El museo y la memoria

Juan Miguel Fernández

OPINIÓN

En el Museo del Calamar Gigante de Luarca. Tras ganar un concurso público, Signo Creaciones fabricó una maqueta «lo más realista posible». De unos diez metros de longitud, tiene todos los detalles (manto, cabeza, tentáculos y mazas) y da la bienvenida a los visitantes del museo asturiano
En el Museo del Calamar Gigante de Luarca. Tras ganar un concurso público, Signo Creaciones fabricó una maqueta «lo más realista posible». De unos diez metros de longitud, tiene todos los detalles (manto, cabeza, tentáculos y mazas) y da la bienvenida a los visitantes del museo asturiano

28 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Casi se nos había olvidado aquella fatídica noche en la que la furia del Mar Cantábrico devoró las instalaciones del Museo de Calamar Gigante de Luarca. Para refrescarnos la memoria se nos anuncia una cuantiosa inversión para dar nueva vida a aquel lugar, hasta ahora en estado ruinoso. Pronto hará un decenio de aquel desastre, lo quiere decir que ya llovió desde entonces y que muchas mareas se fueron y vinieron. Y casualmente este anuncio se hace cuando estamos en vísperas de unas elecciones.

Puestos ya a recordar, hay que retroceder hasta el año 2014. Ese año, un tal Pedro Sánchez, que pronto sería defenestrado por el partido, accedía por primera vez a la secretaria general del PSOE, y lo que sucedió después ya lo sabemos todos. Por esas mismas fechas irrumpía, de forma inaudita, Podemos en la política española. También nos escandalizábamos con la imputación de la Infanta Cristina de Borbón. Álvarez Cascos daba por finalizada su efímera y tormentosa trayectoria en la política autonómica y en Valdés, Simón Guardado ejercía de alcalde tras una moción de censura bastante rocambolesca.  En nueve años suceden muchas cosas.

Pasaron nueve años y llegarán los diez y para entonces volveremos a recordar lo que fue el Museo del Calamar en el Muelle Nuevo de Luarca.

Cuando se levantó aquel edificio algunas voces se oyeron que alertaban sobre las poca acertada que era aquella ubicación elegida. Las autoridades locales y autonómicas, ávidas de actos inaugurales a bombo y platillo, cortaron la cinta, no una sola vez sino en un par de ocasiones. Las mismas autoridades trataron por todos los medios de hacer a un lado a quienes habían sido los auténticos promotores de aquella obra y los impulsores de una exposición singular que atraía un montón de visitantes.

Cuando el Cantábrico consideró que aquel museo era una intromisión en sus dominios decidió hacerlos añicos y entonces todos se tiraron de los pelos y se rasgaron las vestiduras y ejercieron de profetas a posteriori.

Transcurre el tiempo, un largo tiempo de silencios, y ahora otra vez se reta al mar, a su furia, a los temporales y a las borrascas.

Dos vecinos de la localidad comentan la noticia. El uno interroga al otro sobre lo que se pretende hacer en el Muelle Nuevo. El segundo le trata de explicar qué es eso del rocódromo y cómo técnicamente se hará impermeable el edificio. El primero se queda pensativo. Después de dimes y diretes los dos vecinos deducen un par de conclusiones. El primero dice que al final no se hará nada. El segundo afirma rotundo que el Museo del Calamar Gigante ya no es la joya de la corona para Luarca. Dentro de diez años volveremos a hablar del Museo del Calamar Gigante.