El vuelco de un cayuco que había llegado a El Hierro hizo remontarme a la tristeza que sentí el 18 de mayo de 2021 (aquel día, mientras veía en directo por televisión la desesperación de miles de personas que cruzaban a nado la frontera de Marruecos con Ceuta, recibí una llamada que me informó del fallecimiento de Sergín, un gran amigo al que muchas personas le seguimos echando mucho de menos [esté donde esté, sé que estará empujando el próximo domingo para que el Real Oviedo ascienda a Primera División]).
Al igual que en aquel entonces, yo estaba delante de una pantalla viendo como se agarraban a la vida todas esas personas, que llevaban más de diez días a la deriva, y de la que desgraciadamente siete de ellas (cuatro mujeres y tres niñas, más un bebé desaparecido) murieron ahogadas. Me cuesta entender por qué en esta ocasión no ha habido ninguna entidad, como pueda ser la FEMP, que no haya convocado concentraciones de repulsa a lo alto y ancho del país.
Creo que es importante hacerlo no para una foto, sino para concienciar y contrarrestar manifestaciones racistas y xenófobas, como la realizada por Falange hace una semana por las calles del centro de Madrid con unas trescientas personas (muy jóvenes y vestidas de negro) que gritaban «joven español, defiende tu nación». No, esta gente no viene a robar ni a quitarle el trabajo a nadie (conste que las y los intolerantes no repudian a todos los extranjeros [porque aceptan a los jeques árabes y a los ucranianos rubios], sino que a quien odian es al inmigrante pobre). Cabe recordar que la frontera más desigual del planeta es la que separa España de Marruecos.
En África muchísima gente arriesga su vida transitando hacia le primer mundo teniendo que saltar las vallas o viajando de manera muy precaria en un cayuco. Huyen del hambre, de la miseria y de guerras crueles. Acumulamos tantas desgracias en Ceuta, en Melilla y en Canarias que creo que el conjunto de las y los europeos no podemos mirar para otro lado. Aunque en nuestro país se ha conseguido frenar en buena parte ola reaccionaria que azota al planeta (en la vecina Portugal, donde se han celebrado elecciones recientemente, la ultraderecha ha quedado en segunda posición), el PP ya ha anunciado que la ponencia de su próximo congreso tendrá un destacado apartado a la inmigración. Solo espero no ver una competición por el mismo discurso de Vox, porque aunque aún resten dos años de legislatura (aunque solicitan apoyos a los partidos que sustentan parlamentariamente al gobierno de coalición para una moción de censura), si vuelven a La Moncloa no sería extraño que quisieran repetir el contenido de sus anteriores leyes de extranjería.
El aluvión de noticias que hemos tenido esta semana ha desdibujado los balances de gestión de los diferentes gobiernos al cumplirse el segundo aniversario de las últimas elecciones municipales y autonómicas (fueron el 28 de mayo de 2023, y tras aquel resultado se adelantaron las generales al 23 de julio). La verdad es que no es para menos. Por una parte, continúa en los medios de comunicación la difusión de videos y audios (sean de reuniones presenciales o de mensajes de WhatsApp alrededor de la UCO); por otra, tenemos varias novedades judiciales, como son el procesamiento a Alberto González Amador (como diría Miguel Ángel Rodríguez, «p’alante» con el novio de Isabel Díaz Ayuso por fraude fiscal y falsificación de documentos) o el ingreso en prisión de Francisco Martínez (ex Secretario de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior durante el gobierno de M. Rajoy).
Fuera de nuestras fronteras continúa el horror en Gaza, sin que la rabia y la tristeza del representante permanente de Palestina ante la ONU, Riyad Mansour, sirviera para poner freno al genocidio en Gaza. Solo parece que han llegado buenas noticias de Estados Unidos, tanto por el freno judicial a Donald Trump para implantar aranceles como la salida de Elon Musk como asesor del Departamento de Eficiencia Gubernamental (Doge). Algo es algo.
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