No llores por mí, Argentina

Carlos Estévez Mengotti TRIBUNA

OPINIÓN

DENIS BALIBOUSE | REUTERS

24 ene 2024 . Actualizado a las 21:59 h.

Cuando Samuelson hablaba de las políticas Stop and go, se refería a una economía ideal en la que los agentes económicos, racionalmente, decidían entre hacer crecer la riqueza y distribuirla. El caso argentino es un antiparadigma de esta teoría, ya que solo se centra en el stop. El planteamiento es que repartimos lo que hay, así como lo que no hay, entre aquellos menos favorecidos, que van a votarnos por su dependencia económica de nosotros, y nos mantendremos en el poder ininterrumpidamente. Es evidente que el resultado ha sido un 40 % de ciudadanos al límite de la pobreza y un 10 % en la más absoluta indigencia. Una deuda pública calificada de CCC —es decir, insolvente—. Una producción que, con 46 millones de habitantes, es un tercio de la de España con 48 millones. Cuatro veces menos de gasto público sanitario por ciudadano que en España y, en diciembre del 2023, un IPC acumulado en el año del 211 %. Las exportaciones de las compañías privadas estaban sometidas a un control estatal que solamente repercutía una parte de lo exportado en beneficio de las compañías exportadoras, el resto se lo quedaba el Estado. Individuos vinculados a las centrales sindicales del Gobierno eran, a su vez, los encargados de ratificar los salarios de supervivencia de los individuos necesitados, lo que convertía a estos en auténticos siervos de los primeros. La política del banco central estaba absolutamente vinculada a las necesidades de generación de papel del Gobierno, al más puro estilo de Enrique VIII, que cuando necesitaba un castillo se lo financiaba disminuyendo el níquel de sus monedas. Ello, en un país rico en energía, talento y con grandes capacidades.

Esto es la consecuencia de utilizar el estado del bienestar con fines políticos. No es lo que defendían Galbraith con su estado del bienestar o Ludwig Erhard con su doctrina ordo-liberal, que entendían la protección a los vulnerables como un camino para reincorporarse al sistema social. Ha llegado el final, un final abrupto y trágico. La responsabilidad que algunos han intentado desviar no tiene más destinatario que los irresponsables que han dañado de la economía y a las personas.

Siguiendo a Javier Milei desde hace más de dos años, y extrayendo de él lo histriónico, destaca el profesor experto en crecimiento. Milei es catedrático de Teoría Económica, execonomista del HSBC, consultor del G-20, ha escrito diez libros de economía y 53 artículos en revistas científicas. Entiendo su lenguaje, filtrando la parafernalia. Habla de un plan de estabilización, como los pactos de la Moncloa lo fueron en su día en España. El FMI, en un informe del 10 de enero de este año, ratifica la liberación de 4.700 millones de dólares y comparte los planes de fortalecer el régimen cambiario, desplazar el crecimiento sostenible al sector privado, reconstruir las reservas del banco central, mantener la asistencia social mejorando su distribución, preservar las pensiones y otras muchas medidas que como indica el FMI, son producto de «los grandes reveses del Gobierno anterior». El FMI, tan criticado, es ahora el único financiador de la economía Argentina.

Apelar al empresario emprendedor, como generación de empleo y de riqueza, es una obviedad. Nadie duda en Europa de lo imprescindible de esa figura, estímulo de la actividad y fuente del bienestar social. Pero Milei se ve obligado, como ha dicho en Davos, a reiterarlo, para transmitir confianza.

De momento no queda nada que redistribuir, solo hacer «crecer el pastel», como decía Samuelson. Es muy pronto para ver indicios claros en una situación tan límite como la de Argentina.

Cuando la mentalización de los ciudadanos y la instrumentalización de las ideas impiden a la ciudadanía un pensamiento libre, suceden cosas como lo que ha pasado en Argentina. Les debemos al menos el beneficio de la duda en este nuevo camino. No olvidemos a todos los que viajaron a principios del siglo XX estimulados por el dorado de Buenos Aires. Esa riqueza contribuyó de alguna manera a impulsar la economía de Galicia.