No. Los jóvenes lo tienen crudo. En unas líneas. No se pueden emancipar, no pueden tener un trabajo de calidad. Eso lleva a unas vidas a medias, cuando no a la intemperie. Así es su situación. Cada vez más preparados, para nada o para poco. Su situación para acceder al mercado laboral y lograr una autonomía suele ser un relato cuando menos surrealista. Los poderes públicos se llenan de promesas que explotan como pompas de jabón. Hace falta una estrategia como país para los jóvenes. No solo medidas que nunca se aplican. Es normal que se sientan distanciados de la clase política. No les compran lo que les venden, da igual el color del partido. No se trata de crear un ministerio de juventud. La cuestión es que las decisiones que tomen las autoridades les ayuden de verdad a salir adelante. Y que lo que se aplique tenga una continuidad en el tiempo.
No pueden comprar piso. No pueden alquilar piso, según en qué ciudades. Cumplen años viviendo con otros compañeros de vivienda, como si siguiesen estudiando sus carreras. Los sueldos no les llegan para dar el salto de verdad que más apetece a esa edad: el de verte independiente, libre, sin necesidad de que tus padres o tus abuelos te sigan echando una mano o las dos. A la mayoría no les salen los números. Son muchos los que solo pueden acceder a un piso si sus mayores les ayudan con un dinero que no les alcanza. Son muchos los abuelos que utilizan parte de su pensión para que los nietos puedan tener algo de dignidad. Eso es simplemente el mundo al revés. Algo está fallando en el sistema. Antes empezabas a trabajar y, aunque los sueldos también eran escasos, veías una posibilidad de promoción en el horizonte. Sabías que si te esforzabas empezarías a ganar una cantidad más razonable. Ahora tienen la sensación de que ese mañana jamás llegará. Tiene que ser una sensación asfixiante.
Es muy típico que se critique a los jóvenes, en vez de ponerse en su lugar. Un clásico es decir que no tienen el grado de compromiso que generaciones anteriores. Es mentira. No son tontos. Nadie se esfuerza para que todo siga igual. Nadie se emplea a fondo si lo que te queda, año tras año, es llegar a tu cuarto en un piso alquilado entre varios. Si compran un coche, se quedan sin un brazo. Si compran un piso, se quedan sin el otro brazo y sin una pierna. Antes te hipotecabas y, poco a poco, salías. Ahora te hipotecas y te abonas a la nevera vacía, a comer yogures. No son reales esos anuncios que nos vende la publicidad de unos jóvenes sobrados de pasta que pasan un finde de viaje en Londres y el siguiente puente de finde en París. Si hacen un viaje también tienen que recurrir a sus padres. Si mejoran sus estudios en el extranjero, con programas como el Erasmus, que es cierto que no había antes, también es gracias a la generosidad de sus seres queridos, no del sistema. Hay que ayudarles con el dentista o para sacar el carné de conducir. Tenemos un problema gordo con los jóvenes. Son nuestro relevo natural y lo estamos haciendo fatal. Necesitan mejores condiciones en vez de colocarlos ante una carrera de obstáculos que solo los lleva hacia atrás.
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