La maldición del ojo azul

Fernanda Tabarés DITECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

OPINIÓN

JOSÉ PARDO

14 oct 2023 . Actualizado a las 10:39 h.

Solo el 16 por ciento de los españoles tienen los ojos azules lo que convierte los iris celestes en una superminoría estadística que explica la fascinación que los vulgares marrones sentimos por quienes han sido bendecidos por las leyes de Mendel. El ojo azul es una marca de agua imposible de despreciar cuando se relata la fisonomía de una cara y casi siempre se recibe como una garantía de belleza o un motivo de admiración, aunque no haya en el rostro ni rastro de armonía. Es lógico que en un territorio tan morocho como este en el que habitamos, con tantos indicios de abuelos zaínos, distingamos a los azules como una tribu aparte, aunque la estadística y el clima señalen que en Galicia, y en concreto en A Coruña, es donde más ojos azules pasean por la calle, consecuencia, por cierto, de las horas de luz y la endogamia. Por esto mismo, nueve de cada diez finlandeses tienen el iris azul, una coincidencia que convierte lo que aquí es raro, en vulgaridad y en fascinantes unos buenos luceros pardos.

Técnicamente, un ojo que se ve azul es en realidad incoloro, y es la luz y su forma de incidir en el iris la que provoca ese deslumbrante efecto óptico, que es, por cierto, el mismo que pinta de azul el cielo y el mar. Mucha poesía y mucha sobredosis de edulcorante han inspirado esta terna.

Viene a cuento esta digresión sobre la mirada marina gracias a Maxi Iglesias, actor con un físico excelente y una cara estupenda en la que se adelantan dos ojazos azules que el rapaz maneja con destreza. La mayor parte de los humanoides observamos a un individuo así con esa alucinación involuntaria que moviliza la belleza y con una ensoñación sobre la vida que tendríamos con un chasis como el de este hombre, pero hete aquí que los guapos también lloran. «Si no tuviera ojos azules, ya habría ganado un Goya», se dolió el joven en una entrevista reciente en La Vanguardia, una maravillosa teoría que enseguida recibió la correspondiente avalancha de chirigotas digitales improvisadas por todos los marrones que tienen una vida más fácil que la de Iglesias gracias a su melanina revoltosa. Mucha chufla de quien duda, con razón, que una circunstancia y una presencia como la de Iglesias sean para contar penurias, pero mira que si Maxi tiene razón y hay una maldición del ojo azul. A Paul Newman tampoco le dieron el Óscar.