Esto no va de amnistía

OPINIÓN

Manifestación contra la amnistía en Madrid
Manifestación contra la amnistía en Madrid Fernando Sánchez | EUROPAPRESS

12 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Anteayer y ayer.

El llamado «Tsunami Democràtico» que puso en marcha el independentismo catalán tras ser condenados algunos de los cabecillas del «procés» es una perífrasis en sus términos para ocultar su naturaleza, que es cabal denominar, en línea con el sintagma, como «Tsunami Nacionalsocialista». Y esto es así porque lo que late en ese «yihadismo» es el desprecio a los españoles, a los que consideran subhumanos.

Nos vale el término japonés para maremoto porque el de Cataluña sintoniza con otro tsunami, el «Tsunami Fascista». Esto es: el nacionalismo segregador está presente en ambos. Un patriota desbocado tiene en muy alta consideración la raza, que es suprema en la que se guarece. El buen fascista utiliza a propósito el vocablo raza, que es desechado por la Biología Evolutiva porque es un desecho precisamente para desechar, con intención de convertir en desechos a los que habitan fuera del dintorno de su sagrada tierra pura.

Aunque bajo otros sustantivos y adjetivos, el fascismo es un agente vírico que se fue desarrollando en nuestros cromosomas a partir, al menos, del instante en que empezamos a agruparnos en poblados. El último gran intento por romper los contornos del dintorno y mezclarnos con el entorno y más allá fue hace doscientos años con la Ilustración y su doctrina: la igualdad y los derechos de los hombres, que fueron desde entonces perseguidos y aplastados con inquina reiteración.

En España, donde las ideas de Voltaire, Rousseau o Diderot apenas la rozaron, la monarquía absolutista (nuestro homenaje a Rafael del Riego) y los levantamientos militares contra las dos repúblicas nos reinstalaron en la sordidez, apuntalada durante cerca de cuarenta años por el último dictador. Patria, Bandera, Religión, abstracciones poderosísimas que anegan el juicio. De una u otra forma, este país no salió del Antiguo Régimen hasta 1978.

Hoy y mañana.

Pero el fantasma del fanatismo no se evaporó. Camuflado bajo una sábana-fantasma, acaba de arrancársela con vigor. Y ahí está. El fascismo ha reaparecido con muchos, muchísimos rostros: falangistas, requetés, franquistas, ultras variopintos (Democracia Nacional, Revuelta, Desokupa, Bastión Frontal, Hacer Nación, Nación Sindicalista, Resistencia Social…). Y al frente, Vox. Santiago Abascal y Pepa Millán han pedido a la policía que “desobedezca las órdenes ilegales del Gobierno”. Sólo esta llamada, entendemos, es una proclama golpista. Sabedores que policías, guardias civiles y militares les votan mayoritariamente, a ellos y al PP, con el eufemismo «órdenes ilegales» están pidiendo un levantamiento armado. En consonancia, advirtieron: «no lo vamos a permitir».

Sin embargo, lo criminoso es el espaldarazo de la cúpula del PP a estas violentas manifestaciones ante la sede del PSOE en Madrid (y otras), a la que prenderían fuego, con militantes o no dentro. El Feijoo que reitera día tras día que el único responsable es Pedro Sánchez, se ha convertido en un puntal de la «marcha» fascista sobre Madrid, con el respaldo de grupos mediáticos, económicos y sociales de gama amplia, que incluye el poder judicial y la Iglesia, católica y apostólica, pero no romana, que el papa es un rojo que ama a los pobres y a los transexuales, o el reverso de Díaz Ayuso, para quien Francisco es una especie de hereje y Sánchez un dictador, que, como tal, hay que derrocar.

El camino al pronunciamiento borrascoso lo indicó José María Aznar, el de las armas de destrucción masiva iraquíes y las 193 víctimas mortales de los atentados de Atocha de 2002. Recordemos sus palabras de la pasada semana: «Pedro Sánchez es un peligro para España. Estamos ante una crisis institucional sin precedentes. El que pueda hacer que haga y el que pueda aportar que aporte. En esta historia la inhibición no tiene hueco». ¿No cabe derivar de esta arenga que nadie, incluidos los que portan armas, ha de inhibirse? ¿Quién es el peligro para España? ¿Quiénes los peligrosos si añadimos las profundas y proporcionadas reflexiones de Feijoo comparando la amnistía con el 23-F, ETA y el 1-O? ¿Podemos acaso desechar las consecuencias de la «masa popular» una vez activada, puesta en marcha, para acabar con el «dictador»?

Es, además, escandaloso que todos los antedichos no condenen las proclamas contra todas las instituciones del Estado, muy particularmente contra la Corona. Llevando años calificando de ilegítimo el Gobierno de Pedro Sánchez, elegido libremente por el pueblo, ahora, el PP, tras la frustración electoral del 23-J, en que dio por hecha la victoria, ya ni esconde su ansia de tomar el poder por la fuerza.

Sin duda, la amnistía que el PSOE pactó con ERC y con JxC crea malestar, indignación también. Pero su acotamiento está en manos de la democracia misma y sus poderes: el Legislativo y el Judicial. La materialización de la amnistía será larga y. sobremanera, acotada por los tribunales nacionales y europeos. Cualquier otra injerencia es antidemocrática. En este sentido, sostenemos que este conato de «alzamiento nacional» no obedece, aunque lo haya desencadenado finalmente, a la amnistía en sí, sino al tsunami ultra que anega el mundo, a la desesperación por no acabar de sentarse en Moncloa, al rehabilitado nacionalcatolicismo, a la «caza» del inmigrante, de la mujer y de todo cuanto despunte de una sociedad que no se enfile hacia la intolerancia y el odio que desprenden tantos ojos y bocas. Y, por supuesto, obedece al Capital, omnipresente, despiadado.

Con las 52 manifestaciones de hoy espoleadas por los de Génova, sumidos en el delirante gozo que les procura contemplar cómo los radicales acechan cada noche a sus equivalentes de Ferraz, el mañana se presente incierto para este país. Porque se trata, y esta es la cuestión transcendental, de zaherir a las Cortes Generales salidas 23-J. Es decir: ni más ni menos que no aceptar el voto de los ciudadanos.

(En la página 208 de la edición de Orbis de 1985, Suetonio escribe en «Los doce césares»: «Una mujer se negaba a reconocer un hijo suyo; como por una y otra parte fuesen dudosas las pruebas, Claudio [el emperador romano, que actuaba de juez] le mandó que se casase con el presunto hijo, obligándola de esta manera a confesarse madre suya».  Vox no reniega de su «maternidad», pero ¿acaso el PP no trató de escabullir el «bulto» y las urnas, o sea Claudio, han acabado desenmascarando los «lazos de sangre» que le une a la extrema derecha?).