A los pueblos del mundo nos quedan dos meses y medio hasta las elecciones presidenciales en Estados Unidos, y lo que nos deparen después. Van ustedes a permitirme -como humilde integrante del pueblo de España, y, por tanto, de los pueblos del mundo- que empiece a opinar -ya lo decían nuestras abuelas «no por madrugar amanece más temprano» y se contestaban «al que madruga Dios le ayuda»- porque la confusión trata ya -y tratará- de reinar en nuestras conciencias.
Lo primero es olvidarnos de la relación de amor y odio de la pareja Trump-Harris -amor porque ambos representan a la clase dominante estadounidense, y odio porque también representan a las dos fracciones de esa clase, cada vez más dividida ante el ocaso- por lo que Trump le ha dicho a Harris: «sólo recientemente eres negra», y Harris le ha replicado: «eres raro». Tales expresiones de amor-odio son inescrutables.
¿Qué ocultan los arrumacos de Trump y Harris? Que gane quien gane las elecciones en Estados Unidos, ocupe quien ocupe el despacho Oval, su clase dominante -la burguesía monopolista- va a tratar de mantener su hegemonía mundial, y para ello, va a golpearnos -a los pueblos- económica, política y militarmente.
El meollo de clase, el complejo industrial-militar
El presidente Eisenhower cuando dejó su cargo -el 17 de enero de 1961- declaró solemnemente una atrevida afirmación de profundo y largo alcance «que el complejo militar-industrial era un peligro para la democracia estadounidense». Dejaba paso a un nuevo presidente, Kennedy, que fue asesinado cuando a su manera intentó enfrentarse al señalado sector dominante de la burguesía monopolista ante la invasión bélica de Vietnam.
El llamado complejo militar-industrial es el cogollo de la burguesía monopolista de Estados Unidos -un entramado político, militar y económico que se fortaleció con la Segunda Guerra Mundial y que utilizó su superioridad tecnológica y militar estadounidense para imponer la hegemonía mundial. Mantener su superioridad militar ante los pueblos del mundo era -y es- clave.
El complejo se nutre primero de cuantiosos contratos públicos, después en productos de uso civil. Internet primero fue militar, después fue civil, los móviles primero militares, luego civiles, los drones primero militares, ahora civiles, la inteligencia artificial de militar a ya civil. La clave está en quién los controla.
Los BlackStates, aguas negras ante el ocaso imperial
Desde la implosión de la superpotencia soviética en los noventa, Estados Unidos es la única superpotencia, del viejo orden mundial unipolar, que se encamina hacia su ocaso. Por ello, desde principios del siglo XXI, la industria militar estadounidense se ha ampliado al sector de la seguridad, ciberseguridad y nuevas tecnologías aplicadas al campo militar. Ya no solo son grandes empresas fabricantes de vehículos de combate y equipamiento. También son punteras en el campo de la tecnología avanzada, produciendo radares, satélites, cámaras de vigilancia y drones, empresas como Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, Northon Grumman y General Dynamics.
Pero entonces aparecen las aguas negras. Hay que tratar de evitar el rechazo del pueblo estadounidense a las muertes de su gente en guerras por el mundo que no son suyas. Hay que privatizar las guerras y sus muertos. Por ello, Blackwater (Aguanegra en español, aunque ahora se llama Academi), y otras empresas, asumen las tareas de las fuerzas armadas de Estados Unidos en sus agresiones por el mundo.
Obama, Nobel de la paz y ni un solo día sin guerra
El expresidente demócrata Obama -que ha apoyado incondicional y públicamente a Harris- ha tenido el excelso honor de recibir el premio Nobel de la Paz siendo el líder político con sus dos periodos presidenciales sin un solo día sin guerra generada por Estados Unidos en el mundo.
Y pasará a la historia no por apoyar a Harris sino como el presidente que ha mantenido al país en guerra más tiempo que Roosevelt, Johnson, Nixon e incluso que Lincoln. Estamos seguros que la mayoría del complejo industrial-militar estuvo relativamente satisfecha -dentro de la agudización de las contradicciones en su seno ante el iniciado ocaso imperial- con los ocho años de Obama.
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