Se suele decir que la realidad siempre supera a la ficción y no deja de ser verdad. A lo largo de nuestra vida presenciamos historias asombrosas, y aunque nos parezca que con el paso de los años ya lo hemos visto todo, la capacidad de sorprendernos nunca tendrá límites. Se me hace difícil entender el caso de Leire Díez de principio a fin, porque con lo conocido por diferentes informaciones periodísticas y por sus propias declaraciones en varias entrevistas, no logro comprender la justificación de su actuación. Ella asegura estar escribiendo un libro sobre un trabajo de investigación (con los supuestos trapos sucios de la UCO), pero aun poniéndonos en el caso de que fuera cierto, las formas empleadas para recabar información de determinadas personas no han sido las adecuadas (ella argumenta que los audios difundidos están descontextualizados al no haberse filtrado en su totalidad, pero aun así recurre a un extraño ofrecimiento de favores judiciales [los cuales dudo mucho que estuvieran en su mano conseguirlos]).
Su historia ha salpicado la reputación del PSOE, porque aunque no hay ninguna evidencia de que fuera mandatada por el partido (en estos momentos carecía de responsabilidad orgánica e institucional y, por tanto, solo era una militante de base hasta que pidió la baja voluntaria), muchos medios la señalaron como una fontanera de la cúpula del partido. Nunca sabe uno si es mejor dar explicaciones de todo o esconderse hasta que pase la tormenta, pero reconozco que desde su estallido yo no sabría dar consejos a la Comisión Ejecutiva Federal sobre cómo lidiar este tema. Mi duda es si este asunto tendrá más recorrido, porque veo capital evitar esperpentos como los de la comparecencia (sin posibilidad de hacerle preguntas) del miércoles pasado en un hotel de Madrid. Lo ocurrido fue lamentable, y ya no solamente lo digo por la aparición en escena de Víctor de Aldama y su bochornoso espectáculo, sino también por la ingente cantidad de compañeras y compañeros periodistas que se dieron cita allí, evidenciando que si una convocatoria de estas características es de máximo interés informativo, estamos entre todas y todos contribuyendo a engrandecer la indignación social contra una tarea tan noble y necesaria para mejorar la vida de la gente como es la política.
Esperando y deseando que el Gobierno del Principado y los sindicatos educativos alcancen un acuerdo satisfactorio para ambas partes con el objetivo de reforzar y mejorar la educación pública, esta huelga de docentes en Asturias/Asturies ha coincidido en los exámenes de la PAU (ya uno no sabe qué nombre tiene realmente, porque hasta hace nada era la Selectividad, luego pasó a ser la EBAU [Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad] y en algunas comunidades autónomas usan EvAU [Evaluación para el Acceso a la Universidad]). Por lo que ha trascendido una vez conocidas las preguntas, en esta convocatoria las pruebas han sido mucho más duras que las de años anteriores, especialmente por puesta en marcha de las llamadas competencias (enfocadas en medir habilidades críticas y la aplicación del conocimiento) eliminando el anterior modelo del empolle de toda la vida (que solo servía para escribirlo en el papel al más puro estilo de una oposición donde lo que se debe hacer es memorizar aunque no entiendas nada de lo que lees).
Sinceramente, yo siempre me he mostrado contrario a esta prueba y he abogado por su eliminación, porque creo que una vez que has obtenido tu título de bachiller, no tiene sentido alguno que te tengas que examinar de nuevo del mismo temario para acceder a los estudios universitarios. Lamentablemente, la justificación más extendida para mantener este proceso es para evitar que el alumnado de los centros no públicos se vea beneficiado por un (supuestamente) inflado de notas. Ahora se han inventado una fórmula por la que están continuamente repitiendo los mismos exámenes hasta que sus alumnas y alumnos consigan la mejor puntuación posible. Desde la patronal de colegios religiosos argumentan que el objetivo es mejorar el aprendizaje, pero obviamente es una manera de disfrazar sin disimulo el agravio con los centros públicos, donde no existe esa posibilidad de mejorar las calificaciones en las diferentes asignaturas. Yo soy una persona que está totalmente en contra los conciertos educativos (quien quiera llevar a sus hijas e hijos a la privada, que se lo pague de su bolsillo), pero mientras existan, la única manera de evitar estas malas prácticas es que permanezca la PAU. No obstante, creo que se debería de evaluar únicamente a las alumnas y a los alumnos de esos colegios concertados y privados (excluyendo a las y los de la pública) con el fin de medir de manera objetiva sus conocimientos.
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