Sesgos y comodidad

Rafael Arriaza
Rafael Arriaza PUNTO DE VISTA

OPINIÓN

MARCOS MÍGUEZ

04 jul 2023 . Actualizado a las 09:01 h.

Todos tomamos decisiones continuamente, pero pocas veces nos paramos a pensar en el porqué, en las razones que nos llevan a elegir esto o aquello, o a hacer las cosas de esta o la otra manera. A veces —muchas veces en algunos ámbitos— no somos ecuánimes, hay una serie de sesgos cognitivos que nos empujan hacia un lado u otro, y que son interpretaciones erróneas y sistemáticas de la información disponible, que ejercen influencia en la manera de procesar los pensamientos, emitir juicios y tomar decisiones. En muchas ocasiones, para justificar esas decisiones buscamos explicaciones, a veces realmente peregrinas. Todos los humanos tenemos nuestras creencias y es bueno hacer algunas cosas porque «te salen del corazón», pero no es correcto que esas creencias subjetivas den lugar a opiniones irracionales sobre aspectos que deben ser decididos de manera lógica. A menudo, interpretamos la información de tal manera que se vuelve compatible con esas creencias: leemos las noticias en el sitio que más se ajusta a ellas; hablamos con personas que son como nosotros y tienen puntos de vista similares. No queremos obtener evidencia desconcertante, porque eso podría llevarnos a cambiar nuestra visión del mundo, a salir de nuestra zona de confort. A tener que pensar.

Uno de los sesgos preocupantes en el momento en que vivimos actualmente es el que tiene que ver con nuestra incapacidad para analizar el efecto exponencial. Aunque puede pensarse a priori que eso es algo que solo ocurre en matemáticas, la realidad es que permea toda nuestra existencia ahora mismo. No somos conscientes de lo que el acúmulo de información —el big data— representará en un plazo relativamente breve, porque no somos capaces de ver cómo se está duplicando ese volumen de datos cada poco tiempo, y lo que ello representa. Es la historia del sabio que pidió al emir a quien había enseñado a jugar al ajedrez que su recompensa fuera poner un humilde grano de trigo en la primera casilla y doblar el número en cada una de las siguientes, hasta alcanzar las 64 del tablero, y cómo el resultado fue que no habría trigo en todos los graneros del reino (en realidad, de todo el mundo) para completar el pago. O de manera menos conocida, lo que ocurriría si pudiéramos doblar múltiples veces una hoja de papel: poca gente sabe que el récord mundial está en ¡13 dobleces! Si alguien lo duda, que haga la prueba. El proceso exponencial de duplicar su grosor cada vez haría que, si pudiéramos doblarla unas humildes 103 veces, el tamaño resultante sería mayor que el diámetro del universo conocido, es decir, 93.000 millones de años luz. No lo pensamos, porque no sabemos reconocerlo, pero ese sesgo de lo exponencial nos puede complicar mucho la vida. Ocurrió con los contagios del covid y pasa con la violencia. Si un día uno de nosotros empezase a provocar con comentarios, fake news, insultos y demás, a dos personas, y estas a su vez hicieran lo mismo al día siguiente y los cuatro resultantes iniciasen una cadena similar, doblando así el número de «enfadados» diariamente, necesitaríamos 15 días para cabrear a 32.768 personas. Parece poca cosa, ¿verdad? Pero si el proceso siguiera ese curso, en otros 10 días estaría enfrentada entre sí la práctica totalidad de la población española, y en 7 días más, la agresividad se habría adueñado de los ocho mil millones de habitantes del mundo. Ese es el poder de los cambios exponenciales.

A la inversa, si decidiéramos mejorar un poco nuestro rendimiento como personas, ciudadanos, trabajadores, deportistas… y lo hiciéramos un 1 % diariamente, al cabo de un año, seríamos casi 37 veces mejores. Si somos un poco más vagos y decidimos esforzarnos menos y mejorar ese 1 %, pero cada dos días, al cabo de un año seríamos tan solo 6 veces mejores. ¿Por qué no lo hacemos? Porque el cerebro humano, si no está entrenado para ello, sobrevalora el placer de evitar lo difícil y elegir lo fácil hoy, e infravalora el efecto negativo acumulado que eso tendrá al cabo del tiempo. Es un problema de educación, y de pensar.