Lo que se ganó el día 23 y lo que sigue pendiente

OPINIÓN

Elecciones 23J en A Coruña
Elecciones 23J en A Coruña César Quian

29 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Sentimos por contrastes y nos arrastran las expectativas. Rita Hayworth logró una notable sensualidad e incitación solo quitándose un guante, hasta provocar un calentón en los censores psicópatas de la época. Pero esa misma quitada de guante de Rita, puesta a continuación de una escena porno, parecería de película de parroquia. Cuestión de contrastes. El PP logró el puesto más apetecido, el primero. Pero el contraste del resultado con las expectativas resultó como Rita quitándose el guante después de una orgía porno. Como decía el de Celda 211, un cagao. El Pequeño Nicolás (caricatura del sistema, pero no aberración mutante) mostró lo que son las expectativas. Si creen que eres importante, eres importante. La propaganda fue avasalladora y las expectativas de las derechas fueron abrumadoras. ¿Por qué hubo tantos sondeos a lo largo de toda la legislatura? Sin elecciones a la vista las encuestas no sirven para nada. Es lógico que en período electoral haya muchas encuestas, pero ¿seis diarias? A la vez que las derechas gritaban que el Gobierno era ilegítimo, los medios conservadores encargaban encuestas y más encuestas que hacían creer que las elecciones eran inminentes. Una vez se crea una tendencia central, cada empresa de sondeos sesga la interpretación hacia esa tendencia, para no ser la empresa que se equivocó. Así, las encuestas proclamaron una victoria aplastante de las derechas.

A esto hay que añadir la okupación, con k, de los espacios periodísticos por personajes que van desde telepredicadores a gánsteres de medio pelo (tracen un arco que empiece en Ana Rosa, pase por Ferreras y acabe en Inda). Los fisioterapeutas acabaron hartándose de ser el eufemismo con el que se anunciaba la prostitución en los anuncios por palabras. De la misma manera, debería haber organizaciones de periodistas que tronasen contra esta suplantación del trabajo periodístico. Así, con encuestas continuas y sesgadas y con telepredicadores rugiendo mentiras, el sucedáneo fraudulento del periodismo acabó siendo el principal obstáculo para acceder a los hechos y la verdad. Los órganos judiciales hicieron su parte de daño, los sindicatos policiales apenas se cubrían el águila con una hoja de parra y los bots de ultraderecha intoxicaban las redes sociales con bulos trastornados. Las expectativas se hicieron tan densas que parecían hechos consumados. El manejo de las expectativas y los contrastes es parte sustancial, pero delicada, de la propaganda electoral. Siendo bueno el resultado del PP, el contraste con esas expectativas que parecían hechos enyesó la cara de Feijoo y lo dejó listo para el museo de cera. No se engañen con los gritos de Ayuso Ayuso. No eran gritos de entusiasmo y esperanza. Eran el excipiente de ánimos vaciados, psicofonías de difunto perorando una letanía. De momento, el PP y el conglomerado mediático y financiero de la corte madrileña andan como pollos sin cabeza, soltando sin control lo de los partidos de estado, lo de que España se rompe, lo de que Vox es insufrible y que alguien me quite ese sapo de la cara o lo de que España quedará de rodillas ante Puigdemont. El poder económico y sus filamentos mediáticos tienden a la circunspección y enseguida recompondrán una estrategia, este desvarío es momentáneo.

Había en juego cosas más básicas que la derecha o la izquierda. En esta legislatura se coronó una forma de hacer política basada en la normalización de la mentira; en la intoxicación organizada; en la actividad mafiosa de cloacas del estado, medios de comunicación y judicatura; en la brutalidad y la amenaza; en la falta de escrúpulos con la muerte (instrumentalización miserable del dolor compartido de ETA, juego indecente con los cadáveres de la violencia machista en las negociaciones con la ultraderecha, mofa de los asesinados de la dictadura, banalización de esos 7291 ancianos muertos a los que Ayuso ordenó dejar sin hospital ni médico). Todo esto ocurrió esta legislatura y no fueron unos y otros, fue la derecha, la ultra que lleva la maldad de fábrica, y la conservadora, colonizada por la ultra y con los pies plantados en sus orígenes. Pero ser de derechas no obliga, faltaría más, a ser un mentiroso y un quinqui. Esta fealdad facha, esta política pandillera, callejera y descerebrada, fue lo que paramos el día 23. Alguna alcantarilla quedó mal cerrada y aparecieron puños fascistas enfundados en camisetas desokupas, banderas de Borgoña sacadas de los baúles y tufos homófobos, racistas y machistas. Ahora dan tumbos. Los picos emocionales, pasada la circunstancia del subidón, quedan ridículos. Descontextualicen los gestos de un espectador de fútbol y verán qué circo. Insistir en Txapote suena ahora patético. Y el paso al centro es un contorsionismo que exige demasiado cemento armado.

