Las banderas no se comen

Estefanía Torres EURODIPUTADA EN LA VIII LEGISLATURA

OPINIÓN

Bandera de Asturias
Bandera de Asturias

27 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La política actual vive presa de los titulares. Lo sabe bien el Presidente del Gobierno de  Asturias quien, con su innata habilidad para vender estufas en el desierto, no pierde ocasión de generar los marcos que le interesan. Porque es cierto. En la política que nos rige actualmente es fundamental saber centrar el foco en lo que al político de turno más le conviene. Así que no estaría bien reprochar al señor Barbón que plantee sus propias tácticas comunicativas. Como el pasado 25 de mayo, cuando en el acto institucional del  día de la bandera, Adrián Barbón sacó pecho y anunció su intención de tramitar una ley para oficializar la mencionada cita. Una iniciativa muy pomposa en la línea del brilli brilli  de la administración socialista, a la que tan acostumbrados nos tiene el PSOE, tanto aquí como en el Gobierno central, pero un titular que, en lo sustancial, no cambiará nada.  

He de confesar, antes que nada, que la que suscribe estas líneas no es especialmente de banderas. Es cierto que muchas movilizan sentimientos de colectividad y sirven para compartir sentires e historias que nos identifican como pueblo. Pero no lo es menos que, en ocasiones, las banderas se utilizan para imponer ideas determinadas sobre otros colectivos. Tal vez, por eso, tengo la sensación de que el 25 de mayo no debería ser considerado solamente el día de la bandera, sino el día de Asturias. Más que nada porque lo que se conmemora es el levantamiento de un pueblo que se consideraba libre frente a un ejército invasor. Un pueblo que, por cierto, fue posteriormente ninguneado por los borbones que, como es lógico para sus propios intereses, son más proclives a destruir la soberanía popular que a auparla.  

Aunque Adrián Barbón nunca lo dirá tal cual lo estoy escribiendo yo, el 25 de mayo de 1808 fue un acto de valentía del pueblo asturiano, esencialmente democrático y republicano. La potencialidad de esta efeméride podría ser el germen de algo mucho más poderoso que un acto institucional de soslayo. Porque si el Día de Asturias se celebrase el 25 de mayo la fiesta dejaría de ser institucional para pasar a ser popular y de memoria colectiva. Pero el Presidente prefiere una foto luminosa con la que empezar la semana con titulares grandilocuentes. ¡Qué bien se le da eso al de Laviana, francamente! 

La jugada es maestra. El señor Barbón habla de la bandera pero no del cómo ni del por qué, ni mucho menos pone en jaque a los borbones, ni se refiere a la monarquía impuesta de una saga familiar que lleva robando a manos llenas, también al pueblo asturiano, desde tiempos inmemoriales. Eso no le conviene. ¡Con lo que le gusta a él la parafernalia de los premios Princesa de Asturias, imagínense! Además, tampoco se refiere a la necesidad de que el 8 de septiembre se abandone como festivo institucional para dejar de lado el covadonguismo. Porque Adrián, ya se sabe, es cristiano convencido y practicante. No sorprende que se sienta más próximo a la virgen de Covadonga que a los insurrectos del día 25 de mayo de 1808, por muy grandón que se ponga frente a los medios.  

Pero entonces, ¿qué ha ganado Adrián Barbón anunciando su intención de tramitar una ley para oficializar el día de la bandera? Pues dos objetivos que son vitales para su Gobierno. Por un lado, entretener el debate público en lo simbólico pero sin ir a las cuestiones más esenciales de la efeméride, haciendo incluso que una parte de la sociedad que defiende el reconocimiento oficial del 25 de mayo se conforme con un  titular ramplón y raquítico. Y, por otro lado y en consecuencia de lo anterior, que la semana comience sin hablar demasiado del acontecimiento social más importante en lo inmediato: la huelga en la escuela pública asturiana. 

Al igual que hicieran los campesinos el 25 de mayo de 1808, hoy los trabajadores de la escuela pública deciden batallar por sus derechos. Quieren parar el abuso y la explotación laboral a la que están sometidos por la falta de recursos públicos para garantizar una educación de calidad de todas las personas y para todas las personas. Se  me ocurre que tal vez, por eso, a Barbón no le interese dotar de contenido político la efeméride del 25 de mayo. Si lo hiciera, el pueblo asturiano recordaría que cuando se organiza y lucha no hay quien le pare.  

Y es que instar a la memoria colectiva nos hace conscientes del hilo rojo que une generaciones enteras a lo largo de la historia. Un hilo que teje las palabras soberanía, republicanismo y autogobierno. Un hilo que, desde luego, no se enhebra con iglesia católica y covadonguismo. Un hilo que se identifica con las calles de Mieres llenas para denunciar el genocidio en Gaza y exigir al gobierno español (también del PSOE) que  actúe en defensa de los derechos humanos suspendiendo las relaciones diplomáticas y comerciales con Israel. Un hilo que tejen las personas y los colectivos que no saben rendirse, conscientes de que las banderas no se comen y muchas veces se utilizan para fines propagandísticos de las élites y los gobiernos de turno. Y, sobre todo, conscientes de que los servicios públicos se defienden con organización, determinación y valentía. Porque no hay titulares que valgan cuando el pueblo se levanta.