Iluminar la noche

Juan Miguel Fernández

OPINIÓN

Luces de Navidad en Gijón
Luces de Navidad en Gijón

08 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Del COVID solo quedan las reminiscencias y estamos a las puertas de la afección de la gripe de este año. Y mientras en éstas estamos, una nueva epidemia acecha pueblos y ciudades. El foco contagioso surge del interior de las casas consistoriales y se trata de la obsesión por iluminar hasta extremos inimaginables las noches del tiempo prenavideño.

Alcaldes y alcaldesas se han enzarzado en una incruenta pelea para que se les señale como los primeros en cantidad y calidad en la iluminación, haciendo gala de un despliegue de medios más allá de lo que la prudencia dictaría.

Viene de lejos que alcaldes y alcaldesas miren de soslayo a los municipios vecinos para luego imitar las ocurrencias que aquellos tengan. Si toca museo, hay que levantar otro aunque no sepamos con qué finalidad. Si hablamos de piscinas o de canchas deportivas que sean espectaculares. Ahora toca competir con la iluminación navideña, con más miles de bombillas, con árboles de mayor altura, con más días de exposición de la decoración, todo a imitación de la exagerada propuesta del alcalde de Vigo, que dicho sea de paso cuando se le escucha parece vivir en otro planeta.

Y saldrán a las calles los regidores henchidos de orgullo, prestos a recibir todo tipo de halagos por haber conseguido hacer más y mejor, más que otros años y mejor que los vecinos.

Nada cabe objetar a la celebración de la Navidad, en especial a los practicantes de la fe católica, pues sin duda las fechas están señaladas en el calendario como especiales. También son fechas usadas tradicionalmente para el reencuentro familiar. Se dirá y con razón que la luz alegra la calle e invita a pisarla y no se dirá que también invita a un consumo desmesurado, que acaso sea el propósito último.

A todos se nos ha olvidado que hace no muchos meses nos alarmaban a diario con los precios de los megavatios hora, que no sabíamos muy bien que eran, para que ahorrásemos en el consumo eléctrico. La causa se nos dijo que era una guerra, que aunque ya no se hable de ella sigue activa.

Cuando nos desplacemos para pasar la nochebuena en familia, a celebrar el fin de año o a recoger los regalos de los reyes, probablemente viajemos por autovía y si prestásemos algo de atención en el trayecto observaríamos cientos y cientos de farolas que hace tiempo dejaron de funcionar, evidenciando el enorme contraste con las calles de nuestro destino.

¡Ojo! Que nadie ose pedir cordura y mesura. Que nadie se manifieste contrario al este galopante modernismo. Que nadie saque a la palestra la contaminación lumínica. Si así lo hiciera será calificado de loco o algo peor.