De Mariúpol a Gaza. De la devastación del ataque ruso a un hospital materno-infantil al dolor infinito, sin rostros a la vista, de una mujer palestina que abraza el cuerpo inerte de su sobrina de cinco años, víctima de un misil israelí.
La imagen que ganó el World Press Photo 2024 evoca una «pérdida inimaginable». Sacude conciencias. Agita entrañas. Nos sitúa frente a un espejo roto, el de nuestra humanidad. El de nuestra hipocresía. No hemos reaccionado igual al horror en Gaza que a la invasión rusa de Ucrania, retratada en la foto que ganó el certamen en el 2023.
Aquella foto de Evgeniy Maloletka mostraba a una mujer embarazada llevada en camilla frente a un hospital bombardeado. La de Mohammed Salem circuló ayer con velocidad por las redes y se vio en todos los informativos. ¿Servirá para aumentar la solidaridad internacional con los gazatíes? Tal vez por un breve instante. ¿Y para aliviar la situación en la Franja? No. Eso parece imposible.
Conviene recordar que el último movimiento de la opinión pública mundial no lo provocó el drama de los habitantes de Gaza, sino el bombardeo de los cooperantes de la oenegé del chef José Andrés. Todo apunta ahora a que los destinatarios de las represalias israelíes contra el ataque aéreo iraní serán los de siempre. Solo las voces habituales protestarán. Y buena parte del mundo respirará aliviado porque en la diana no estarán los ayatolás, sino los palestinos.
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