Cárceles con piscina

OPINIÓN

Vista de la cárcel de Alcalá Meco en Madrid
Vista de la cárcel de Alcalá Meco en Madrid Gustavo Valiente | EUROPAPRESS

10 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Me asalta el miedo cada vez que leo algún titular en el que se señala que un presidiario, especialmente si le cae mal al medio, disfruta de televisión o piscina en prisión. Los comentarios en redes a este tipo de noticias que no lo son, suelen ser aterradores. La gente tiene más ansias de venganza que de justicia y no entiende lo duro que es estar en prisión ni que la inmensa mayoría de los que están en ella no son asesinos en serie y demás fauna carne de true crime. Los presos, por lo general, tienen televisión si se la pueden pagar, pero eso no parece importar mucho a la gente que tiene metida en la cabeza esa idea interesada de que en las cárceles se vive como en un hotel en lugar de vivir como a esa misma gente le parece que debería vivirse en la cárcel: con las condiciones de una mazmorra medieval de novela, con ratas correteando entre los pies y subidas a los grilletes mientras devoran los tobillos. Para mucha gente, las cárceles deberían ser un pudridero porque no es justo que los presos vivan como si fueran seres humanos, y hasta deberían obligarles a trabajar y no deberían tener ningún entretenimiento remotamente parecido a aquellos de los que gozamos el resto de los mortales.

Dice el artículo 25 de la Constitución Española en el apartado 2:

«Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados. El condenado a pena de prisión que estuviere cumpliendo la misma gozará de los derechos fundamentales de este Capítulo, a excepción de los que se vean expresamente limitados por el contenido del fallo condenatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria. En todo caso, tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad.»

Es decir, que toda esta gente que se queja de que en una prisión exista piscina y televisión o biblioteca, toda esta gente que quiere condenas a trabajos forzados, que quiere que la gente no salga nunca de prisión, no conoce la Constitución Española ni, probablemente, nada en este mundo.

El otro día saqué este tema en Bluesky a raíz de un titular histérico sobre la cárcel donde está esperando juicio Santos Cerdán, y dije que soy partidario de que los presos tengan biblioteca, piscina y hasta cine y teatro. No tardaron en llegar comentarios desagradables de gente que hasta llegó a decir que bueno, no quieren que sea la cárcel un pudridero, que está bien que tengan cosas pero sin pasarse tampoco y no tardaron en llegar comentarios de personas que tienen una imagen profundamente distorsionada de lo que es una prisión en este país y lo que es peor, una imagen muy distorsionada de lo que es una democracia decente.

No creo en el punitivismo, en las penas duras, y creo firmemente en la reinserción y los datos, al menos en España, me dan la razón en esto último. La mayoría de personas condenadas a penas de prisión no reincide. Los países con penas de prisión más duras y con peores condiciones en las cárceles que el nuestro, suelen ser mucho más violentos que España, mucho más inseguros. Hay gente que, no sé si conscientemente, aboga por una sociedad mucho peor que la que tenemos. Algunos en Bluesky hicieron de esto una bandera al desearme que mi hija o algún familiar sufrieran una violación o un asesinato, demostrando que, efectivamente, desean un país mucho más violento para poder rasgarse las vestiduras.

He pensado mucho en este tema, que para mí es casi una obsesión. Crecí en un barrio marginal y he visto cómo la cárcel convierte en personas sin alma y con severos trastornos mentales a quienes pasan por ella. Aunque no vuelvan a reincidir, sus vidas están destrozadas para siempre y ninguna de estas personas que he conocido tiene delitos de sangre a sus espaldas. Las penas en España son duras, absurdamente duras en algunos casos, y cada gobierno que llega al poder se preocupa mucho de endurecerlas todavía más, aunque no sirva absolutamente para nada. Esta escalada no parece tener fin ni querer poner remedio a nada, parece responder únicamente a las ansias de venganza del personal, aunque el delito que toque ni les pase de cerca. No se debería legislar en base a la histeria y el pánico moral. La ultraderecha se pasa el día entero hablando de la seguridad en nuestras calles aunque esto sea un reducto de paz en ese sentido y el número de delitos disminuya año tras año. Llenar las cárceles no es una solución para nada, es solo un parche que pretende tapar el origen de los problemas que puede que estén más allá del delito en sí.

Creo en la reinserción, repito, y los datos me avalan. Alrededor del ochenta por ciento de personas que salen de prisión no vuelven a delinquir o no vuelven a prisión. Curiosamente, en contra de lo que quiere hacernos creer la derecha y la ultraderecha, el perfil del reincidente en España es el de un hombre adulto español. Casi el noventa por ciento de los reincidentes son hombres españoles. La procedencia de la población carcelaria a mí me importa más bien poco, pero parece que buena parte de la opinión pública anda muy perdida con esto y mi objetivo es tumbar sus certezas. En cualquier caso, creo que todos tenemos derecho a la reinserción, aunque los supuestos católicos españoles no crean en ella, no creen que alguien se pueda redimir, pero hasta el ser más abyecto merece esa oportunidad. Sí, el que ha perpetrado los peores delitos también, porque no es un derecho a la carta, los derechos son para todos, nos caigan bien o mal, y un país civilizado lo es en función de cómo trata a sus presos y de si esos presos tienen la posibilidad de reinsertarse en la sociedad. Cualquier otra cosa es salvajismo y hace que el país entero funcione mal. Encerrar a la gente en un pudridero no garantiza reinserción alguna, solo es tortura. Si tanto les gustan esas cosas, váyanse a su querido El Salvador.