Qué hacer, la izquierda «en boxes»

OPINIÓN

Pedro Sánchez, en una rueda de prensa.
Pedro Sánchez, en una rueda de prensa. Carlos Luján | EUROPAPRESS

11 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La izquierda y la aritmética parlamentaria saliente de las elecciones del 23 se encuentran en una encrucijada que pone en un serio aprieto las posibilidades sustanciales y propicias al órgano ejecutivo actual, tras los emergentes de corrupción que, frente a un electorado de izquierdas que es más sensible a la costumbre del delito, no dejan en buen lugar los nombramientos y las responsabilidades gubernamentales que se depositaron con Sánchez a la cabeza de un PSOE que hasta hace apenas unos meses se antojaba casi inquebrantable aún con las encuestas y ciertos dirigentes regionales a la contra. Hoy, la resistencia que un día advirtió Sánchez en su entrega literaria por excelencia está en juego, depende de los cambios decisivos que se tomen a cuenta de los próximos meses y, sobre todo, de la visión estratégica que empiece a labrar la principal referencia de izquierdas en el país con vocación de continuidad en la imagen pública de su electorado, aún pudiendo perder por goleada unas elecciones que por ahora no parecen reposar a la vuelta de la esquina. Qué hacer, en un momento de asedio político y mediático para la izquierda parlamentaria en su conjunto, para restituir la credibilidad de un proyecto liderado por el socialismo español pero respaldado necesariamente por otras fuerzas minoritarias que no tienen mejor remedio en la vida real que contribuir a la resistencia progresista y de coalición, frente a una alternativa reaccionaria que puede anular la totalidad de sus iniciativas en colectivo. 

Si a la derecha le fuera su posición en lo que a transparencia de cuentas públicas se refiere, Aznar no seguiría contando con el amparo de su tutela mesiánica y Rajoy se hubiese visto obligado a dimitir por financiación irregular en lugar de seguir al pie del cañón hasta que una moción de censura se impuso en segunda instancia, por supuesto, tampoco se hubiese despachado a Casado por proponerse llegar hasta el final con quien tiene cautivo ideológicamente al PP sin ser su presidenta, con investigaciones que cercan a su entorno después de una gestión autonómica negligente y deficiente en Madrid. Por lo tanto, si bien procede la crítica hacia el aparato de palacio, no, los votantes del PSOE no son equiparables a los de la derecha, ellos castigan la corrupción mediante las urnas y los otros confían en seguir siendo representados por quien ostenta sus intereses de clase, por ello no es fructífero bajo ningún concepto que desde otras filas de la izquierda se hable de los socialistas como un eslabón más del PP, es un error objetivo entre actores que se necesitan mutuamente con un bipartidismo que ahora rema a favor de Génova y sus descendientes envalentonados, también una falta de respeto a un organigrama social que ha demostrado ser igual o más consecuente que sus mejores liderazgos. Así es, el nuevo bipartidismo es el de PP y VOX, no el del PP y el PSOE, por eso los operadores culturales de las derechas practican de forma machacona contracultura al PSOE como en los precedentes del Ministerio de Interior de Fernández Díaz cuando el objetivo fundamental a batir era Podemos, ahora no tienen el Gobierno ni los cuerpos de seguridad del Estado a su disposición y por eso la guerra sucia se viene ejercitando con escaramuzas a las puertas del Congreso que se hacen fotos en manifestaciones o mítines mientras insultan a los poderes democráticos elegidos por todos los ciudadanos, disparando desde YouTube y digitales que aparentan formalidad mediática escondiendo sentencias judiciales en su contra. Cuando Vito Quiles o Bertrand Ndondo vacilen tanto en los pasillos del Congreso a los diputados verdes y azules como vacilan a los rojos, puede que entonces sea procedente dejarles «jugar» al gato y al ratón en esos mismos espacios, pero mientras tanto su permanencia es un despropósito que goza de un vacío a propósito de una normativa desactualizada, aunque Rufián sepa torearlos con astucia de zorro y un sentido del humor simpático para TikTok. Dicha presencia es nefasta hasta que no demuestren otra cosa, no todo puede pasar por el aro de la libertad de expresión: ni las urnas indepes de 2017 ni los graciosos que experimentan con el periodismo de 2025. 

