Menores extranjeros no acompañados.
Acompañados, eh ahí el «vocablo» negativo: NO acompañados. La compañía es la clave. La columna sobre la que se sostiene la legalidad.
Lo legal, lo social, lo humanitario, lo conveniente, lo necesario, lo…Cuántos 'loes' por defender, cuántos por descubrir y, sobre todo, cuántos por asumir.
Los mena, se reparten como cromos por la geografía nacional. Unas regiones, cumplen con la solidaridad humana. Otras, no quieren ni oír del tema. Usan cualquier artimaña para dejar bien claro que ellas son xenófobas, egoístas, inhumanas. Que les dejen en paz.
Como si estos pobres niños/as fueran culpables de haber nacido en naciones en guerra, presas de la miseria y en circunstancias de desigualdad. Como si ellos fueran los señores de pipa y puro que dirigen los destinos del mundo y abren más las brechas del hambre y la crueldad de las guerras.
Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra. Lanzar piedras, balas y todo tipo de armamento es el fenómeno que convulsa los cuatro puntos cardinales.
No hay rincón donde no se eternice unas luchas violentas y fratricidas. Las hay de acción directa y muertes crueles e indefensas.
Pero, hay otras permanentes en el tiempo y lacerantes sin piedad. Aquellas que se alimentan en el odio, el desprecio, el abandono, el de no ver en el prójimo un ser de carne y hueso con las mismas necesidades vitales que los demás.
Necesidades de alimento, de sanidad, de educación, de vivienda, de familia, de hogar.
Esas personas, menores de edad llaman a nuestras puertas de la sociedad de la abundancia. De la bien llamada sociedad del bienestar. Y, cerramos a cal y canto las fronteras. Si pudiéramos hasta las del mar.
Y, aquí, en el mar está nuestro «enemigo», nuestro punto débil. Y pateras y más pateras cargadas de menas navegan por nuestras costas en busca del PAN.
Llaman a nuestras puertas y hacemos oídos sordos, y esquivamos el bulto. Y, que lo carguen los demás.
Políticos de tres al cuarto, autonomías que vivís del mar, aunad vuestras fuerzas para que estos menas no tengan que abandonar huyendo de sus tierras. Y, una vez ya metidos en la aventura de huida, no les cerréis las puertas. Sed humanos y hospitalarios. Dadles un nuevo hogar.
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