En esta semana mitad lectiva mitad festiva (la verdad es que a mí me descentran mucho hasta tal punto de no saber en qué día vivo. Es una pena que aquella propuesta que hizo Rajoy de juntar a los feriados a sábados y a domingos no saliera adelante) se han cumplido 45 años de la Constitución. Dentro de 37 días llegaré a los 38 años y, aunque valoro y reconozco que ha sido una herramienta eficaz para consolidar la democracia, creo a su vez que es elemental la necesidad de hacer cambios para mejorarla y actualizarla. Que hoy sea día festivo no deja de ser paradójico en un país aconfesional.
Mañana es el Día Internacional del Laicismo y Libertad de Conciencia, y quizás sea mucho pedir que celebraciones religiosas dejen de ser no lectivas (entre otras cosas, por la costumbre ya adquirida de que en esas fechas no se trabaja, independientemente de su sentido original, que es una celebración católica). En este campo vamos con un retraso mayúsculo, justificado por la vigencia del Concordato con el Vaticano, y por lo que sea tiene pinta de que estos cuatro años de legislatura no va a haber ningún paso hacia la neutralidad religiosa.
En estos tiempos de tanta crispación y división en bloques, lo que ha venido sucediendo alrededor del 6 de diciembre (no entiendo por qué no es el día nacional en vez del 12 de octubre) denota todo lo que queda por hacer y conseguir. Lo más urgente, y a la vez lo más vergonzoso y escandaloso, es que se han cumplido cinco años sin que se haya renovado el Consejo General del Poder Judicial (por el bloqueo inadmisible del PP). Este secuestro de una institución sí que preocupa en la Unión Europea porque es un comportamiento totalmente inaceptable para un partido que se dice de Estado, como es el que dirige Alberto Núñez Feijóo.
Lo que parece que la Constitución ha conseguido fortalecer es la unidad de España. Tanto que se oye eso de que se va a romper nuestro país y seguimos siendo un único estado. El debate sobre la amnistía, que creo que ha sido necesario debatir y ver sus pros y sus contras, está poco a poco desinflándose. En parte creo que se debe a que sus retractores no encuentran la manera de meter mano al texto que se ha registrado en Las Cortes (esto en la Unión Europea no les ha preocupado ni lo más mínimo).
El mensaje repetido hasta la saciedad de que se vulnera la igualdad de las y los españoles queda anulado cuando se pregunta a las y los críticos qué opinan de que miembros de una familia, por el mero hecho de haber nacido donde han nacido, tengan más privilegios que el resto de la ciudadanía. Nos guste o no, es constitucional, hasta tal punto que el jefe del Estado es inviolable haga lo que haga y Felipe VI es el Rey por ser varón (sus dos hermanas son mayores que él). ¿Dónde está la igualdad en ambos casos? ¿Por qué no se manifiestan en las calles por esta desigualdad patente?
Al margen de la Constitución, la otra noticia destacada de la semana es que Podemos ha decidido romper con Yolanda Díaz (se supone que con esta jugada ganarán en el Congreso más protagonismo político y mayores recursos económicos, pero ya veremos cómo hacen para conseguir en solitario un resultado aceptable en los próximos comicios gallegos, vascos y europeos) y sus cinco diputados han pasado al Grupo Mixto. Hay quien considera esta actuación de «transfuguismo» y se queja de que haya amparo legal para que cada persona haga con su acta lo que considere oportuno.
Yo creo que Podemos no va a conseguir nada importante con esta operación porque, aunque cada voto sea necesario, su poder de influencia no es el mismo que tienen otros partidos que sostienen al PSOE y a Sumar en La Moncloa. Confío también que este paso dado por la formación morada no desestabilice en absoluto al ejecutivo nacion
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