Sí, lo cortés no quita lo valiente, pero hay un momento para la cortesía y otro para la valentía, en los espacios y en los tiempos proclives a su construcción y no a su deconstrucción. Quizás Page se guste como hipotético candidato y posible sucesor de su jefe, pero es mejor que cada cual se reserve sus ganas y deseos en la intimidad, pues tampoco es una buena cosa la de apuntarte el tanto cuando solo te aplauden los de la bancada de enfrente, ni siquiera para el éxito de fantasías que sueñan con la Secretaría General en primarias militantes que, al fin y al cabo, votan por el liderazgo interno y no por el de la oposición. Lo de Felipe González, en fin, es verdad que ocupa una buena parte de la memoria sentimental y de bonanza internacional para España, pero su parecido creciente a los jarrones chinos convida a una reflexión similar a la que invita la dramatización de Page: independencia o dependencia, de quienes tienen derecho a opinar libremente pero no a condicionar la opinión pública fuera de los comités de partido. Aquellos que se creen con la autoridad y reputación moral para hablar en base a nostalgias relacionadas con una España de mayoría socialista, deberían revisarse el ojo clínico, porque la España del 82 no es la de 2011, cuando se clamaba contra el bipartidismo naciente en el 78, ni tampoco a la de 2025 con un bipartidismo que crece y crece por y para la derecha. 

Pablo Iglesias deseaba una dirección de Estado que aupara las alianzas encabezadas por ERC y EH Bildu para un Gobierno de España de coalición progresista fuerte, mayoritario y de vocación largoplacista, y esa es una formulación que, aunque no guste a todos, sí marca el único camino posible en los tiempos contemporáneos para un reclutamiento cultural y parlamentario al timón del PSOE y lo que finalmente se imponga en su costado, se llame Podemos, Sumar u otro pseudónimo todavía desconocido. Desde luego, a los catalanes críticos que hemos sufrido los márgenes de las dos Cataluñas, que existen igual que las dos Españas, no nos seduce ni nos genera ningún agrado las políticas de olvido jurídico acerca de las consecuciones del cansino y sectario procés, pero, si nos fijamos tan solo en el mapa del parlamento y sus realismos, la prevalencia gubernamental solo se hace factible con entendimiento muto por entre las fuerzas independentistas de izquierdas, por mucho que podamos recelar de la comordibilidad actual entre el identitarismo soberanista y la identidad que vela por todos y todas los y las currantes sin distinción. El PSOE se equivoca en priorizar y contentar tanto a Junts, en eso un servidor puede estar hasta de acuerdo con Page y González, o Lambán, ya que Junts volteará la cabeza y dará esquinazo al PSOE cuando el del maletero, el «exiliado» con mansión incluida, decida que ya no conviene mantenerse en el bando que apacigua las aguas catalanas y les desinfla la charanga, porque no, no es descartable una vuelta al tablero cuando la burguesía de Junts per Catalunya se percate de que con Feijóo y Abascal en el Gobierno de España pueden regresar al entendimiento de la clase que comparten, al victimismo del «Espanya ens roba» y al cuento falaz de la falsa opresión (a veces invertida, si a caso). Pablo Iglesias, que cometió errores objetivos y reconocidos en la estructura organizativa de la formación hoy perjudicada por diferentes razones, tuvo razón en observar y trabajar la oportunidad de censura a M. Rajoy en 2018 y en atisbar las conveniencias y los encuentros entre todas las izquierdas nacionales e independentistas, mal que pese y nos pese el recuerdo de cuando no aceptaban las reglas constitucionales, un hecho que se distingue de sus posicionamientos y su transigencia tras la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa. También, el PSOE debería rendir algunas cuentas con el entorno de Podemos, demasiadas veces vilipendiado y ninguneado, se necesitan mutuamente, de nuevo, y Podemos, cuando pase la tormenta que da pie a su estrategia de impugnación tipo 15-M, deberá limar asperezas con su socio potencial de investiduras que ahora se divisan, si no quiméricas, por lo menos utópicas y lejanas.

Y una pregunta al aire, de momento sin respuesta: La vivienda, ¿Pa’ cuándo?

Lo de determinadas competencias descentralizadas, a las comunidades autónomas, es un problema y no una solución cuando afectan al techo, a la salud o a la nevera y se intenta echar el freno a los avances, incluso tímidos, del BOE. No obstante, me reservo esta polémica discusión para otra ocasión temática…

¡Feliz verano!