Las extremas derechas del siglo XXI comparten muchos rasgos con el fascismo que consolidó su dictadura precisamente hace un siglo, pero también diferencias notables, como las tiene la sociedad europea de entonces con la actual. Por otra parte, cada país tiene sus características propias. Encuentro más preciso definir a Vox como neofranquista que como fascista, aunque fascistas haya en su seno y en su entorno. En cualquier caso, galgos o podencos, muerden.
En sentido estricto, la historia no puede repetirse. Si lo hace como farsa, como señaló Marx sobre la entronización de los dos napoleones, está claro que no se trata de lo mismo. Eso no impide que se puedan encontrar similitudes con el presente en momentos del pasado y que no se pueda aprender de ello.
Afortunadamente, los disturbios de Torre Pacheco se saldaron sin víctimas de gravedad y se transformaron pronto en una ridícula exhibición de frikis. España es una democracia y tiene un gobierno demócrata, que no está dispuesto a permitir la barbarie. Lo más grave, lo que debe hacer reflexionar, es la propia existencia de esos grupos de bestias, por reducidos que sean, dispuestos a practicar la peor de las violencias, la que se ejerce de forma indiscriminada sobre personas inocentes solo porque son, o las quieren ver, distintas. Gravísima es también la oscura relación de Vox con esas turbas y no menos amenazadora la del Partido Popular con la organización neofranquista, que ha conducido al señor Núñez Feijoo y a sus colaboradores a bordear la ignominia.
Contra los grupos violentos la primera respuesta es la legal, la policía y la justicia, pero no basta. Es inevitable que existan delincuentes, ni el mejor sistema educativo lograría nunca una sociedad no ya de sabios, sino de personas sensatas, pero es preocupante que esas «ideas», avergüenza denominarlas así, tengan una influencia creciente entre los jóvenes. Algo falla en su educación, también en la familiar, y en su situación y expectativas. Las redes sociales tienen virtudes y muchos efectos perniciosos, lo que debe hacer pensar es por qué tienen tanto éxito en ellas los imbéciles y no solo entre los jóvenes, no lo olvidemos.
Santiago Abascal es un buen discípulo de Herri Batasuna, su «condena» de las agresiones racistas es paradigmática, los culpables eran todos, menos las bandas de la porra y el bate. Incluso fue peor que las del partido vasco afín a ETA, creo recordar que ni siquiera «lamentó» el terror, las heridas y los daños provocados por los violentos.
Estos brutos del siglo XXI miran más en el atuendo al original que a la versión española, prefieren el negro de Mussolini al azul de Primo de Rivera, aunque junten calaveras con la cruz de San Andrés y banderas españolas con símbolos diversos. Solo vi en Torre Pacheco a una carnavalesca señora vestida de azul, con boina blanca, cuya simbología no capto, y una bandera rojigualda con el corazón de Jesús en el medio. Escuadristas de Internet, adoran al líder de apostólico nombre, se vio en los vídeos que reprodujeron estos días las televisiones y periódicos digitales, pero él, aunque halagado, siempre puede alegar que no tuvo nada que ver con su producción y no puede afirmarse que tenga una vinculación orgánica con los matones, como la que tenía Mussolini con sus fascios de combate. Sí se atribuye a Vox una relación directa con Revuelta, organización juvenil que participa en sus actos y caracterizada por su activismo contra los inmigrantes.
Por si había alguna duda sobre su ideología, Vox manifestó con claridad estos días su cercanía con los postulados de los neonazis alemanes, al adoptar el término remigración y las teorías de la sustitución. La pretensión de expulsar a más de ocho millones de personas de origen extranjero incluye necesariamente a dos millones de españoles, es decir, personas no nacidas en España, pero que han adquirido la nacionalidad, además de a millones de latinoamericanos, católicos y de habla española. Es algo impensable incluso para el franquismo y contradictorio en un partido tan defensor de la obra imperial de España. España, la madre patria, les legó su religión, su lengua y muchos rasgos de su cultura y les regala una patada en el culo. Ya no es islamofobia, es puro racismo, lo asombroso es que el PP mire para otro lado y el señor Tellado defina a Vox como un partido de Estado, sí, de Estado totalitario.
