Los Premios Princesa de Asturias y todas las actividades que la Fundación celebra en torno a los galardonados contribuyen de manera notable a transformar por unos días la vida social y cultural del Principado. Así ha sido desde hace ya más de cuarenta años, desde que en 1980 se creó la Fundación para consolidar los vínculos entre el Principado y el heredero de la corona y para contribuir a la exaltación y promoción de cuantos valores científicos, culturales y humanísticos son patrimonio universal.
Año tras año, con una labor que no ha estado exenta de dificultades, pero llevada a cabo siempre con enorme ilusión, con sus fines y objetivos firmemente definidos, la Fundación ha ido recorriendo un camino que la ha convertido en una de las instituciones más y mejor valoradas. A ello ha contribuido, sin duda alguna, además del liderazgo y apoyo de la corona, el acierto de los jurados encargados de seleccionar y reconocer a los premiados, personalidades e instituciones de incontestable prestigio.
Los premiados son los que convierten el acto del Teatro Campoamor en un acontecimiento extraordinario, lleno de momentos inolvidables, de discursos en los que la palabra cobra toda la trascendencia y el sentido que la Fundación quiere proyectar. Así lo confirma en cada edición su majestad el Rey, que siempre nos recuerda ese camino hecho por la institución de forma discreta, humilde, pero también definitiva y llena de éxitos: «Una ocasión como esta nos regala cada año la magnífica oportunidad de seguir conociendo historias de esfuerzo y de excelencia, de esperanza y de ilusión, a través de la obra y trayectorias de quienes realmente iluminan estos premios», afirmó el año pasado.
En cada una de las ocho disciplinas que nuestros galardones contemplan, y con la tristeza del fallecimiento de nuestros premiados de Comunicación y Humanidades y de Ciencias Sociales, Nuccio Ordine y Hélène Carrère d'Encausse, se ha reconocido a personalidades del mundo científico, cultural, social, deportivo, que recibirán en Oviedo el afecto, la admiración y el respeto que su obra merece, una obra entregada y ejemplar.
Ahí radica finalmente la razón de ser de los premios: servir de ejemplo y de referencia, animar e impulsar el trabajo entregado, inteligente y solidario. Ayudar, en definitiva, a la creación de un mundo en el que triunfe la esperanza.
Graciano García, director emérito de la Fundación Princesa de Asturias