Oviedo: ciudad azul

OPINIÓN

Fuente de Oviedo teñida de azul
Fuente de Oviedo teñida de azul

09 jul 2025 . Actualizado a las 09:53 h.

Dicen unos que Oviedo es azul como el firmamento y otros aseguran que es como un pescado azul: un inmenso bonito, aunque no de almadraba, con muchos «chichos» y pocas espinas. Aquí mismo, con fotografía de la «Casa Rosa», la que fue de los Pérez y Montero, el 15 de mayo de 2024 ya escribí sobre colores, del rosa y del azul, terminando con el rojo. De la «Casa Rosa» lamento que se hayan quitado, ahora mismo, los cristales de colores y emplomados que miraban al frente. ¿No es acaso esa Casa merecedora de protección patrimonial? ¿Qué funcionario, municipal o autonómico, ciego por no ver lo evidente, dio tan mal paso?

Y relacionado con el color rojo, recuerdo que de ese color fue el abrigo portado por la señora alcaldesa de Gijón al subir al estrado junto al almirante, de azul uniformado y de la tropa naval de la marinería, en una jornada patriótico-castrense, con desfile en toda regla, por la zona del Náutico, con mezcla de «municipalia» alta como jirafas, y baja como renacuajos, jurando eso tan gratis que es el amor a la Patria. Lo de «Todo por la Patria» es asunto exclusivo de la Guardia Civil, que tanto puede.

Ahora no me resulta suficiente hojear y manosear el libro titulado Azul, historia de un color, de Michel Pastoureau, citado en aquel artículo de Mayo de 2024. Ahora también necesito leer el libro de Eva Heller, titulado Psicología del color. Cómo actúan los colores sobre los sentimientos y la razón (Editorial GG), cuestión muy necesaria para saber cómo manipulan los colores a sentimientos y razones, teniendo en cuenta que, sabiendo eso, la puerta queda abierta a los ocupas de «cuello blanco».

El que esto escribe --natural de Oviedo, en consecuencia hijo de la Carbayonía, bautizado en la Iglesia jesuítica de San Isidoro y confesado por don Robustiano, también don Robus, el de Santa Susana-- puede asegurar que dormía entre sábanas perfumadas, a las que, para conseguir más blancura, se echaban pastillas de azulete a la lavadora, de la acreditada marca Otsein, con rollo de secado instalado de fábrica, y escondida tal máquina en el cuarto de baño, que no se debe confundir con el retrete, siempre más vulgar y solo con taza. Eso de que lo azul hace más blanco lo que ya es blanco, siempre me pareció de mucha intriga o enredo, como de auto sacramental. .

Azules eran las cabinas de los camiones municipales del servicio de limpieza, que, por causa del viento, más ensuciaban que limpiaban. Azules fueron los autobuses «Pegaso», de la empresa del rico Trabanco, que sustituyeron a los tranvías amarillos. Azules eran las banderas, banderolas y gallardetes colgados de la Casa municipal mirando a la calle Magdalena, para celebrar el Día de la Victoria. Azules eran los cuellos de las camisas de los que trabajaban en oficinas políticas o de Falange, como las del Gobierno Civil en tiempo de Marcos Peña, y de los anteriores y los siguientes, o las de la llamada «Prensa del Movimiento, en tiempos de Paco Arias de Velasco y siguientes.

Azules eran las Divisiones para acabar con los «rojos», de aquí o por allí, por las estepas de la Unión soviética, la de Stalin, como la llamada División azul, en la que hicieron luego carrera los que eran los llamados «alféreces provisionales», llegando alguno a General, resultando luego más monárquicos que el mismo Rey Juan Carlos. Azules, según mi frutera Noelia, son ya los tomates de calidad insuperable, dando ese tono azul, de tanta elegancia, a las ensaladas tomateras.

Y se llamó azul hasta un bar, el Bar azul, en La Escandalera, plaza de La Caja de Ahorros de Asturias, que fue tal hasta la llegada de los «nuevos demócratas», de Partido y Sindicato, que terminaron con ella. Y azules siguen siendo las camisetas de los jugadores del Real Oviedo, hoy en Primera División, cuyo himno, según el ovetense Juan Cueto, empezaba asÍ, conteniendo dos verdades y una gran mentira en medio.

