo y marxismo la llamada teología de la liberación». Y concluye: «¡Qué vería Benedicto XVI en su meditación para -con todos sus riesgos, con todas sus críticas- abdicar del papado!». Puestos a objetar, escribiré que hablando de tal Papa y en el contexto del Reino Unido, es de lamentar la no referencia al gran y trascendente discurso papal (Benedicto XVI) acerca del «lugar de las creencias religiosas en el proceso político», pronunciado el 17 de septiembre de 2010 en Westminster Hall (Londres).

De parecido nivel tienen los artículos breves publicados en El País semanal, siendo el último Quizá debamos ser más modestos, del reciente 29 de enero de 2023, en el que escribe: «En Instagram, esa magna competición para señalar que mis vacaciones son más chulas que las tuyas, cabe de todo mientras no sean la ambigüedad, la ironía o, cielo santo, la modestia».

Ignacio Peyró es un conservador en sentido pleno (reconociendo que esa palabra se usa como denuesto, de significación negativa); se proclama liberal-conservador, monárquico, como son muchos británicos y bastantes españoles, aunque con diferencias importantes, pues los conceptos políticos básicos son territoriales, gustan de fronteras por ser muy de «patrias», y nada que ver, por ejemplo, con los llamados liberales en USA. Conservadurismo que no es inmovilismo, ni todo es de pelucas y armiños. El conservadurismo y liberalismo plenos de Peyró se manifiesta (a) en haber sido durante seis años asesor de Presidencia del Gobierno (en tiempos del presidente Rajoy), dirigiendo la llamada Unidad de Discursos. También (b) en la elección, para su libro, de pensadores británicos, genuinamente conservadores, y (c) en sus reflexiones sobre la realidad política española, en especial, sobre la monarquía.

A varios autores importantes en la ciencia política británica, de la más pura tradición anglosajona y conservadora, dedica capítulos en su libro Un aire inglés, siendo ese el caso del irlandés, liberal-conservador, Edmund Burke (1729-1797), del sabio victoriano Walter Bagehot (1826-1877), y del filósofo político Michel Oakeshott (1901-1990). De Burke, liberal, conservador y reformista, se destaca su libro Reflexiones sobre la Revolución francesa, que es una crítica, ya clásica, de los excesos de la Revolución francesa frente al reformismo propio del sistema británico, y proponiendo siempre «el Gobierno de leyes y no de hombres», con desconfianza ante los liderazgos excesivos.

Bagehot desarrolla en The English Constitution la Constitución del Reino Unido, especialmente el Parlamento y la Monarquía (iconos británicos), señalando las funciones clásicas de esta última, empezando por ese concepto central que es el ser motivador de afectos, palabra esencial y repetida al principio monárquico, igual que la ejemplaridad y lo arbitral, y con su ámbito que es el simbólico en el que opera la monarquía, con sus liturgias y entronque con la historia: la esencial Tradición. Finalmente se destaca el análisis del pensamiento liberal y conservador de Oakeshott, que «supo formular el conservadurismo en términos liberales», siendo aún hoy un total desconocido en España, e interesando sus planteamientos políticos y también los religiosos, habiéndose publicado recientemente en el libro ¿Atenas y Jerusalén? Política, Filosofía y Religión desde 1945 (Tecnos 2022) un importante capítulo de Noel O´Sullivan, titulado Religión, Poesía y Política en el pensamiento de Michael Oakeshott.

Por esa filiación conservadora, Peyró no deja de formular alabanzas al sistema monárquico inglés y a la fallecida Reina Isabel II, de la que escribió: ««Ha sido ante los suyos, la princesa que colaboró en el esfuerzo bélico, la joven reina de cuento de hadas, la madre que mandaba instalar en el despacho la cuna de sus hijos y la abuela venerable en la que los británicos han podido «ver la realeza». Y Peyró, en la página 268 de su libro, añade: «A una soberana que desayuna con yogures del hipermercado no se le conoce más desorden pasional que el amor por los caballos y los perritos corgis». El asunto de los desórdenes pasionales en la Monarquía española tiene derivaciones muy interesantes.  

