Hay quien considera que es bueno reírse de todo, hasta incluso de lo que no hace nada de gracia (aunque suene paradójico). Hay bromas de las que es casi imposible sacar una sonrisa, pero verdad es que si no nos tomáramos con humor ciertas situaciones, estaríamos aún más enfadados e indignados con lo que nos rodea. Puede parecernos cómico ver a Nicolás Maduro mandando ‘al carajo’ a WhatsApp mientras lo desinstala en su teléfono mientras sigue, a día de hoy, sin mostrar a la comunidad internacional las actas que acrediten que ganó las elecciones del 28 de julio. Aunque al presidente venezolano no le convenzan ciertas redes sociales por la desinformación que propagan, también hay que decir que también difunden ingeniosos memes. A veces nos pensamos que lo friki pasa lejos de nuestro entorno, pero no, a nuestro alrededor también tenemos lo nuestro. Justamente ayer vivimos un acontecimiento patético con Carles Puigdemont, que está, inexplicablemente, en paradero desconocido. No creo que nadie lo considere un lumbreras pero hay que reconocerle que todos sus performances le han servido para vivir del cuento estos últimos siete años (organizó una estafa de referéndum, aprobó leyes de desconexión en el Parlament, promulgó durante nueve segundos la independencia catalana y se fugó de España en un maletero de un coche). Es realmente indignante que una persona, para la que pesa una orden de detención (se puede hacer la lectura de que debería haber sido ya amnistiado y nos hubiésemos ahorrado su numerito), sea capaz de subirse, y sin que nadie se lo impida, a un escenario en pleno Arco del Triunfo de Barcelona, para luego en cuestión de minutos desaparecer. Junts jugó al continuo despiste difundiendo posibles escenarios, y el plan funcionó para evitar la detención. En el fondo buscaban eclipsar la verdadera noticia del día (la elección de Salvador Illa como President de la Generalitat) y que lo prioritario fuera su líder, pero de cara a la opinión pública el espectáculo no pudo ser más dantesco, más bochornoso, más burlesco contra la normalidad democrática (porque se produjo además momentos antes del inicio de la investidura) y más cobarde, porque a diferencia de otras y otros líderes independentistas, Puigdemont sigue desafiando y huyendo de la justicia española.
Mi enhorabuena a todas y a todos los deportistas españoles que participaron en los Juegos Olímpicos, porque hicieron un gran papel en París. Todas y todos los que van a un evento de esta transcendencia aspiran a lo máximo. Aunque han entrenado muy fuerte más de cuatro años, es verdad que no siempre consiguen llegar a lo más alto. No he podido ver todo, pero sí que en algunas tardes tuve la oportunidad de seguir las retransmisiones. Me parece oportuno empezar por Carolina Marín, porque ha sido muy injusta la lesión de rodilla que le privó llegar a la final y, quien sabe, revalidar el oro que ya había ganado en 2016 en Río de Janeiro. No obstante, creo que ha sido bastante unánime alabar su brillante carrera, su capacidad de lucha y lo buena gente que es tanto dentro como fuera de la cancha de juego. Lo mismo pienso de Ana Peleteiro, a la que admiro por el aguante que tiene de tanto intolerante que la insulta por redes sociales. Me prestaron mucho ver los partidos de ‘Nadalcaraz’ y muy poco los gestos obscenos Novak Djokovic. María Pérez y Álvaro Martín se merecen mi aplauso más fuerte, porque su triunfo en la maratón de marcha mixto por relevos fue más que merecido. Mención especial merece Saúl Craviotto, porque con sus seis medallas olímpicas ya es el deportista español que más tiene en su haber. Lo siento por la selección femenina de fútbol, porque sobre ellas había muchas expectativas y a veces la presión juega malas pasadas. Nos tienen acostumbrados a hacer partidazos pero es verdad que frente a Brasil no tuvieron su día. Espero que hoy ganemos a Alemania y que sus homólogos masculinos se hagan con la victoria del torneo frente a Francia. Hay otros deportes, como la natación, que confieso que he visto vídeos cortos por redes sociales, así que no puedo más que mostrar mi admiración por los impresionantes ejercicios del equipo nacional de natación artística. Y para finalizar el repaso, no puedo obviar a quien es en sí, para mí, el espectáculo en mayúsculas. Simone Biles, que consiguió cuatro medallas, es más grande aún cuando no consigue su propósito. Enhorabuena por las cuatro medallas conseguidas, pero gracias por esa reverencia en el pódium (junto con Jordan Chiles) a Rebeca Andrade, una gran muestra de sororidad, de buen compañerismo y, en definitiva, de los valores que deben marcar el deporte.
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