Es Oviedo ciudad de abolengo

Y ha tenido siempre a galardón en el futbol ser de los primeros

¡Un equipo de gran tradición!

En Buenavista estaba el Estadio de Futbol del Real Oviedo, con el «jorobu» en lo más alto anunciando anises y resultando agotadores y aburridos los partidos de la Segunda División, que pude ver los domingos a partir de las cinco de la tarde, enfrentándose el Oviedo a equipos tan insignificantes como el Sestao o el Indauchu, que debían ser lo único insignificante que tenían los vascos en Bilbao, los de la boina, el «riau, riau» y el bacalao a la vizcaína.

Ayuntamiento de Oviedo con la bandera del Real Oviedo
Ayuntamiento de Oviedo con la bandera del Real Oviedo

Al central del Oviedo, Paquito, que también era nacido en Oviedo, no se le perdonaba en los corrillos y mentideros de la calle Campomanes, de Arzobispo Guisasola y del Rastro del Campillín, que hubiese cambiado de novia, dejando a la anterior por la nueva, siendo él tan fino y elegante , un buen chico, que tenía por compañero en el medio del campo al potente Iguarán, que siempre iba por delante de Paquito («Iguarán primero y Paquito después, como lo mucho y lo poco). Sentía respeto al cruzarme con Herrerita, el de las galopadas por la banda, bajando, ya retirado del futbol, por la prolongación de Muñoz Degraín hacia San Lázaro, y casi siempre saliendo de un chigre y entrando en otro inmediatamente.

Viví con pena y susto la enfermedad y muerte de Chus Herrera y tuve de compañero de pupitre en El Auseva, nada menos que a Fernando Herrera, hijo de Herrerita y hermano de Chus, tímido y muy callado mi compañero. ¡Aquéllos sí que eran pupitres, con un agujero para el tintero de tinta azul y unos asientos que se bajaban con la mano y subían a propulsión!. De los delanteros de aquel entonces, Sánchez Lage, Romero y Amarilla sólo sabía lo que decían Toño Crovetto en Radio Asturias o Sánchez Covisa en La Voz del Principado. Me llamó la atención que Sánchez Lage, tuviera tan profundas «entradas» en la cabeza, caminando hacia la calvicie siendo tan joven. Me pregunté por los porqués de tal fenómeno capilar, no recibiendo respuesta, hasta que no recuerdo quién, que a modo de ladrillazo, me lanzó: «Chaval aprende, que en las grandes autopistas, jamás crece la hierba». Eso siempre lo tuve en cuenta, cuando, o bien miraba a calvos, o circulaba por una autopista, aunque fuera en caravana.

Por exigencias de la llamada patria potestad, pasé a vivir en Gijón, y fui a vivir en el piso tercero de un edificio, estando las oficinas del Real Sporting de Gijón en la planta segunda del mismo edificio. ¡Qué cosas hace el azar o la Divina Providencia! Subía a mi casa en el ascensor con míticos directivos, como Carlos Méndez Cuervo, y con jugadores también míticos como José Manuel, Valdés o Amengual. Recordé desde Gijón a mi Oviedo y disfruté de los partidos en El Molinón, en la «Tribunona», la cual, como la del Oviedo, al subir, estaba el despacho de almohadillas, cómodas para sentarse y necesarias para lanzarlas al campo contra el equipo arbitral por comprados. Y allí me sentaba yo, entre don Fermín García-Bernardo y el abuelo de Mercurio, el de la iluminación, que ya mayores ambos, eran como adolescentes impetuosos contra el árbitro.

A mi regreso a Gijón, en 1987, el Gerente del Real Sporting era el ex jugador José Manuel, excelente persona y siempre con lápiz y agenda, ya en tiempos de presidencia de Ramón Muñoz se inició mi vinculación con el Club. Ramón Muñoz que se fue de Gijón a vivir al Sur, dejo la Presidencia del Sporting a Plácido Rodríguez Guerrero, produciéndose la conversión del Club en una sociedad anónima, llegando en ese tiempo la marabunta», y despidiéndome a principio de la segunda década del siglo XXI por obligadas razones. Y lo que escribió Juan Cueto de que el buen oviedista, será, por encima de todo, un furibundo antisportinguista, lo pude comprobar recientemente oyendo los vítores en una sidrería de Gijón cada vez que el Mirandés metía un gol. Entre mi «oventensismo» y el sportinguismo de mis hijos, me mantengo como puedo, y hasta teniendo que llamar al psicólogo.

