Votar para botar

OPINIÓN

Papeletas en una urna
Papeletas en una urna PEPA LOSADA

03 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Según el teorema de Thomas, aquello que se tome por real tiene consecuencias reales. No importa si lo que se toma por real es el triángulo de las Bermudas, una amenaza alienígena o bandas de okupas en la esquina esperando a que vayas por el pan. Lo que se crea que es real tiene consecuencias reales. Lo vemos en los consejos de autoayuda y lo vimos en El club de los poetas muertos: si crees que puedes, te comportarás como si puedieras y acabarás pudiendo. Los resultados de las elecciones fueron la consecuencia real de lo que se tomó por real. La derecha no quería elecciones municipales y autonómicas, sino una primera vuelta de elecciones generales. Y así fue. Y ahora Sánchez les da taza y media y es él el que convoca elecciones generales como segunda vuelta de las anteriores. Sánchez contribuyó a que autonomías y ayuntamientos se ahogaran en la política nacional. Pero esa política nacional fue un ovillo de emociones negativas que pusieron al PSOE a la defensiva. Hubo poco entusiasmo y mucha inquina, era más botar a unos que votar a otros.

La gente tomó por real a ETA y ETA tuvo consecuencias reales. No hay que olvidar el poder mediático que tiene la derecha para que la tele hable de cualquier cosa las mañanas enteras de todos los días. (Murdoch ya había marcado en su reino el principio de que es verdadero lo que resulte familiar). ETA no fue lo más criminal que sufrimos. La dictadura (no la guerra civil) asesinó a más gente y lo hizo hasta el final. El apoyo político a la dictadura es más vivo que el apoyo a ETA y será difícil que ningún líder del PP conteste a la pregunta de si Franco fue un asesino con un monosílabo. Pero la emotividad en torno a ETA es más intensa en la gente, el goteo de crímenes y la trama civil que multiplicaba la presencia de ETA como una red pegajosa fue una realidad oprimente mucho tiempo y aún están vivas las brasas aversivas. Por eso, en torno a ETA, y no a la dictadura, existe la emoción negativa que inflama la mentira, el bulo y la distracción. Odio por odio, el PSOE pierde.

La vivienda va reclamando el debate y gestión que en tiempos hubo sobre la reforma agraria. Pero la campaña fue sembrada de relatos y cuentos de miedo de okupas y de paramilitares justicieros («desokupas») con aquel «a por ellos» que condensa la idea de patria de algunos. Y lo que tuvo consecuencias reales no fue la sangría que la gente sufre por tener dónde vivir, sino los cuentos de bandas entrando en las casas, en plan Juez Dredd. Un relato se instala con más fuerza que un dato o un razonamiento. Pucherazos inventados y comunismos delirados fueron parte del ruido y la furia con las que la derecha logró su propósito: que creencias falsas tuvieran consecuencias reales.

El PSOE no está tan mal situado. Solo debe entender que no hay que hablar con el lenguaje de los bulos del rival y no hay que disputar con el rival aceptando el marco que él impone. Es una tentación excitar miedos a la ultraderecha. Pero los miedos que puede agitar la izquierda son más abstractos, más a la larga y, por eso, más fríos. Los miedos fríos no dan miedo. La derecha lo tiene más fácil, porque los miedos que cultiva se basan en la indignación de gente que pierde y que está desorientada y sin carriles. El miedo alimentado por el odio admite hipérboles dementes y odios. Es paradójico que lo que sumió en las pérdidas y el desconcierto a las mayorías sociales haya sido un neoliberalismo sin reglas y que la ira correspondiente alimente la desmesura de una ultraderecha que promueve un neoliberalismo aún más salvaje. La derecha quiere que lo que mueva el voto sea la identidad simbólica (nacional, racial, religiosa), y no el análisis de problemas. Jugando al miedo contra el miedo, el PSOE pierde. Tiene que tejer un discurso positivo que no sea réplica a los bulos de la derecha y a la vez ahogue esos bulos. Por poner un ejemplo, la satisfacción de ser uno de los países más seguros y amables del mundo es un hilo que, estructurado en un discurso, enlaza con el estado del bienestar y desmonta tanta okupación y tantos inmigrantes violando niñas. Está fuera de los marcos oscuros de la derecha y ataca los dos elementos del teorema de Thomas: la creencia errónea y sus consecuencias reales.

