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OPINIÓN

Día de San Valentín
Día de San Valentín CAPOTILLO

16 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno, que a estas alturas de la vida es hipersensible a ciertos mensajes subliminales y por supuesto a otros más explícitos, se da cuenta de la avalancha comercial y mediática de este «singular» San Valentín. Con la moda del el, ella, ello, elle… la oferta sexual y amorosa se ha ampliado enormemente, es verdad que no hay nuevo bajo el sol, pero por lo menos este relativismo moral que nos ha tocado vivir, normaliza todos los supuestos imaginables. Ni que decir tiene que esta circunstancia no es mala, al contrario, hoy más que nunca tenemos libertad para escoger lo que más nos gusta, - como debe ser-. El problema es que nos fuercen a tener que amar un día concreto. Pero claro, si partimos que los escarceos «amorosos» de los realities tipo «Isla de las tentaciones» y demás refinamientos televisivos son un modelo a seguir… pues mal vamos. Personalmente estos personajes concupiscentes, lujuriosos, lascivos y un tanto cortos desde un punto de vista intelectual, -seguramente de otras capacidades van sobrados- me producen sentimientos de pena, aversión, o «de pura envidia cochina». Pero permítame de nuevo que haga hincapié en el carácter excepcional y original de esta festividad. Curiosamente me parece que hay una inusitada actividad u oleada de erotismo, sensualidad o picardía que, en otras ocasiones, no me ha llamado tanto la atención -aunque bien pudiera deberse a que estoy cumpliendo años-.

Volviendo al tema que nos ocupa, esta convergencia lividinosa fruto de la coincidencia del buen tiempo y el desenfreno propio del carnaval, está haciendo que seamos bombardeados por un sinfín de señales erotico-sensuales que persiguen como objetivo despertar nuestros deseos más ocultos para que consumamos amor enlatado -Qué bien lo pasaría el Dr.Freud si observase este espectáculo mediático-, y es que nuestro austriaco amigo ya habló hace mucho tiempo de la importancia del inconsciente a la hora de interpretar nuestro repertorio sexual, ese catálogo de simbolismos que nos es dado por nuestra cultura y que es interpretado de una forma u otra para dar sentido a la experiencia subjetiva que hemos forjado en la infancia, y que gracias a la madurez encubrimos y reprimimos -menos mal-.

Es divertido ver el arsenal erótico que ha desarrollado nuestra cultura, y es que hacen falta eventos de esta naturaleza para reflexionar sobre lo complejo y enrevesado que puede llegar a ser la psique humana. Para contentar estos subrepticios deseos la mercadotecnia incluye un nutrido repertorio que va desde los más sofisticados e inútiles atuendos, incluida toda la colección de Woman Secret -por cierto estupenda en su contenido y continente-, hasta los accesorios más hilarantes, como esos sustitutos cercenados de hombre o mujer, satisfyer o aquellos inflamados clones de latex que esbozan sonrisas sardónicas, y que si tomaran vida harían gritar al mismísimo Pigmalión.

Lo cierto es que si queremos evitar esta invasión carnal no tenemos muchas opciones, exceptuando el apagón tecnológico, con el consiguiente regreso a la edad primigenia, así que haga como yo y soporte, dependiendo de las cookies que tenga, el asedio de los avisos amatorios. Recuerde además que cuando usted vea esos reclamos carmesí, un 14 de febrero de hace mucho tiempo, un tal San Valentín fue martirizado en tiempos de los romanos por desposar a parejas de enamorados, -algo debió intuir ese malvado emperador latino sobre la causa del fin de la pasión-.