Economía, incentivos y «efecto cobra»

Manel Antelo PROFESOR DE ECONOMÍA DE LA USC

OPINIÓN

Puerto de Vigo

23 ago 2023 . Actualizado a las 08:44 h.

Si alguien le pregunta qué es la economía y usted responde que es la ciencia de los incentivos, no se equivoca. Porque, en efecto, la economía es la ciencia que se ocupa de los incentivos y de las consecuencias que producen una vez evaluada la reacción de la gente a los mismos. En consecuencia, quienes diseñan políticas públicas —que no son otra cosa más que la expresión de algún tipo de incentivo— no deberían limitarse a evaluar la (supuestamente, buena) intención de la medida en cuestión, sino el resultado al que previsiblemente dará lugar una vez que los agentes económicos afectados han respondido a la misma.

En Freakonomics se describe un ejemplo que ilustra a la perfección la necesidad de evaluar los efectos de cualquier política pública antes de ser aplicada. El mencionado ejemplo nos lleva a los tiempos de la India colonial, cuando el Gobierno se percata de que hay un gran número de serpientes cobra en las calles, con el consiguiente peligro que ello representa para la ciudadanía. Decidido a acabar con el problema, establece un incentivo consistente en pagar a cualquier persona una suma de dinero por cada serpiente que retire de la circulación y entregue a las autoridades. Y, alentados por este incentivo, la gente se puso manos a la obra, tratando de capturar la mayor cantidad posible de serpientes. Pero no yendo a atraparlas a las calles, sino criándolas primero en cautividad y luego entregándolas al funcionario de turno. En otras palabras, el incentivo del Gobierno hizo que la población se dedicase a la cría de cobras.

Y el problema de inicio se agudizó cuando el Gobierno se dio cuenta de dónde venían las cobras que la gente entregaba a cambio de la recompensa. Porque entonces retiró el incentivo, lo cual hizo que quienes tenían repletas sus granjas de cobras para ser entregadas volviesen a reaccionar —esta vez, a la suspensión del incentivo—. En efecto, viendo que las cobras ya no tenían valor, las soltaron, incrementando con ello su población y el consiguiente peligro para la población.

Este ejemplo ilustra cómo una medida de política pública —aparentemente bienintencionada— puede provocar un efecto opuesto al pretendido. Y no se trata de un ejemplo histórico e irrepetible, sino que se ha visto reproducido en un gran número de políticas públicas de hoy y que han replicado similares efectos cobra. Sin ir más lejos, existe evidencia de que la ayuda para la sustitución de coches viejos por otros nuevos y más eficientes, practicada por gobiernos de muchos países, llevó a que la industria automotriz acabase apropiándose de la mayor parte de esa subvención, aumentando el precio de los coches nuevos. La política de hijo único practicada por el Gobierno chino es otro caso paradigmático de efecto cobra.