Alguien se nos acerca y nos quiere hablar de Byung-Chul Han, el grado de sorpresa se nos verá en nuestra faz, lo más seguro es que deberá repetirnos tal nombre que de entrada nos resulta irreconocible. Un nombre tan extraño no es fácil de reproducir oralmente ni tampoco de escribir. Serán escasos los que sean capaces de descubrir a la primera de que nos están hablando de un filósofo norcoreano premiado con el Princesa de Asturias.
Al oír que tal personaje se dedica a la filosofía el escaso interés que se nos haya despertado se desvanecerá, como si la filosofía fuese una disciplina solo apta para especialistas cuando en realidad la filosofía es solo sentir atracción por saber. Gracias a los gobiernos la filosofía es una materia en total desprestigio y desamparo para desgracia de todos.
Cosa bien distinta ocurre si nos referimos a Lamine Yamal, de quien todo el mundo habla. No hace falta recurrir a gente muy futbolera para escuchar alabanzas del joven futbolista a pesar de que su nombre tampoco se aprende a la primera. Sus filigranas con el balón son admiradas en todo el mundo, salvo por una minoría, que los hay, de racistas cuyo cerebro se quedó a medio desarrollar.
Postrados en el sofá y disfrutar de las cabalgadas del chaval del Barcelona resulta agradable a la vista y del todo punto cómodo. Por el contrario para comprender lo que nos aporta la filosofía se requiere un mínimo esfuerzo mental. Cuando Byung-Chul Han dice que en el mundo actual «el rendimiento ha sustituido al sentido» hay que interpretar todo lo que engloban esas palabras.
Para los desmemoriados, para los poco duchos en la materia, ahí está TVE para insistir machaconamente, para que a nadie se le olvide el festival de Eurovisión y si hay alguien que no sepa quién es Melody nos acompañará mañana, tarde y noche. El festival ha de ser un éxito y lo será aunque cada vez esté más alejado de las millonarias audiencias. Un festival donde prima la escenografía a la música, el espectáculo a la canción y la política a la sana competición.
Pensar que la filosofía se pudiera equiparar al futbol o a la música rentable es mera ilusión, pero al menos podemos aspirar a resaltar a personas del calibre del fallecido Pepe Mújica, un político diferente, de andar por casa, un filósofo de la calle, que decía «no soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad». Loar a personas así que son capaces de dar lecciones de vida y alejarse un poco de los fenómenos multitudinarios a los que nos arrastran con fines eminentemente especulativos puede ser saludable para la mente.
No hay porqué menospreciar a un deportista de élite, ni a una cantante del momento, pero si se ha de censurar a la televisión pública por elevar a su parrilla a lo más rancio y deplorable de la herencia de Tele5. La televisión de todos ha de informar, entretener e instruir.
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