Dicen que saber dónde estar en cada momento es clave para alcanzar el éxito.
Las últimas ausencias y asistencias protagonizadas por el presidente Barbón no parecen responder a la citada virtud.
Seguro que el lector recordará aquellas jornadas en las que Pedro Sánchez decidió vaciar de toda actividad su presidencial agenda y plantearse si merecía la pena seguir al frente del Ejecutivo. El PSOE movilizó en esos días a sus militantes y simpatizantes con el fin de entonar una coral súplica que animase a su líder a continuar.
Fue entonces, en la reunión del Comité Federal celebrado en la sede socialista de la madrileña calle Ferraz, cuando tomó la palabra Adrián Barbón y, con indescriptible vehemencia, instó a Sánchez a seguir al timón del Gobierno. Confieso no recordar haber escuchado en semejante tono al presidente del Ejecutivo de mi tierra exigir respuestas a quienes competa para los — ya crónicos— problemas que padece Asturias. Su solución, esto sí, bien merece alzar la voz.
De una ruidosa asistencia a una ausencia incomprensible. Adrián Barbón no acudió el sábado 7 de septiembre a la reunión del ya citado órgano de dirección de su formación.
Tras el pacto entre los socialistas catalanes y ERC que permitió la investidura de Salvador Illa, sustentado en una nueva y singular fiscalidad para Cataluña, se esperaba que los socialistas debatieran los posibles efectos del acuerdo sobre el resto de Comunidades Autónomas.
Tras el batacazo socialista en las últimas elecciones autonómicas, Barbón es uno de los cuatro líderes del PSOE que dirige el gobierno de una comunidad autónoma, frente a los once presidentes autonómicos del PP. Esta innegable posición de fuerza del asturiano contrasta con su tibia posición. Barbón ha pasado de evitar dar opinión alguna cuando se anunció el pacto —esgrimiendo que se encontraba en unos días de descanso— a afirmar que no apoyaría nada que fuese en contra de los intereses de Asturias. Cabe preguntarse, tras analizar la situación actual de la región, qué entiende el presidente por «intereses de Asturias».
Y tras lo dicho, una nueva asistencia. Barbón viajó a Barcelona para acompañar a Salvador Illa en su puesta de largo como President de la Generalitat. Para el análisis del lector queda si el gobernante de una pequeña comunidad a la que beneficia la solidaridad entre los distintos territorios de España debe «bendecir» con su presencia un acto hecho realidad por la ruptura, por parte de una gran comunidad, del régimen común fiscal.
La brújula de la oportunidad de Adrián Barbón se maneja por campos magnéticos contradictorios. En los últimos tiempos sus asistencias y ausencias parecen más propias de un militante de una formación que vive tiempos convulsos que de un gobernante consciente de sus obligaciones.
Y a ello, aunque a criterio de quien les escribe sea de menor importancia que todo lo anteriormente expuesto, también responde la no asistencia de Adrián Barbón a las celebraciones en el Santuario de Covadonga del domingo 8 de septiembre.
Tras años en los que el presidente Barbón y el arzobispo Sanz Montes escenificaban sus diferencias en diversos asuntos, uno mediante sus discutibles homilías y otro en declaraciones posteriores, ha sido este año cuando Barbón ha decidido romper con su tradicional asistencia.
No podemos olvidar que una de las primeras cosas que Adriana Lastra hizo tras ser nombrada delegada del Gobierno fue tachar de ultraderechista al arzobispo de Oviedo y señalar la posibilidad de no asistir a los citados actos en Covadonga.
No soy militante socialista, por ello no me ocupa quién dirija en realidad la FSA. Bien distinto es que quien no ha sido elegida para ello marque la agenda del Gobierno del Principado de Asturias y de la presidencia de la Junta General. Juan Cofiño — vicepresidente y consejero de destacable valía la pasada legislatura y cuya salida del ejecutivo formó parte del acuerdo de gobierno entre la FSA e Izquierda Unida y hoy recompensado con la presidencia del parlamento asturiano— también rechazó la invitación del arzobispado.
La militancia política, entendida como ciego acatamiento del parecer del líder de filas de turno, no puede tener hueco en la hoja de ruta de quien debe el honor de gobernar su tierra al voto de sus paisanos.
Tiene el presidente del Gobierno del Principado de Asturias la oportunidad, esta vez sí, de encontrarse en el lugar correcto. Ese en el que se encuentra la firme defensa de una Asturias que no es más pero, por supuesto, tampoco menos que ninguna otra de las tierras que integran la Nación.
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