Maneras de hablar

Diego Valiño
Diego Valiño OVIEDO

OPINIÓN

Santiago Abascal

15 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El lenguaje y la forma que tenemos de utilizar las palabras es importante. No estoy descubriendo algo nuevo, pero lamentablemente en esta época de la postverdad (dirigir el relato, que puede ser cierto o falso) va a mayores. Esta semana el periodista Fran Sevilla y la actriz y directora de cine Mabel Lozano estuvieron en dos eventos distintos celebrados en el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo/Uviéu y así lo remarcaban así al poner como ejemplos las narraciones que se hacen a determinados conflictos bélicos y a todo lo que rodea la prostitución. Buscar la manera de hablar y decir las palabras correctas es elemental para no manipular (implícitamente) mensajes. Se puede ser vehemente y duro desde el respeto o se puede ser simple e insultante. Con el segundo caso nos estamos malacostumbrando a que se le dé más publicidad lamentablemente. No se puede defender unas palabras tan llenas de odio como las realizadas por Santiago Abascal al diario argentino Clarín, diciendo que a Pedro Sánchez «habrá un momento que el pueblo querrá colgarlo de los pies». La legítima oposición política (tan necesaria en una democracia) no es compatible con declaraciones de este tipo. Todo demócrata debe condenar esta clase de comentarios (y sin peros que valgan). Es verdad que cada partido político tiene que contentar a su parroquia y que la de Vox no es ni mucho menos un ejemplo de nada, pero estas cosas nos deben poner en alerta. Cuando la ultraderecha no existía o estaba escondida en partidos residuales nos podía hacer gracia, pero ahora no podemos mirar para otro lado porque Vox representa, tras las elecciones del 23 de julio, al tercer partido con más apoyo popular en España.

Fuera de nuestras fronteras, además del inicio del gobierno de Javier Milei en Argentina, se celebró una inusual sesión de control al Gobierno en Estrasburgo, porque las intervenciones de las y los eurodiputados (y de un perro espontáneo, que se puso a ladrar al final del debate) que replicaron al presidente del Gobierno no lo hicieron por su gestión en este semestre al mando de la presidencia europea, sino que lo hicieron a cuenta de la ley de la amnistía (cuyo texto fue aprobado el martes en el Congreso y ahora continuará su tramitación en el Senado, donde el PP tiene la mayoría absoluta). Ni el nacionalismo catalán desde 2017 ni la derecha política española tras la investidura de Pedro Sánchez han conseguido internacionalizar este asunto, que a ojos del resto del mundo es un problema interno de nuestro país (y eso que ambas partes se esforzaron al máximo para conseguirlo. Al margen de lo que podamos opinar sobre la idoneidad o no de esta medida de gracia, hasta la fecha todas las propuestas realizadas por Pedro Sánchez han sido exitosas y han rebajado la tensión en Catalunya. No sé si ha sido suerte (tal y como le dijo Isma Juárez, reportero de El Intermedio, que frotó su décimo de lotería en su chepa) o acierto fruto de hacer política en mayúsculas (que exige negociar, ceder y consensuar un acuerdo que desatasque una situación enquistada). Sobre esto quien se ha llevado la palma es la vicepresidenta Teresa Ribera, a la que hay que felicitar por su excelente trabajo en la COP28. La verdad es que merece la pena resaltar a dirigentes como ella que sirven de contrapeso ante tanta mezquindad, y más ante un evento que empezó con un récord de asistencia de lobistas del petróleo (como si en una conferencia de paz estuviera atiborrado de fabricantes de armas) que nada hacía presagiar que doscientos países se pusieran de acuerdo para dejar atrás los combustibles fósiles (es verdad que no es vinculante, pero sí que es todo un paso y una manera de hablar y de decir que el mundo debe abandonar este camino en los próximos años).