Un papa inesperado

José Enrique de Ayala ANALISTA DE LA FUNDACIÓN ALTERNATIVAS

OPINIÓN

María Pedreda

13 may 2025 . Actualizado a las 09:27 h.

La elección del cardenal estadounidense Robert Prevost como papa ha causado cierta sorpresa porque rompe la tradición de que el pontífice no puede pertenecer a la primera potencia del mundo, para evitar concentración de poder. Pero esta es una concepción un tanto medieval, cuando el papa tenía poder terrenal, incluso ejército. Prevost —León XIV— no va a aumentar el poder del presidente Donald Trump. Al contrario, será un contrapoder que va a servir para neutralizar la deriva integrista del catolicismo en EE.UU. —que apoya sin reservas a Trump—, encarnada en el vicepresidente JD Vance, al que ha criticado abiertamente por tratar de basar su política discriminatoria respecto a los emigrantes en la doctrina de San Agustín, precisamente el fundador espiritual de la orden a la que el nuevo papa pertenece.

La Iglesia es muy sutil y pulsa muy bien el aire de los tiempos. Cuando la política de EE.UU. es cada vez más autoritaria, inhumana, y cruel, intentar que 52 millones de católicos (un 20 % de la población) frenen esa deriva sería su mejor éxito. Cuando la tensión entre el occidente rico y el sur global amenaza una ruptura más profunda y devastadora, elige un papa que tiene la doble nacionalidad estadounidense y peruana, es decir, que es a la vez del norte y del sur, o, dicho de otro modo, que va a defender al sur —como hizo su predecesor— pero viniendo del norte. Un hombre promovido por Francisco que adoptará su mismo mensaje político, porque la Iglesia será de los humildes o no será, y que se declara —por su nombre— sucesor de León XIII, el papa que creó la doctrina social de la Iglesia. Pero con un estilo menos rupturista y más clásico en cuanto a la familia y la mujer, lo que hará más difícil que las cúpulas religiosas y políticas de EE.UU. o de otros países le ataquen o descalifiquen.

Sin duda, el papa es el mayor influencer del planeta, con 1.400 millones de seguidores que escuchan su palabra, por creencias o por tradición, y llega también a otros que no han sido educados en la fe católica, incluidos líderes políticos y mediáticos de otras religiones o culturas. Pero sería un error sobrestimar su poder. Los católicos son apenas un 17 % de la población mundial. La influencia del papa en los países más poblados (China, la India, Indonesia, Pakistán, Nigeria, Rusia, Japón) o en países musulmanes es mínima, y en la Europa católica las sociedades son cada vez más laicas y el peso de la Iglesia más declinante. Actualmente, la ascendencia católica es importante sobre todo en países emergentes, principalmente de Latinoamérica, cuyo peso en el mundo es aún poco relevante. Francisco predicó la paz, y la solidaridad, durante 12 años, como Juan el Bautista, en el desierto.

El papa representa un poder blando en un mundo en el que el poder es cada vez más duro, un mundo que se mueve por intereses. Su única arma es su autoridad moral y la repercusión que pueda tener en las personas que le escuchen. Solo por eso, la posición que adopte en determinados asuntos tiene peso político y es relevante, aunque no tenga efectos inmediatos. León XIV ha empezado su papado rechazando todas las guerras, y sus antecedentes indican que va a predicar el trato humano a los emigrantes, la superación de las desigualdades, la solidaridad con las personas o países en situación precaria. Si es así, seguirá la senda de su predecesor, Francisco, es decir, se distanciará de los centros de poder para defender a los desheredados, y tratará de mediar en favor siempre de los que más sufren.

Pontífice significa constructor de puentes. León XIV puede, por su biografía, ser un eficaz puente entre el norte y el sur que modere su divergencia, destructiva y peligrosa de cara al futuro. Y puede también contribuir a suavizar las crecientes tensiones geopolíticas en un mundo cada vez más dividido y violento, insistiendo en el valor de la paz que tanto defendió su predecesor. Esperemos que así sea.