Dentro de todas las teorías conspiranoicas alrededor del apagón que tuvimos el pasado 28 de abril (durante 5 segundos se perdieron 15 GW de potencia, un 60% de la demanda), la que más me convence es la de que se consiguió frenar el estreno del nuevo programa vespertino de Televisión Española en el que aparecerá, entre otras personas, María Patiño y Belén Esteban (es más, ya hay hasta porras sobre qué nuevo acontecimiento importante tendrá lugar el próximo lunes y, por tanto, motive un tercer aplazamiento consecutivo). No sé si se tardará mucho en saber qué pasó realmente, pero sí pienso que aunque se recoja toda la información necesaria, llevará bastante tiempo que las conclusiones se hagan públicas (por los diferentes intereses que están en juego, sobre todo en la batalla entre los defensores de la energía renovable frente a los de la nuclear).
Aunque el Presidente del Gobierno ha asegurado que no se descarta ninguna posibilidad, a mi juicio es muy positivo que esté prácticamente confirmado que no fue ni un ciberataque ni una intromisión ilegítima en el sistema eléctrico (porque hubiera supuesto un desprestigio a nuestro país y además nos hubiera creado una sensación de debilidad y de sumisión a recibir más ataques externos). Aunque se nos hizo largo estar sin luz diez horas, los expertos han señalado que pasar del ‘cero eléctrico’ a recuperar totalmente el suministro en menos de lo que dura un día es un éxito por el que hay que felicitar a Red Eléctrica, cuya presidenta es Beatriz Corredor.
Yo tampoco me olvido (y lo hago cada vez que ocurre una catástrofe, un evento inusual o cualquier otra circunstancia) de que lo que nos salva es lo público. Sin nuestros impuestos no habría manera de disponer ni de grupos electrógenos para mantener en funcionamiento los hospitales ni de equipos de Bomberos para rescatar a las personas atrapadas en los ascensores. Así que, una vez más, como sociedad debemos reforzar este modelo común e incluso plantear toda clase de mejoras y críticas constructivas, como puedan ser si nos hemos equivocado en dejar en manos privadas cuestiones tan elementales para nuestras vidas como son los servicios de agua, luz y telecomunicaciones.
Lo que más me llamó la atención en Oviedo/Uviéu fue la tranquilidad con la que la gente afrontaba la situación a partir de las 12:33 horas, tal y como quedaron parados los relojes callejeros cuando llegó el ‘cero eléctrico’. También es algo que han destacado las autoridades en el conjunto de la península hasta incluso valorar que el nivel de incidencias había sido mucho menor a cualquier otro día similar (y no nos olvidemos de Portugal, que para quienes somos iberistas y partidarios de la unión de ambos países, en su caso sufrieron el corte por causas imputables a nuestro país). No existió ningún problema de seguridad (principalmente robos) ni hubo que lamentar sucesos indeseables. Mientras ante hechos parecidos en otras partes fuera de la UE la gente corría a las tiendas a adquirir armas para defender sus posesiones, aquí decidimos agotar el pan (en las tiendas que disponían de posibilidad de pagar en efectivo) y en llenar las terrazas de los bares para tomar las cervezas antes de que el frío de las neveras dejara de tener su efecto. Por supuesto que no hablamos de un tema para tomárselo a risa. Muchísimas personas sufrieron horas y horas de atascos en las carreteras, ya que no había trenes ni metro y los autobuses no daban abasto.
Tampoco es menor la incidencia sobre la economía nacional (la CEOE habla de un impacto del 0,1% del PIB) y el impedimento para las trabajadoras y los trabajadores de llevar a cabo su tarea laboral con normalidad. Pero la vida se basa en acumular experiencias y saber afrontar imprevistos, y tuvimos la suerte de poder matar el tiempo paseando (hizo un día muy soleado a lo largo y ancho de España), leyendo libros, durmiendo la siesta o desempolvando un viejo transistor con el que escuchar la radio y enterarse de la última hora (porque aunque las televisiones continuasen emitiendo, al otro lado de las pantallas no había audiencia que pudiera seguir las noticias). Cabe señalar que vivimos en un contexto el que no hay municipio que no escatime recursos económicos destinados al alumbrado navideño mientras hay lugares donde ni con el restablecimiento de la luz volvió el suministro eléctrico. En la Cañada Real de Madrid, concretamente, 4.500 personas (entre ellas, 1.800 menores de edad) llevan cuatro años en esta situación. ¿Hasta cuándo este ‘cero eléctrico’ crónico?
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