Sumar en verde

Francisco Javier Martínez Andrade

OPINIÓN

María Pedreda

22 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La política tiene que servir para mejorar nuestra vida. Para vivir bien. Ese es el objetivo de la política. Y para ello son necesarias políticas ecologistas basadas en el consenso científico y la igualdad.

Por ejemplo, cuando hablamos de «movilidad sostenible» ¿Qué es eso?, ¿qué implica en la vida de la gente normal y corriente?

Hay políticas que están hechas exclusivamente para el vehículo privado, como si todo el mundo tuviera coche y pudiera usarlo. No tiene en cuenta ni a los menores de edad, ni a las personas con discapacidad, ni a las personas mayores que ya no conducen, ni a las personas que económicamente no pueden mantener un coche o pueden mantener solo uno por familia, no uno para cada miembro de la pareja.

Por eso es necesario que haya políticas ecologistas que fomenten el transporte público. Hay que preguntarse cómo puede alguien que viva en Noreña ir a trabajar a Asipo o a Tremañes usando el transporte público. Hay que preguntarse cómo puede ir alguien de Candás a una consulta del especialista en Cabueñes, si además tiene dificultades para moverse. Como sociedad tenemos que garantizar que esas personas puedan desplazarse a su consulta médica y que todas las personas tengan la posibilidad de estudiar o trabajar independientemente de dónde vivan. Independientemente de si tienen coche o no.

El 58 % de las personas que tienen permiso de conducir son hombres, solo el 42 % son mujeres. El 80 % de las usuarias de los autobuses urbanos de Oviedo son mujeres. El transporte público es cosa de mujeres, por eso las políticas feministas que ven el mundo con perspectiva de género son necesarias. Mejorar el transporte público no solo es luchar contra la despoblación, es mejorar la vida de las personas, de todas las personas. Ayudando a que nadie se quede atrás porque no tiene coche. Esas políticas ecologistas son las que necesitamos. Quien a estas alturas proponga construir más carriles para el vehículo privado, está fuera de la historia.

El ecologismo también habla del agua. Tener agua potable en nuestras casas, tener agua para la industria, la agricultura, la ganadería, que podamos bañarnos en un río o un mar limpio son cosas que no debemos dar por supuesto. El agua es un bien básico que debe ser gestionado de forma pública y como un recurso escaso e imprescindible para la vida.

Por eso las políticas ecologistas que priman la renaturalización de los cauces de los ríos, y la depuración de las aguas son positivas para todas las personas. Cuando en Gijón en el año 2018 la playa olía mal y había noticias frecuentes sobre vertidos eso perjudicó al turismo y a la economía. Pero por encima de todo supuso una merma en la calidad de vida de las personas que no tienen la posibilidad de ir a otra playa que a la más cercana a su casa. Proteger la costa es defender que tengamos espacios públicos al lado de la costa, que las aguas estén limpias, es decir, que nuestra vida y nuestra salud sea mejor.

Pero además del agua el ecologismo habla de la contaminación del aire. Un aire contaminado mina nuestra salud, enfermades respiratorias, alergias, cardiovasculares, cáncer. Según el grado de exposición puede ser mayor la probabilidad y la gravedad.

Es algo que afecta directamente a nuestra vida. También a la economía. Antes de la sanidad está la salud, es decir, la prevención. Hay que evitar la enfermedad eliminando lo que sea un factor de riesgo y la contaminación lo es. Por eso es imprescindible reducir la contaminación

Históricamente en las zonas más degradas han estado las viviendas de los obreros mientras las de las clases socioeconómicamente más pudientes estaban en lugares con un medio ambiente mejor conservado.

En Llaranes estaban los obreros, en Sabugo los ingenieros

En el oste de Gijón, la Calzada o Tremañes, la clase obrera, en Somió los rentistas.

Necesitamos políticas que reduzcan la contaminación, no puede ser que el aire que respira un bebé sea mejor o peor en función del dinero de sus padres.

Y aquí también necesitamos la visión feminista. Los estudios suelen tener como patrón la salud del varón sin tener en cuenta a repercusión de la contaminación sobre la salud de las mujeres. Las mujeres, por su biología sufren más los problemas derivados de la exposición a la contaminación.

Reducir la contaminación es alargar la vida y mejorar la calidad de vida diaria que llevamos. Cualquier política seria que se haga sobre cualquier tema tiene que tener en cuenta los niveles de contaminación.

Pero si hay algo que afecte a la salud por encima de cualquier cosa, es la guerra. En la guerra mueren los hijos de la clase obrera y la sufren en sus carnes las mujeres. Lleva siendo así desde hace milenios y sigue siendo así en Ucrania. El desastre medio ambiental de la guerra de Ucrania es además mucho mayor que cualquier otra actividad humana. Por tanto, lo prioritario debería ser evitar las guerras

Las guerras son por el control de los recursos, el agua, los recursos minerales, pero sobre todo las fuentes de energía, el petróleo. La terrible guerra de Irak no tuvo más causa que la avaricia de unos criminales por una tierra con petróleo. Y de alguna forma podemos decir que sin guerra de Irak no habría guerra de Ucrania, ni por supuesto de Siria.

Por eso, reducir nuestra dependencia energética del exterior es más eficaz como defensa que un cazabombardero. Tenemos que hacer la transición energética se quiera o no. La diferencia es que si la hacemos de forma ordenada y con gobiernos que entiendan el trasfondo social, puede permitirnos continuar siendo prósperos. Si dejamos en manos de quienes lanzaron la guerra de Irak la toma de decisiones, la transición se hará con mucho sufrimiento.

En este tema de la energía como en todos los anteriores, ser realmente ecologista es posicionarse al lado de la clase obrera y de las mujeres, de quienes, en definitiva, van a sufrir más las consecuencias de la depredación incontrolada de los recursos del planeta. Tenemos que sumar a toda la población al verde y no solo desde el punto de vista electoral, sino desde las políticas que se lleven a cabo.

Ya estaba terminado el artículo cuando salió la noticia del torero vicepresidente, que más allá de la anécdota es un hombre relacionado con la corrupción del PP en Valencia y que ha pregonado su adhesión a Franco de forma abierta y reiterada.

El ecologismo rechaza el toreo por la crueldad estúpida que supone. Nadie aceptaría que se actuase de esa forma salvaje con un perro o un gato. Pero es que además el toreo sobrevive gracias a las ayudas de la política agrícola común que recibe, ayudas que deberían ser para nuestros ganaderos y agricultores. Oponerse al toreo es favorecer el sector económico real de la ganadería y de la agricultura. El último año que hubo toros en Gijón, torturaron y mataron un toro llamado feminismo. Todo un símbolo de lo que son y de lo que quieren. Pero les salió mal. Y les seguirá saliendo mal

Frente a la reacción pongamos ecofeminismo. Frente a la resignación, sumemos en verde.

Fco. Javier Martínez Andrade, candidato al Senado de Verdes EQUO Asturias en SUMAR