Las negociaciones

OPINIÓN

Salvador Illa (PSC) celebra su victoria en las elecciones catalanas
Salvador Illa (PSC) celebra su victoria en las elecciones catalanas Nacho Doce | REUTERS

17 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay una sensación ciudadana muy extendida de que en las noches electorales todo el mundo gana, sobre todo por los mensajes que se transmiten por parte de los diferentes partidos (una vez que los escrutinios están muy avanzados). En Cataluña no fue menos, aunque yo creo que los únicos que tenían motivos para festejar sus resultados eran los ganadores en votos y en escaños. Pienso que Salvador Illa se merecía conseguir los mejores registros históricos del PSC, sabiendo que en esta época en la que está tan dividida la sociedad quedar el primero no significa acabar gobernando (y si no que se lo digan a Alberto Núñez Feijóo). 

Como cabría esperar, no hay unanimidad en la respuesta a la pregunta de si los resultados de las elecciones del pasado domingo han terminado definitivamente con el ‘procés’. Bajo mi punto de vista, el nacionalismo catalán ha sufrido un duro revés, especialmente centrado en Esquerra Republicana, pero a la postre son quienes tienen en su mano conformar el próximo ‘govern’. Esta situación puede abocarles a una grave crisis interna (o cisma, ahora que ha sonado mucho esta palabra por varias monjas del convento burgalés de Belorado) sobre qué camino coger. Pueden primar su carácter de izquierdas y gobernar con el PSC y Comuns (sumarían la única mayoría absoluta factible y emularían aquel Pacto del Tinell que aupó a Pasqual Maragall), aunque siguiendo las palabras de Pere Aragonès, no estaría asegurada su presencia en el ejecutivo. La otra alternativa es ir de la mano de Junts y estirar el relato independentista del 1 de octubre de 2017, aunque lo veo con muy pocas opciones después de la ruptura con Carles Puigdemont en estos últimos años (y, además, por primera vez los partidos nacionalistas juntos no suman mayoría absoluta) y con la previsible aprobación de la amnistía pese a la oposición del Senado a esta norma (incluyendo a Javier Lambán, que ha sido expedientado por el PSOE). 

Lo que será muy probable es que las negociaciones se eternicen hasta el máximo legal posible. La primera prueba de fuego estará con la conformación Mesa del Parlament, que nos dará muchas pistas sobre el alcance de esos pactos. Hasta que no tengamos la certeza de que Salvador Illa será el próximo President de la Generalitat, sí que podemos dilucidar que Carles Puigdemont intentará aferrarse a los siete votos que tiene Junts en el Congreso para marcar sus exigencias (no tiene otra baza, aunque PSOE y PSC han negado cualquier tipo de acuerdo desde Madrid) y evitar cumplir con su promesa de que abandonaría la política si no conseguía volver a presidir el ‘govern’ (sin duda alguna, Pere Aragonès ha demostrado mucha más dignidad renunciando a continuar, incluso, como diputado). Además del batacazo de ERC, el otro gran perdedor ha sido Ciudadanos. No es una sorpresa viendo su desaparición en prácticamente todo el país, pero no es cuanto menos significativo que su origen fue precisamente en Cataluña y que llegó a secundar aquella chorrada mayúscula de Tabarnia para contrarrestar al nacionalismo. El partido de Ada Colau aguanta como puede, si bien parece seguir el mismo camino descendente de Podemos (que no se presentaron realmente a las elecciones) y la falta de impulso que Sumar está obteniendo en este 2024 (como se vio también en Galicia y en Euskadi). Lo que no me parece una buena noticia es la baja participación que hubo (57,9% del censo) ni el ascenso de la derecha, sobre todo porque en la campaña se oyeron mensajes con tintes xenófobos en los actos de Aliança, el PP y Vox. En el caso de los dos últimos, me resulta curioso que la lectura nacional que hicieron con las elecciones en el País Vasco fue que el PNV y Bildu suman juntos mayoría absoluta (aunque sean proyectos políticos antagónicos). Sin embargo, ahora no han dicho nada justificándolo en que el PSC es un partido nacionalista más (algo que saben perfectamente que no es así) ni han reconocido que el clima de tensión político y social que había hace siete años hoy no permanece vivo.

Mientras las negociaciones siguen su curso, ahora toca poner la atención en Europa. Espero que las próximas elecciones del 9 de junio despierten el interés que deberían tener porque nos jugamos muchas cosas.