No se limpió el ambiente. La corte rehará la estrategia y pondrá orden en su conglomerado mediático. Y lo harán en la misma dirección, la de la exclusión y el odio, único ambiente en el que prospera la mentira, la herramienta imprescindible de quienes tienen mucho que ocultar. No les van a decir que a medio plazo no tendrán más médico que el que puedan pagar, siempre les dirán que piensen en Txapote. Sigue el oscurantismo mediático y sus efectos. Los publicistas llaman LoveMarks a esas marcas que consiguen tal nivel de identificación que sus usuarios llegan a asumir sus eslóganes como literales. En los tiempos de Windows contra Mac, Apple deslizaba el eslogan think different y realmente los maqueros tenían algo de secta que se sentía diferente. No percibo este fenómeno en política más que en negativo, algo así como HatefulMarks, marcas odiosas contra las cuales toda impiedad es digna y todo disparate ha de ser asumido literalmente. ¿De verdad Madrid va a dejar de ser la capital de España para que sea Waterloo? ¿Tienen idea de la complejidad administrativa de tal operación? La conducta que inducen estos disparates es la de la literalidad de la frase, en toda su necedad. Y seguimos en ese ambiente. Y tampoco se limpió el neoliberalismo, que sigue quebrando la cohesión social, silencioso y ajeno al ruido.

Sánchez quedó en una situación muy ventajosa. Puede seguir siendo presidente. Y si no puede, no tiene por qué temer unas elecciones. El PP no puede seguir con Txapote, okupas y mentiras, ni cambiar el guion tan rápidamente, ni el cambio de líder es tan fácil. En Cataluña la primera fuerza es el PSC y la segunda Sumar, no será tan fácil vender la monserga de que España se rompe, por mucho Junts que se agite. Y en caso de inestabilidad imposible, siempre puede convocar nuevas elecciones con las europeas del año próximo. Tiene además la presidencia europea y la atención internacional, por la repercusión de estas elecciones en Europa. El artículo del influyente The Guardian hace un análisis muy positivo de su gestión y del papel de Unidas Podemos. Por su parte, la izquierda está a lo suyo. Podemos hace bien en reivindicar su papel, con Yolanda dentro no lo olvidemos, pero debe dejar de marear las cuentas. La referencia de 2019 no sirve porque desde entonces, en parte por no tener un liderazgo como el de Iglesias, siguió cayendo y llegó a ser extraparlamentario en las autonómicas. Sumar no perdió escaños, sino que levantó a ese espacio político desde el suelo hasta el punto previo. La sensación es que puede crecer, si se integra bien a sus componentes. Pero la izquierda seguirá con sus chorradas de siempre. Siempre hay egos y sillas. Pero sobre todo hay apetencia de superioridad moral y se busca esa superioridad allí donde se pueda colocar algún topicazo más visto que el tebeo. Donde se pueda endilgar unidos venceremos, mejor de pie y con dignidad, no me pienso doblegar o monsergas así, se percibirá la superioridad moral y ahí se acabará el razonamiento y el sentido de la realidad y se empiezan a cavar trincheras equivocadas. La izquierda estuvo en lo mejor de esta buena legislatura, pero siempre fue así. No hay que desesperarse.

El día 23 pasó el polvo al país, pero no limpió y desinfectó el ambiente. Eso sí, Vox cayó y parece que seguirá cayendo y pesa en la mochila del PP como un narco gallego. Y eso mola.