Las alondras de Marco Antonio

OPINIÓN

Una bandada de pájaros sobre el cielo israelí
Una bandada de pájaros sobre el cielo israelí MENAHEM KAHANA | AFP

28 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

I. Trece meses después del asesinato de Julio César dos ejércitos al mando de los cónsules Aulo Ircio y Vibio Pansa parten en abril del 43 a. C., sucesivamente, de Roma rumbo a Módena para apresar a Marco Antonio. El Senado había declarado a Antonio «enemigo del pueblo» romano tras los furibundos discursos de Cicerón (las «Filípicas»), en los que acusaba a aquel de pretender derribar la República, siguiendo el patrón del dictador César, asesinado el año anterior por este motivo.

Mientras Ircio se aproxima a Módena, Marco Antonio marcha con el grueso de sus huestes al encuentro de Pansa, no muy lejos de Bolonia, siguiendo la vía Emilia, donde, al anochecer del día antes de la batalla, deja a ambos lados de la calzada a una fracción de sus legionarios y con el grueso de sus hombres se oculta en un cañaveral próximo.

Las armas de los apostados a cada lado de la vía Emilia relucen con la luz de las estrellas, lo que hace creer a Pansa que las tropas de Marco Antonio se hallan en su integridad en ese punto, un tanto elevado, de la ruta. Así que el cónsul decide esperar al amanecer para atacar, pero las primeras luces le revelan que ha caído en una trampa: a su espalda, en el cañaveral, surge el rugido del mayor contingente de Marco Antonio.

A este cebo se le suele llamar el «espejo de las alondras», y le reportó a Antonio la victoria, parcial, no en balde sufrió tantas bajas y acumuló tal cansancio que su ejército no pudo con el de Ircio ante las murallas de Módena. Pese a que Ircio fue herido de muerte, Antonio hubo de retirarse y refugiarse con la tropa que le restaba en la Galia Trasalpina (Módena era la capital de la Galia Cisalpina), donde le acogió el gobernador, su amigo Marco Emilio Lépido.

II. Las alondras, durante los últimos años, «volaron» sobre nuestra «patria». Sin embargo, las bandadas aumentaron hasta ocultar el sol en esta terminada pre y campaña concluidas anteayer. Y tal fue así que pasaron de ser una distracción a ser «la» verdad.

Se puede engañar una vez, como Marco Antonio a Vibio Pansa con el espejo de las alondras, pero cuando el cebo se ceba una y otra vez, una y otra vez, y otra, y otra, en los replicantes oídos y ojos que por destino tienen; y cuando, además, esos oídos no oyen y esos ojos no miran lo que sucede a ras de suelo, las fantasmales alondras se erigen en realidades. Porque qué endiablada motivación hay, erre que erre, todos los días, a todas horas, de quienes en lugar de explicar programas y proponer líneas claras y concretas de acción política, hincaban las orejas y párpados con ETA, Bildu, terrorismo Moncloa, socio-comunistas, Gobierno ilegítimo, etcétera, etcétera, que colosales emociones despierta («emocracia»): o sea, qué endiablada motivación hay que no sea deudora de la irracionalidad.

Damos por descontado que ni una de las medidas gubernamentales sociales y económicas arbitradas para ayudar en parte a tantos ciudadanos en una legislatura durísima (el SARS-CoV-2, la invasión de Ucrania por un dictador megalómano y el consecuente incremento de los precios de la energía, la falta de lluvias por el cambio climático…) sea, no ya alabada, sino mentada por la oposición. Pero de ahí a emborronar todo ese esfuerzo, pese a resultados a veces menores, e incluso no deseados, con tintas sangrantes y falsedades abultadas, es de personas sórdidas, que se valen de estos argumentos artificiosos para catalizar su frustración, su rabia, por no estar instalados permanentemente en el poder, político, pues el económico les pertenece desde siempre y por siempre jamás.

Entonces, lo que hoy se dilucida es el triunfo («trump») o no de la Verdad Violada, triunfo del que no dudamos, cuando menos en demasiadas capitales y comunidades. Aquí viene a cuento, en el sentido de que el «llamar» equivale a «positivizar», dar por cierto lo que se nombra, aunque no tenga pies ni cabeza, el acertijo que propone el neurólogo vascular del HUCA Ignacio Calleja Puerta, en su revelador y apasionante ensayo «La última guerra del Rey de Israel. Incertidumbre y probabilidad en medicina».

El acertijo: «Si llamáis pata a la cola, ¿cuántas patas tiene un perro?». El doctor Calleja Puerta añade: «Cinco, me diréis. No, os contestaré, porque llamar pata a una cola no hace que la cola se convierta en pata» (página 42 de la edición de 2023 de KRK). Esto es, si llamo pseudo terrorista a Pedro Sánchez por haber pactado leyes sociales con Bildu, nunca abertzales, Sánchez será, por arte de birlibirloque (el arte de robar sagazmente), un pseudo terrorista. Pero para que se produzca esta «transmigración» es ineludible la concurrencia de la «emocracia» y la incultura escandalosa, concurrencia que hoy es, parafraseando a Ortega, el «tema de nuestro tiempo».