El impuesto revolucionario o el proxenetismo de Ayuso

Eduardo García Morán  

OPINIÓN

Isabel Díaz Ayuso en una imagen de archivo
Isabel Díaz Ayuso en una imagen de archivo Alberto Ortega | EUROPAPRESS

30 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Algunos nos hemos enterado esta semana de que Isabelita Díaz de Ayuso y Díaz de Vivar, encarnación de la cristiandad del Ibex-35, practica en sus horas de ocio el proxenetismo (político, que el sexual es pecado mortal), llevando a esta singular forma de la prostitución a todo aquel y toda aquella que estén en las listas electorales de los municipios y de la comunidad de Madrid. Porque, en efecto, cada uno de esos «cándidos» candidatos que, según esta insólita «Madame» (política) de tan insólito lupanar (de «lupa, -ae», loba, el aullido de la loba: «Sánchez o España», o sea, Sánchez o Ayuso), tengan opciones de salir elegidos el próximo 28 de mayo, han de pagar 1.500 euros al PP madrileño, que ella controla con feroz voracidad. Es decir, tienen que vender sus carnes y almas para «sobrevivir» durante cuatro años.

Este proceder viene de los tiempos de otra vieja «Madame» (política), la que coronó a Ayuso como sucesora en el burdel: Esperanza Aguirre, alias la Intocable. La diferencia está en que la alumna ha elevado los precios en el mercado del asunto, asunto que, a su vez, es una suerte de impuesto revolucionario.

Es corriente que los partidos pidan una pequeña contribución económica a los suyos, pero ya en el cargo, no antes. Aunque desconocemos si a los y las meretrices se les devolverán los 1.500 euros caso de no ser votados en las urnas (de ser botados entonces), el monto no es que sea desmesurado, es que en sí mismo es una ruindad que clama al cielo. Soberbia, vanidad e inmoralidad rezuman de la mente privilegiadamente perversa de esta Reina de Sol.

Y como tal, la efigie, el tótem, es adorado por infelices y desventurados, por patéticos y masoquistas. Porque se ha de comprender que quien tiene la pasta y la jerarquía social se postren ante ella cuan Becerro de Oro, mas los miserables, despreciados y aplastados por el poder omnímodo de este fantoche populista, por este ego psicótico, sólo se explica por las fuerzas centrípetas que se dan en las masas, en todas las masas y todas las épocas.

Madrid vertebra el eje que conecta Valladolid con Sevilla, que sin ambages nominamos la Ruta Trump: no es verdad que exista violencia contra las mujeres ni que el CO2 sea dañino, y sí es verdad, por el contrario, lo de Villalar de los Comuneros, un levantamiento de rojos contra Su Majestad Imperial Carlos I, que traducido al presente daría la expresión «los comuneros han asaltado La Moncloa» (desde Valladolid). No es verdad el calentamiento de la Tierra ni que Doñana vaya a sufrir un ápice por dar unos cuantos litros de agua más a los freseros onubenses (desde Sevilla, en línea directa con la Murcia pepera que «no» se cargó el mar Menor). No es verdad, en fin, que los parias no vayan a tener sanidad gratuita, porque el Ibex-35 y satélites donarán yodo y tiritas, las cantidades que hagan falta, que imbuidos están de cristiana caridad (desde Madrid).

La «Fox News» gringa contamina, pese a saberse que contamina, al modo del «tabaco mata», a la España que quiere ser contaminada, engañada, y con la desesperación inherente a su propia desesperación, y emerge así el pestilente conglomerado «Ayuso News and Fake News Corporation».

(Ortega escribió en «La rebelión de las masas»: «La división de la sociedad en masas y minorías excelentes no es una división en clases sociales, sino en clases de hombres, y no puede coincidir con la jerarquización en clases sociales superiores o inferiores. Claro está que en las superiores, cuando llegan a serlo, y mientras lo fueron de verdad, hay más verosimilitud de hallar hombres que adoptan el gran vínculo, mientras los inferiores están normalmente constituidas por individuos sin calidad. Pero, en rigor, dentro de cada clase social hay masa y minoría auténtica»).