Vamos a hacer un extraterrestre

OPINIÓN

Cámara de Diputados | EFE

23 sep 2023 . Actualizado a las 10:07 h.

Sabíamos que el mundo está repleto de extraterrestres y que esos extraterrestres tienen una tendencia natural a meterse en política, pero no contábamos con que en todo un Parlamento democrático alguien abriera una caja y nos enseñara el auténtico rostro de los seres procedentes de otros planetas. Ya saben, sucedió en el Congreso mexicano hace unos días, cuando un extraño ser con aspecto humano llamado Jaime Maussan aprovechó una audiencia pública sobre ovnis para presentarnos los esqueletos de unos tipos enanos que aseguró habían llegado a la Tierra hace unos mil años procedentes de otros lugares más allá del Sol.

Lo mejor de la presentación en sociedad de estos jichiños es que los alienígenas son exactamente como los habíamos imaginado, si acaso un poco más chatos, pero tienen esa carita volada y esas extremidades larguiruchas que constituyen el estándar estético del extraterrestre clásico, con el que crecimos y que tanto echábamos de menos. En los últimos tiempos, los marcianos venían teniendo aspectos mucho menos entendibles, incluidos los heptápodos de La llegada, quizás la película más conmovedora sobre la aparición de guiris galácticos en la Tierra, emocionante también por la relevancia que el guion concede a la lengua gallega, mucho más destacada que la que le otorgan algunos de nuestros paisanos, por cierto.

Los extraterrestres de Maussan son perfectos. Tanto que, gracias a ellos, hemos podido recuperar a uno de los personajes más entrañables de nuestra juventud: Jordi Cruz, el verdadero. No hablo del cocinero de los pucheritos coquetos, sino del presentador de Art Attack! que a la vista del espectáculo que nos brindó el Congreso de México desempolvó sus manualidades y volvió a dirigirnos en el proceloso camino del engrudo que tan buenas tardes le dio a los niños del cambio de siglo y a los padres que los acompañábamos. Cruz se facturó en un pispás un marciano como Dios manda, y dejó claro que algunos parlamentos se parecen más a un programa de corta y pega para niños que a la residencia de la soberanía popular. Me estoy haciendo muy vieja.