Lo que se propaga

OPINIÓN

Los candidatos Alfonso Rueda, Ana Pontón, José Ramón Gómez Besteiro y Marta Lois, en un momento de la noche electoral
Los candidatos Alfonso Rueda, Ana Pontón, José Ramón Gómez Besteiro y Marta Lois, en un momento de la noche electoral

23 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Puede que no haya nada peor que tener altas expectativas y que luego no se cumplan. En edad escolar se nos enseña que lo importante es participar, pero a medida que nos vamos haciendo mayores la realidad nos dirige a una competitividad que no permite quedarse a medio camino. No hay margen para fracasar, y a diferencia de las vidas que disponemos en los videojuegos para no tener que volver a empezar de cero, el mantenerse en una función o puesto sin haber cumplido los objetivos establecidos se hace muy difícil. El pasado domingo en Galicia, cuando ya se habían cerrado las urnas, a gran parte de los participantes en las retransmisiones especiales de diferentes televisiones se les podía escuchar (tras conocer los sondeos a pie de urna) «hay partido». Fallaron, porque a medida que se iba conociendo el recuento oficial, el PP no solo se mantuvo siempre en el primer lugar, sino que además su mayoría absoluta nunca peligró. Días previos al domingo electoral también se propagaba el mismo mensaje de que todo estaba abierto y que cualquier cosa podía pasar, apoyados por la afluencia de personas a los mítines del BNG y del PSdeG, al éxito de manifestaciones en defensa de la sanidad pública y a las concentraciones en solidaridad con las y los trabajadores de TVG (ante sus denuncias por la manipulación informativa). Los comicios gallegos no se han llevado por delante a Alberto Núñez Feijóo, que podía ver peligrado su liderazgo (y más tras la revelación del cambio de criterio de su partido sobre las medidas de gracia a dirigentes nacionalistas catalanes). El ascenso del BNG se vio truncado por el fuerte desplome del PSdeG, y una de las causas que podrían estar detrás del descenso de votos y escaños es que en las últimas cinco elecciones ha habido cinco candidatos distintos. A diferencia de Ana Pontón que ha tenido ocho años para reconstruir un partido que lo había pasado muy mal cuando irrumpieron otras formaciones (Anova y En Marea, que han sido incapaces de mantenerse en el tiempo a través de Sumar y Podemos), las y los socialistas gallegos deberían apostar por consolidar un liderazgo (así lo pidió también Pedro Sánchez en la Comisión Ejecutiva celebrada el pasado lunes para analizar lo acontecido el 18 de febrero) que les permita combinar la fuerza de la marca con la imagen de una persona que persuada y tenga opciones reales conseguir ese anhelado cambio en la Xunta de Galicia para 2028. Lo que asombra a propios y desconocidos es que Vox siga teniendo una fuerza extraparlamentaria y residual en Galicia (solo tienen una concejala en el ayuntamiento orensano de Avión), y en el caso de Democracia Orensana vincularía su escaño al mismo fenómeno de formaciones de la llamada «España Vaciada» que en anteriores elecciones en nuestro país consiguieron representación parlamentaria. Con todo el pescado vendido en Galicia, ahora toda la atención se trasladará a Euskadi.

Me preocupa mucho el mensaje de la antipolítica y el antisindicalismo que a veces se difunden por los medios de comunicación. Esta semana he visto a agricultores en Madrid con pancartas contra los sindicatos (Asaja, COAG, UPA y otros) y con declaraciones ofensivas hacia su labor (se podrá estar de acuerdo o no con su modo de actuar, pero no puedo compartir que se desprestigie su función de defender los intereses de las y los trabajadores) ante las protestas que se están produciendo en diferentes lugares de nuestra geografía (sin que nadie sea capaz de aclarar a quién o quiénes representan realmente ellos). Tampoco me ha gustado ver la repercusión que ha tenido la pregunta del exfutbolista Juan Carlos Unzué acerca del número de diputadas y diputados asistentes a un acto celebrado en el Congreso con enfermos de ELA (en esa sala estuvieron presentes los portavoces de Salud de los cinco grupos mayoritarios de la cámara baja y el ministro Pablo Bustinduy). Que no hubiera más parlamentarias y parlamentarios allí no significa que no tengan interés en conocer la enfermedad, ni que no empaticen con las personas que la sufren ni que en ese momento anden de juerga, durmiendo o vagueando. Sí que es objeto de crítica el retraso de la ley en la tramitación legislativa y las prioridades que cada partido pone al campo de la salud, pero no que de 350 diputadas y diputados estuvieran cinco (que, volviendo a lo que dije antes, estaban presentes las personas que llevan estos temas y que ellas y ellos mejor que nadie podrán transmitir a sus compañeras y compañeros de filas lo que allí se dijo, se debatió, se criticó y se reivindicó). Creo sinceramente que toca hacer una reflexión sobre este tipo de comentarios que se propagan, porque esconden mensajes peligrosos para el sistema democrático (solo sirven para aumentar la desafección social).