La «startup» Vox

Fernanda Tabarés
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OPINIÓN

FERNANDO ALVARADO | EFE

09 ago 2023 . Actualizado a las 09:11 h.

Solía referirse el depuesto Iván Espinosa de los Monteros a Vox como la primera startup de la política española, una manera de enfriar el ardor ideológico ultraderechista como si el partido neofascista fuese el aséptico laboratorio de un compañía de chips o la trastienda impoluta de una botica. Según la Fundeu, una startup es una «empresa que pese a su juventud y falta de recursos consigue obtener resultados en el mercado y pasar a un siguiente nivel estructural al ser impulsada por otros inversores o absorbida por empresas ya consolidadas». Aplicado el bisturí sintáctico a la definición, hay que reconocerle a Espinosa que Vox encaja en la descripción excepto en lo que sería su hecho diferencial: la juventud y la falta de recursos. Atina el fundador de Vox en que su startup ha convencido a tres millones de clientes, aunque acuse ya un alentador desgaste prematuro, y acierta también en el interés que despierta en otros inversores consolidados en el mercado, en concreto en uno llamado PP, responsable de que el experimento haya sido impulsado a otro nivel estructural, en este caso a varios gobiernos del Estado. Pero resbala Espinosa en lo de la falta de recursos: Vox ingresó el año pasado 15,5 millones de euros, el 63 % subvenciones públicas que ellos proponen eliminar aunque no tengan el honor de rechazar, como proponen liquidar las autonomías que no tienen el honor de no gobernar. Pero sobre todo patina en lo de la juventud, pues si algo es Vox es viejo, más viejo que el hilo negro, más viejo que el ultranacionalismo español alérgico a la diversidad, más viejo que los apellidos de Espinosa de los Monteros, más viejo que el Cid que Ortega Smith notificó que cabalgará de nuevo por Castilla y tan viejo como los partidos de siempre cuando se ponen a depurar.