Naturalmente que me alegro la vuelta ahora del Oviedo a la Primera División, no teniendo duda de que eso fue posible por la acumulación de patrocinios, los de la Virgen de Covadonga y la mejicana de Guadalupe. Siempre dije al «pater» Fueyo que lo de la Virgen de Covadonga, por lo del Gijón, tal vez fuera poco y que lo de la Misa en septiembre era como de apretura. Algo muy bueno habrá hecho el Oviedo para que sus directivos actuales, los del ascenso, además de mexicanos, sean de los buenos, pues parece que los otros, que no diré quiénes son, resultan los malos.

Que el Santo Padre, León XIV, reciba en Audiencia al equipo, por causa de celebración de centenario (1926) y del ascenso, es algo fuera de lo común, aunque eso mismo es muy «futbolero», pues no hay cosa más fuera de lo común que el futbol mismo. Es una pena, que Oviedo, habiendo sido antaño ciudad de muchos frailes, ahora queden tan pocos, apenas algunos carmelitas y dominicos, y ninguno agustino como Su Santidad es. En cualquier caso, el éxito será seguro si acompaña a la expedición el arzobispo de la Sede metropolitana de aquí, vestido como lo que es, un fraile franciscano y de humildad acreditada. Esto, tal vez e incluso, sería más de éxito si el Papa Francisco no estuviera muerto. La baza, no obstante, es la de estar, mejor que muerto en la «Casa del Padre».

Tienen mucha razón los del Oviedo en su festivo ascenso y centenario, en ser recibidos por el Papa, al igual que recibió a los jugadores del Napoles, ¿Por qué recibir a los del Oviedo? Y esa pregunta la hago sabiendo que el santo napolitano, San Genaro, mártir, es muy influyente, que sigue haciendo maravillas con la sangre o con lo que sea, introducido en una ampolla, y responsable de esa cosa tan rara (todo lo santo es muy raro) que se llama licuefacción. Y lo más importe, si cabe: tiene a toda la mafia napolitana detrás y delante. Hace unos días escasos, León XIV recibió a los ciclistas, abajo y no arriba en el Palacio Apostólico. Ha de determinarse dónde los del equipo ovetense quieren ser recibidos, abajo o arriba, que no es lo mismo. Yo que ellos, jugadores y mexicanos, me conformaría con ser recibidos abajo, en cualquier patio como el de San Dámaso.

Y el fragor ciudadano por lo de la subida de categoría, adornado con azules en plazas y fuentes, también en las paredes de la fachada municipal, causó vítores, aplausos y abucheos, que generaron malestar en estancias municipales e incordios. Alguien pensó, por lo de los abucheos, que entre tanto azul, había rojos, muy rojos.

Eva Heller, en su libro indicado al principio, dice y enumera un total de 111 tonos de azul, empezando por el «azul acero» y terminando por el «violeta azulado», estando en medio el «azul lila» y el «azul pavo». ¿Cuál será exactamente el «azul Oviedo»? Es verdad que Oviedo es ciudad de muchas «lilas» y de muchos «lilis» y que ya sin pavos en el Campo de San Francisco el número de pavos en la ciudad ha descendido. Por reso, prefiero el que está en medio de la Lista: «Azul-nomeolvides», que tanto se cantó y bailó en La Herradura. Y si se hace caso a Eva Heller que asegura que el color azul es el de la simpatía, la armonía y la fantasía, forzosamente ese color ha de ser el de Oviedo, mi ciudad y de toda la Carbayonía andante, asturiana y americana.

Se me olvidaba señalar que para lo del cambio de nombre de la Plaza de América, con ocasión del ascenso infinito del Real Oviedo, fuente de gozos y de lloros por los abucheos al alcalde, músico o tocador de pianos, reenvío a los lectores y lectoras a los finales de mi anterior artículo.