El gran problema es la izquierda. Poco hay que decir de Podemos. Si miramos a Asturias como ejemplo, podríamos hablar horas de lo que dijo o hizo uno u otra. Pero haríamos mejor poniendo a girar una peonza y ver que, cuando se le acaba el impulso, su giro se hace errático y como borracho antes de pararse. Lo que vimos fue ese giro borracho que resulta de la falta de energía, liderazgo y estrategia. Lo de Asturias fue una maqueta del país entero. La falta de comunicación fue palpable. Los intereses, fobias y filias personales fueron más visibles que la gestión y la estrategia. La propaganda de la derecha caló sin resistencia. La gente está de acuerdo con la mayoría de las medidas que podemos asociar con Podemos, pero los podemitas caen mal. Tal es el objetivo de la propaganda. Belarra, Echenique y Verstrynge deben entenderlo así, hacer fáciles sus relevos y hacer fluida y positiva la inyección de Podemos en el torrente de Sumar. En Sumar debe haber una sola estrategia y un solo mensaje, no una cacofonía de voces que creen tener un mensaje propio o una visibilidad que reivindicar. Yolanda Díaz gusta, pero de todas formas no hay otra opción.

Ahora mismo Sumar solo puede ser una papilla con grumos, un líquido con partidos en emulsión que puedan flotar dentro ignorándose unos a otros. Pero la mayoría de esos grumos deben tender a diluirse. No es la primera vez que vemos agrupaciones así. En tiempos, Fraga lideraba una llamada Coalición Popular, donde estaba Alianza Popular (hoy PP), el Partido Demócrata Popular y la Unión Liberal. El PDP y UL no tenían votos ni militantes. No sumaban votos, sumaban «sensibilidades» democristianas y liberales. Al final Fraga parecía pilotar a AP y el PDP y UL parecían esas latas que se ataban a los coches de los recién casados para que hicieran estruendo. Con buen juicio Herrero de Miñón disolvió aquella carraca ruidosa. IU corrió el mismo riesgo, agregándole al PC siglas vacías que añadían olores y sabores. Le benefició ser rápidamente percibida como partido unitario. Sumar solo puede ser ahora un ecosistema donde se integren fuerzas desgajadas y pecios de naufragios. Pero si el movimiento se consolida, cuaja una estructura orgánica sólida y se ponen a los mandos personas adultas sin crisis de identidad ni ansiedades adolescentes, en algún momento tendrán que pensar si Más País o Podemos o todos esos Adelante y Compromisos por esto y aquello son tan distintos de Sumar en su conjunto como para que sea útil su existencia o si la papilla va mejor sin tanto grumo y sin tanto guardián de tanta ortodoxia. La acumulación de piezas hace porosa la estructura y los materiales porosos son aislantes, en ellos el sonido y el mensaje se extravía en recovecos y no sale al exterior.

Gane o pierda, Sánchez es el más listo de la clase. Su movimiento fue ágil e intuitivo. Puso a su partido en situación de mejorar y a la izquierda le dio una colleja digna de Florentino. Falta tiene de espabilar tanto listo por metro cuadrado, incluidos los votantes, tan dados a pillársela con papel de fumar. No hay dictaduras pasando a democracias. Hay democracias hechas dictaduras o debilitadas y en trance de hacerse dictaduras. Dejen de hablar de sistemas autocráticos, democracias iliberales y milongas: son dictaduras. La ultraderecha avanza blanqueada por medios lacayos y tontos útiles. Las derechas son ya antisistema y van de su mano. La izquierda es lo que queda de la democracia liberal. Y es lo primero que desaparece cuando se descompone esa democracia. El pico de populismo ultra todavía no llegó y cuando llegue puede ser revertido. Solo hay que aguantar y se aguanta con derechos, servicios públicos y justicia social. Un supuesto nacionalismo patriótico intentará confundir las prioridades. Pero todos los nacionalismos redentores llevan el mismo mensaje que ya oímos aquí. Siempre es «a por ellos». De esto van las elecciones de julio.