La lucha de Samira Hamidi contra el apartheid de género

Gonzalo Olmos
Gonzalo Olmos REDACCIÓN

OPINIÓN

Samira Hamidi en una protesta emblemática frente al Ayuntamiento de Cardiff
Samira Hamidi en una protesta emblemática frente al Ayuntamiento de Cardiff Amnistía Internacional

La activista afgana visitará Asturias esta semana en actos abiertos al público

13 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El 3 de septiembre de 2014, la activista afgana Samira Hamidi, junto con voluntarios de Amnistía Internacional y otras entidades, organizaron una protesta emblemática frente al Ayuntamiento de Cardiff (Gales, Reino Unido). En la ciudad se reunían los dirigentes de los países que forman la OTAN y, en su agenda, se encontraba cómo acelerar el proceso de retirada militar en Afganistán, fortalecer las instituciones del país y, con el tiempo, dar paso a una suerte de reintegración de todas las comunidades del país (incluidas las más refractarias a la modernización) en la vida civil y política del país. Probablemente un objetivo deseable pero, con una objeción no precisamente menor, pues nada permitía garantizar, en un contexto de inestabilidad permanente, que se consolidasen los avances conseguidos en aquel entonces para los derechos de las mujeres en su país. Samira, dirigente de la Red Afgana de Mujeres, se plantó en la cumbre para, en una performance en la que aparecía rodeada de hombres de negro y con bombín, portar un cartel con el lema «hable conmigo y no sobre mí». Denunciaba de esta manera cómo en los procesos de paz concernientes a su país el papel de las mujeres afganas era testimonial, tanto en la composición de las mesas de negociación como en los temas que se abordaban, pese a que se jugaba la continuidad del esfuerzo protagonizado valientemente por las mujeres desde 2002 para ganar espacios de libertad y derechos. Samira pertenece a un grupo de mujeres que, superando todas las dificultades, y con ayuda de distintas organizaciones internacionales, consiguieron formarse en el exterior (Máster en Derecho Internacional de los Derechos Humanos por la Universidad de York, Reino Unido) y trabajaron en su país para construir, con el escaso margen que el contexto de conflicto ofrecía, una sociedad civil que contase con las mujeres. No olvidemos que el Afganistán previo al ciclo de golpes de Estado, guerras, invasiones y desintegración social que se abre en los años 70, conoció una situación bien distinta a la actual en materia de derechos de las mujeres, de modo que ese afán de progreso no era ajeno a otras etapas de la historia del país.

El tiempo, por desgracia, confirmó todas las preocupaciones expresadas por Samira Hamidi en Cardiff. Marginar la voz de las mujeres en los procesos de negociación, acordar en Doha, en febrero de 2020 y bajo la presidencia de Donald Trump, la retirada de las fuerzas militares norteamericanas (actuación culminada posteriormente por Biden), y pensar, ingenuamente, que la Administración de la República Islámica de Afganistán (el sistema constitucional vigente desde 2004) iba a ser capaz de alcanzar alguna clase de conciliación con los talibanes o a contenerlos, sólo llevó, a la postre, al derrumbe de la República y el resurgimiento del régimen talibán. Probablemente nadie esperaba un hundimiento tan rápido como el que terminó con aquellas escenas dramáticas e imborrables de desesperación en el aeropuerto de Kabul el 15 de agosto de 2021, que nos ha contado la refugiada afgana Adela Omid (que vive, trabaja y contribuye aquí, a la par que sigue denunciando lo que sucede en su país). Como resultado, se esfumaron prácticamente de un plumazo los esfuerzos de dos décadas de recuperación de derechos para las mujeres afganas.

El poder talibán ha construido en esta nueva etapa un sistema que Amnistía Internacional y la Comisión Internacional de Juristas han calificado de apartheid de género, pidiendo su reconocimiento expreso como crimen contra la humanidad, pues es un sistema estructural de exclusión y dominación permanente. No se trata solo de políticas represivas aisladas, sino de un marco de opresión sostenido en el tiempo, basado en la radical supremacía masculina y diseñado para justificar y perpetuar la subordinación de un grupo sobre otro. Aplicado además con violencia extrema sobre quien ose protestar, incluyendo ejecuciones, torturas, detenciones arbitrarias y encarcelamiento. En el último año, como relata el Informe Anual de Amnistía Internacional, los talibanes siguieron ampliando las restricciones draconianas que imponen a las mujeres y las niñas. A mediados de 2024 promulgaron una «ley sobre el vicio y la virtud» que prohibía que se oyera la voz de las mujeres en público e impedía usar los medios de transporte a las que no tuvieran marham (acompañante masculino). La ley, además, faculta a los «inspectores de la moralidad» a detener a las personas que violaran el código de moralidad. Las niñas afganas tienen prohibido asistir a clases más allá de la escuela primaria. Las mujeres no pueden participar en actividades deportivas, ir a parques públicos o mostrarse en público sin marham. Las restricciones draconianas de los talibanes diezmaron aún más la independencia económica de las mujeres, lo que ha sumido en la pobreza a los hogares encabezados por mujeres y ha creado dificultades prácticamente insalvables a las que dirigían pequeños negocios desde su hogar.Frente a la inacción de la comunidad internacional, Samira Hamidi sigue batallando por los derechos de las mujeres en su país. Actualmente trabaja como técnica de campañas en la Oficina Regional para Asia Meridional de Amnistía Internacional, y, aunque no puede entrar en su país, recaba por todos los medios posibles (informantes locales, testimonios de personas que consiguen escapar, etc.) los datos disponibles sobre la situación en el terreno. Una labor fundamental para la investigación de los crímenes de los talibanes frente a las mujeres, que ha contribuido a que la Fiscalía de la Corte Penal Internacional haya promovido (23 de enero de 2025) órdenes de detención frente al líder supremo talibán, Haibatullah Akhundzada, y el jefe del poder judicial talibán, Abdul Hakim Haqqani, por el crimen de lesa humanidad de persecución de género en Afganistán.

A diferencia del proceder de los dirigentes internacionales, que prefirieron dirimir el futuro de Afganistán sin hablar con ella (ni con otras muchas mujeres afganas que quisieron ser dueñas de su destino), con Samira podremos conversar esta semana en Asturias, invitada por Amnistía Internacional. El miércoles 14 de mayo protagoniza un acto abierto al público en el Palacio «Conde de Toreno» (Plaza de Porlier, 9, Oviedo), a las 18:00h, junto con la Directora General de Igualdad del Principado de Asturias. Y el jueves 15 de mayo, a las 16:00h, en la Sala de Juntas del Departamento de Filosofía (Campus de «El Milán»), tiene un encuentro con la comunidad universitaria, junto con el Rector de la Universidad de Oviedo, en un acto igualmente abierto a la participación de quien lo desee.