Y muy interesantes son las reflexiones de Peyró sobre la Monarquía española, partiendo de su defensa de la defensa de la monarquía constitucional española: Si es verdad que la Historia diferenció a España de Inglaterra, también es verdad la existencia de un vínculo monárquico, en España y en Inglaterra, por la experiencia e inercia de los siglos, dando fe de la permanencia y unidad de la nación respectiva. Peyró concluirá con lo que él llama «el gran relato del reinado de Juan Carlos I» y con una afirmación muy discutible: «Por su adaptación a lo cambiante y arraigo en lo permanente, la corona es la mejor herramienta para lograrlo, aunque nunca está de más tener el Bagehot sobre la mesa de despacho».

II.- El francés que no es monárquico:

Ese francés se llama Pascal Dayez-Burgeon, historiador, un Normalien o salido de la prestigiosa Escuela Normal Superior, que acaba de publicar en enero de 2023, en la prestigiosa editorial Tallandier, un libro que lo tituló Cazadores de Tronos, una única obsesión: reinar. De Napoleón a Ibn Saoud. El título en francés es «Chasseurs» en plural y «Trône» en singular. En la Introducción al libro, el autor escribe de un nuevo tipo de cazadores, que son el origen de una «comedia principesca» y de pícaros, en la que hay de todo, desde la grandeza de un Napoleón, la popularidad de un Víctor-Emmanuel II, el oprobio de un Leopoldo II, la tragedia de Maximiliano de Méjico, hasta el ridículo de Othon de Grecia. Quisieron reinar, quisieron que les hicieran reyes, a cualquier precio, incluso sacrificando verdades de genealogías. Y concluye la Introducción así: «Con sus quimeras, sus peripecias y sus golpes de suerte, la saga de estas estrellas antiguas merecería ser contada. He aquí sus historias». Hay un total de 18 capítulos con un epílogo.

Algo de esto lo recuerda Peyró en la página 247 de su libro: «Diversos países restauraron su monarquía a lo largo del siglo XX; Albania, más audaz, prefirió inventársela. En agosto de 1923, un vespertino de Londres llevaba la noticia en su portada: Se busca rey; de preferencia un caballero inglés.

El capítulo primero del libro de Pascal Dayez se dedica a Napoleón que «abre la caza a los tronos» y termina en el capítulo XVIII con los últimos emperadores, Mohammad Reza, el último Sha del Irán, Puyi, el último emperador de China y Víctor-Enmanuel III, el pequeño rey. Y el capítulo V (páginas 71 a 88) se titula: «La tragicomedia griega», muy interesante, pues aún, hace escasos días, se pudo ver en televisión a Pablo, el hijo del ex-Rey Constantino II, recibiendo a cabezas coronadas para asistir al funeral «real» en la Catedral Ortodoxa de Atenas, habiendo más relaciones, muchas más, entre el reino de España y el ex reino de Grecia, no siendo ajenas a ello la Reina Sofía, de lo cual muchos españoles saben muy poco.

Apartados de ese capítulo V, el de «la tragicomedia griega», son: «Leopoldo de Saxe-Cobourg, el rey de las cancillerías, Othon de Baviera, el rey de las antigüedades, y Jorge de Dinamarca, rey de los helenos». Antes figura escrito: «Los griegos debieron de contentarse con príncipes impuestos: un rey de las cancillerías, seguido de un rey de las antigüedades que deja su trono a un rey de la reconquista. Tres tentativas que fueron tres fracasos».

Y en la relación de «cazadores de tronos», al final del libro, está el emérito Rey Juan Carlos. ¡Qué error, inmenso error, lo de «El breve»! A Juan Carlos se dedican varias líneas, muy discutibles a mi juicio, en el epílogo del libro de Pascal Dayez, que exigirían precisiones. De ello se escribirá.

Continuará.