Así de claro es. Cansados estamos los ciudadanos, presidente. A usted, el cargo y la carga se le suponen. No es la primera vez que le atacan de forma descarnada. Tampoco será la última. Pero no ha dejado de lado su costumbre de ponerse siempre en el centro de todo. No sé que comunicará mañana. Eso lo dejo para los ufólogos de la política. Le escribo como un ciudadano cansado de las múltiples fatigas que dice que soporta, incluidas las de tener un Gobierno que ha dividido por la mitad al país y que no ha sido capaz ni de sacar unos presupuestos adelante. A usted siempre le han fortalecido los ataques. Es el terreno en el que mejor se mueve. Es usted quien acostumbra a buscar nombres, fachosfera, para ahondar en el voto emocional y mantener a España partida. Es la que le sirve para salvar la presidencia con pactos innombrables y por los pelos, haciendo imposible cualquier otra mayoría.
Su carta es emocional. Y creo que profundiza en su política de divide y vencerás. Está sobrecargada de tópicos. Es un canto a la conjura universal contra usted y su forma de entender la gobernanza, siempre al límite. Se cosecha lo que uno siembra. Es hermoso el pronunciamiento casero de su profundo amor por su esposa. Pero un presidente de un país no puede irse al rincón de pensar durante cinco días como si nada. Menos mal que España es una economía robusta y aguantará su desaparición e incluso la decisión que dé a conocer mañana.
Si las acusaciones sobre su mujer son mentira, nada mejor que, en lugar de esconderse, salir a decir punto por punto en qué consiste la verdad y a desvelar punto por punto cuáles son el tamaño de las falsedades. Es inaudito lo que ha hecho. Pero no es la primera vez que lo lleva a cabo. Ya dimitió en otras dos ocasiones, primero como secretario general del PSOE y después como diputado para no votar la investidura de Rajoy, siempre saliendo victorioso. Sea una moción de confianza o una dimisión lo que nos espere mañana, usted saldrá fortalecido. Lo peor de llevar otra vez al extremo sus decisiones es que España estará ese lunes más dividida que nunca. Será una España que mira con horror hacia el 36, con dos bandos enfrentados en vez de dos grupos de votantes democráticos que deciden las mayorías que prefieren. Ha decidido que los españoles votemos una vez más con las vísceras. Sabe que es la mejor estrategia para usted. O realmente no conoce otra.
Un presidente tiene derecho a estar cansado, pero el poder que representa le obliga a tragarse ese hartazgo. No hay precedentes de un parón así dejando un país entero confrontado y desvelado hasta mañana. ¿Se imaginan a Biden diciendo que se lo va a pensar cinco días? ¿Se imaginan a Macron cancelando toda su agenda para meditar si deja el Gobierno o no en Francia? Sánchez va ganando, porque es capaz de llegar a donde nadie se atreve. Lo que queda por medir son las consecuencias de su amago de espantada. La máquina del fango que tomó prestada de Umberto Eco es cierto que existe en este país. Pero a ella contribuyen por igual los extremos de ambos bandos. Es usted, presidente, el que se siente más cómodo con una España que no piensa, que solo siente.
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