Aquel 29 de junio en A Lama

Fernando Reinares CATEDRÁTICO DE CIENCIA POLÍTICA, UNIVERSIDAD REY JUAN CARLOS. INVESTIGADOR ASOCIADO DISTINGUIDO, REAL INSTITUTO ELCANO

OPINIÓN

María Pedreda

29 jun 2023 . Actualizado a las 09:01 h.

En su último informe sobre situación y tendencias del terrorismo en la Unión Europea, aparecido hace dos semanas, Europol muestra preocupación por los yihadistas excarcelados que puedan implicarse en la preparación y ejecución de atentados. El problema no es nuevo. En España evoca muy en especial algo ocurrido en el centro penitenciario de A Lama el 29 de junio del 2002. Ese día abandonó el mismo un argelino llamado Allekema Lamari, a quien la Policía Nacional había detenido en Valencia en 1997. La Audiencia Nacional le impuso una larga condena por delitos relacionados con el terrorismo yihadista en el 2001, pero salió muy pronto de la prisión pontevedresa debido a un desajuste judicial. Aunque lo más destacado es que dicho individuo terminó siendo uno de los principales terroristas del 11-M.

Y es que, lejos de haber salido de la prisión de A Lama desradicalizado, Lamari «presentaba un perfil más fanático», como se lee en un informe del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) fechado dos meses después de los atentados de Madrid. El argelino también salió de prisión cargado de «resentimiento hacia España». Aquel fanatismo incrementado y este resentimiento acendrado hicieron que, una vez excarcelado, el «único objetivo» de Lamari fuese «llevar a cabo en territorio nacional atentados terroristas de enormes dimensiones, con el propósito de causar el mayor número de víctimas posibles». Lamari tuvo la posibilidad de abandonar España utilizando documentación falsa, «oportunidad que desechó alegando que su existencia tenía un único objetivo, que no cejaría en su empeño y que no regresaría nunca a prisión».

Una vez en la calle, las conexiones que desde la década de los noventa existían entre yihadistas activos en España favorecieron que Lamari se uniera a la red del 11-M. Este entramado terrorista que se estaba constituyendo le proporcionaba la ocasión que buscaba para vengarse de España y de los españoles, a causa de la operación antiterrorista que desmanteló la célula yihadista a la que pertenecía y como consecuencia de la cual resultó detenido y preso, al igual que el resto de sus integrantes. Otro documento del CNI, fechado en noviembre de 2003, poco más de cuatro meses antes de los atentados del 11-M, atribuía a Lamari un comportamiento inquietante y mencionaba fuentes fiables de información según las cuales el argelino estaba en disposición de preparar y perpetrar actos de terrorismo en España, incluso con carácter inminente.

El caso de Lamari, el argelino que salió del centro penitenciario de A Lama aquel 29 de junio de 2002 y menos de dos años después estuvo entre los terroristas que perpetraron la matanza en los trenes de Cercanías, prefigura como pocos la amenaza terrorista inherente a los yihadistas que tras cumplir penas de prisión son excarcelados sin desradicalizarse. Una faceta de la amenaza del terrorismo yihadista que, como ha vuelto a recordarnos Europol, persiste en España y otros países de nuestro entorno europeo.