No merece la pena repetir argumentos bien conocidos como la necesidad de estos emigrantes, su utilidad para la economía, o que España es un país con muy bajo nivel de delincuencia y que no hay datos que permitan asociar la que existe con la emigración, es más importante recordar algo que el PP, con su alergia a la definición ideológica, parece haber olvidado ¡son seres humanos!
No era este el momento de prometer expulsiones de inmigrantes, debería saberlo el señor Núñez Feijoo. Estigmatizar al inmigrante sin papeles es hacerlo con todos. Si has entrado en el país legal o irregularmente, si tienes o no permiso de trabajo, si te has nacionalizado o eres ya español de segunda o tercera generación, aunque tengas la piel oscura, es algo que no se ve en la cara. Lo que hace el PP es ponerse al lado de Vox y extender la desconfianza hacia el distinto. Es cierto que sí condena la violencia, pero siempre la tapa con un discurso falaz sobre la inmigración.
No hay país que pueda sobrevivir con fronteras abiertas, pero la gente se desplaza por necesidad, para trabajar y tener una vida digna, no para delinquir o vivir de ayudas sociales, perspectiva poco halagüeña, por otra parte. Los controles de fronteras son imprescindibles, no solo para regular la entrada de personas, que en número excesivo sería imposible acoger y provocarían graves problemas, sino para combatir la delincuencia, pero no se puede dejar a quienes huyen de la guerra, la tiranía o la pobreza ahogarse en el mar. No se puede maltratar, perseguir por las calles, internar en campos de concentración, deportar a personas honradas porque son pobres o su piel es algo diferente de la de la mayoría. No se puede tratar a un inmigrante como un delincuente porque no lo es. Lo hace Trump, buen ejemplo.
Por cierto, ¿dónde están los obispos? Se pronuncian contra el gobierno por un caso de corrupción, no recuerdo que lo hiciesen con los del PP, pero callan sobre los pobres, los marginados y los perseguidos ¡Qué olvidado tienen el Evangelio!
En 1921, Giovanni Giolitti, liberal de derechas, pretendió controlar al fascismo con una alianza electoral, los bloques nacionales. Una vez conseguidos sus diputados, Mussolini le retiró su apoyo. Un año después llegaría al poder con la marcha sobre Roma. El asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti, que denunció en el parlamento la violencia y los fraudes que habían favorecido la victoria de la lista fascista en las elecciones de abril de 1924, ya con Mussolini en el gobierno, mostró que Italia se estaba convirtiendo en una dictadura. Muchos de los liberales y derechistas moderados que habían favorecido el fascismo lo denunciaron, ya era tarde. Mussolini suspendió el parlamento y, en 1925, justo hace un siglo, sacó adelante las leyes fascistísimas, la consagración de la dictadura fascista.
Comparar no es equiparar, conviene recordarlo en esta época de imprecisión con el idioma y mal uso de los términos. Núñez Feijoo no es Giolitti, no me cabe ninguna duda; afortunadamente, los borricos de cabeza rapada, tatuajes y camiseta negra no son capaces de sembrar el terror como las escuadras fascistas; Abascal es incapaz de citar a Goethe en un discurso, también es verdad que probablemente deba tranquilizarnos que sea menos leído y tenga menos recursos intelectuales que el duce italiano; España tampoco es la Italia salida de la Primera Guerra Mundial y no hay amenaza bolchevique a la vista. Establezco un paralelismo entre épocas, países y personas diferentes, pero la bestia negra está ahí y crece. Me temo que aliarse con ella, acercarse a sus postulados para intentar atraerla, va a ser tan mal negocio como hace un siglo.
Comentarios