Supongo que todos conocemos el juego infantil del teléfono escacharrado, ese juego en el que alguien transmite un mensaje al oído de otro y este a su vez lo transmite a otro y así se va transmitiendo al total de participantes hasta que al llegar al final de la línea todos escuchan cómo el mensaje original se ha distorsionado. Este juego puede ser hilarante, pero hoy, el teléfono escacharrado, además de hilarante, puede adquirir tintes mucho más siniestros.
Hoy el juego del teléfono escacharrado es WhatsApp. La aplicación de mensajería instantánea se llena de todo tipo de basura, bulos, teorías de la conspiración y cosas así. El emisor del mensaje no es aquí el niño inocente que juega con sus amigos, es un señor adulto, muy adulto, que escribe en un periódico, o tuitea una captura de pantalla de un titular ya de por sí manipulador, o dice alguna burrada en una tertulia televisiva. Mediante capturas o vídeos o lo que haga falta, esto se comparte miles de veces por WhatsApp. El juego del teléfono escacharrado deja de ser inocente para adquirir la maldad de la más siniestra propaganda que existe.
Solo veo dos opciones con la transmisión interesada de tantas toneladas de basura: la maldad pura y dura o la ignorancia más analfabeta. De otro modo no se explica que llevemos una semana con todos y cada uno de los medios de comunicación de derechas publicando que con la Ley de Bienestar Animal, matar a una rata conllevará multa de miles de euros y penas de cárcel. Las personas normales podemos disfrutar de los hilarantes titulares como «Solo guau es guau» o «Los fabricantes de raticidas, incrédulos ante las penas de dos años de cárcel por envenenar ratas». Busquen, no me los he inventado. Están ahí, escritos por seres humanos que podrían ser nuestros vecinos o el familiar de alguien. Suena ridículo, por supuesto, pero es que al mismo tiempo, en un doble salto mortal, algunos de estos mismos medios han asegurado que la ley de marras despenaliza la zoofilia, hasta el punto de que un delirante y friki ministro polaco se ha hecho eco de la legalización del bestialismo en España.
Este teléfono escacharrado con fines políticos no se queda en el esperpento de las ratas, la especie animal, se entiende, sino a todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad, deslizándose por toda ella como un virus.
Esta delirante semana se ha abierto el debate de las ciudades de quince minutos, aquello de tener todo lo necesario a quince minutos de donde vives. Así por encima, tenemos al jefe de opinión del periódico de Pedro J. Ramírez diciendo que nos van a meter en un gueto y a un cargo de no se sabe qué en la Comunidad de Madrid diciendo que nos van a encerrar en nuestros barrios e impedirnos ir a otro para visitar a nuestros padres. Todo esto es una teoría conspirativa surgida en el mundo anglosajón, y nuestros queridos referentes de la derecha solo se han puesto a repetir como loros los delirios vertidos en sitios de internet de contenido ultraderechista. Pero este tampoco ha sido el fin del teléfono escacharrado esta semana.
Apenas hace unas horas, en el Senado, el líder del Partido Popular ha realizado una batería de preguntas al presidente del Gobierno a propósito de la ley trans. Todas y cada una de ellas están recogidas de los bulos, mentiras, manipulaciones y odio vertido en las redes sociales por parte del supuesto feminismo TERF, cayendo en unas puerilidades excesivas hasta para un tipo como Feijóo.
Las toneladas de basura expuestas en esta columna son difundidas por WhatsApp en forma de captura de pantalla cientos de miles de veces. ¿Se imaginan la distorsión de algo ya de por sí distorsionado a través de una línea de teléfono escacharrado de cientos de miles de personas? Esto tiene consecuencias, no es inocuo. Algunos creerán todo, otros solo una parte, otros pensarán que a pesar de sonar exagerado, algo de verdad debe haber.
La derecha española ya regó los medios y las calles de todo tipo de mentiras antes de esto. Recordemos lo que se llegó a decir en su día del matrimonio igualitario y las teorías de la conspiración sobre los atentados del 11M. Y ahora imagínense que cuando tuvieron lugar estos dos acontecimientos hubiéramos tenido WhatsApp.
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