Hace unos dos años que mi columna «Solteras con gato» se publicó aquí, pero no me sorprende la renovada obsesión del trumpismo y el elonismo con este supuesto fenómeno social. Si uno se pasa por los rincones, más estúpidos que oscuros, de internet, los de la incelada de derechas, puede encontrar alusiones a la soltería femenina en esos mismos términos desde hace muchos años. En España, algunos canales de Telegram solían ser bastante pesados con este asunto que no tardó en ser popularizado con un artículo sobre las mujeres con gato que toman Lexatin y compran whiskas para sus gatos, poco más que un panfleto repulsivo lleno de tópicos delirantes sobre una mujer que tuvo la osadía de desafiar a Dios e ignorar aquello para lo que fue creada: parir y criar niños mientras su macho sale a cazar.
No es casualidad que el Papa Francisco, Elon Musk y el candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos J. D. Vance tengan discursos similares. En el caso de este último, los delirios sobre las mujeres sin hijos se pueden rastrear al menos hasta 2020. Desde entonces, como poco, lleva dando la matraca con una supuesta élite radical demócrata sin hijos que controla el destino de sus compatriotas. El delirante sociópata Elon Musk escribió hace poco un nauseabundo y churretoso tuit en el que se ofrecía a inseminar a Taylor Swift, soltera con gatos y sin hijos, y el Papa Francisco se quejó recientemente de la proliferación de gatos y perros en lugar de hijos. Un cura venido arriba no debería hablar de los hijos que tienen o dejan de tener los demás como si él tuviera alguno, pero este es el mundo que hemos creado y con estos palos hay que arar.
Las idioteces de la manosfera, que es de donde viene toda esta basura, no son inocuas. Son tan peligrosas que ya forman parte del programa político de los ultraderechistas de medio planeta. Poco a poco, como una marea negra, han ido contaminando nuestro entorno y asentándose en nuestras instituciones. Los viejos tópicos de la incelada son recogidos por algunas de las personas más importantes del planeta para incorporarlos a una agenda de verdad dañina, no como la Agenda 2030, una agenda misógina que esconde no muy sutilmente sus ganas de controlar a las mujeres y por extensión a todo aquel que no tenga hijos, señalándoles como un problema a erradicar.
Los delirios de la manosfera suelen mirar siempre a un pasado en el que la progresía no se había adueñado del mundo, una cosa que debían sentir los nostálgicos del Antiguo Régimen, pero debida e involuntariamente caricaturizada. Añoran un pasado idealizado en el que mandaban las entrepiernas de hombres muy hombres, pero obvian que esos hombres muy hombres tenían poder y dinero, que es algo que les falta a la mayoría de los habitantes de la manosfera, engañados por gurús ridículos desde cualquier punto de vista no alucinado que pretenden sacarles los cuartos como en cualquier secta apocalíptica. Ni sucede ni sucederá que el poder político y económico esté en manos de una internacional de solteras con gato, pero desde luego, es preferible un gobierno de mujeres así que un gobierno de chulos de gimnasio e inversores en criptomonedas que, estos sí, están bastante lejos de ser un estereotipo de los habitantes de la manosfera. Lo terrible es que son reales. Ridículos y reales.
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