
Para mucha gente, tener una titulación superior no es una cuestión de certificar de alguna manera unos conocimientos concretos, sino un marcador de clase social, casi un título nobiliario por el que los demás debemos abrirles las puertas y besar el suelo por el que caminan. Sorprenderse de que una diputada nacional tenga el descaro de falsear su currículum para medrar en política es un poco hipócrita.
Noelia Núñez, diputada por Madrid, alto cargo del Partido Popular y elevada a los altares por esa señora casada con un tal Alberto González Amador, dijo ser muchas cosas y tener hasta una licenciatura en Derecho en la Universidad Central de Missouri, dice ser profesora de Ciencias Políticas en una universidad privada de esas que surgen como pizzerías, con sus promociones y todo, universidad de origen guatemalteco en la que han asegurado que Núñez es profesora, al parecer, en Guatemala, que está muy lejos.
Todo parece pura fantasía en el currículum de esta mujer o, al menos, sospechoso de serlo, y parece que han pasado mil o dos mil años desde aquella estampa sonriente en la que la susodicha exhibía con orgullo para quien tuviera interés su camiseta con el lema «me gusta la fruta», ingeniosísima frase llena de humor de alto octanaje perpetrada por ya saben quién. Como para no elevarla a los altares.
El caso es que esta mujer está saltándose las normas de su propio partido y que está feo mentirle al Congreso y a la gente. Ella dice que todo es debido a una confusión, a pesar de no haberlo desmentido cuando en alguna entrevista con ella han aludido a su formación académica. Mi problema con esto es que a la hora de hacer política, no sé hasta qué punto tener estudios superiores debe ser un valor, más allá de presentar las credenciales en las instituciones para asegurarse de que alguien no miente más que habla.
Me pregunto cuántos currículums están debidamente deformados, agrandados o fantaseados en el Congreso y me resulta cómica, como aquello de Pablo Casado y Harvard, esta carrera por ser más que otros y no por el conocimiento, que es algo secundario si es que es algo. Solo hace falta tener contactos, dinero y el aplomo suficiente para disimular mentirijillas durante el tiempo que haga falta, sonriendo incluso. El Partido Popular es un partido elitista, aunque todos los partidos en cierta medida lo son, y tener un título es ser vizconde de a saber qué entre sus filas, de ahí que surjan todas estas universidades privadas delirantes y de ahí las reticencias del Partido Popular a regular ese territorio del salvaje oeste, no vaya a ser que no se puedan comprar un ducado.
Si miramos en el Congreso, casi todo el mundo allí tiene estudios superiores, lo que no sé hasta qué punto es un valor en sí, más que algo meramente informativo, que es lo que debería ser, para que no nos den gato por liebre, pero me temo que esto seguirá ocurriendo hasta que dejemos de dar un valor casi religioso a tener un título. Noelia Núñez en realidad no ha hecho absolutamente nada reseñable para estar de diputada. Solo es que un día se puso una camiseta con un lema supuestamente gracioso y que gente de su partido fue elevándola de posición, pero no rebajándole complejos, y así hemos llegado hasta aquí. Alguien que no ha demostrado nada, está donde está llevándoselo muerto. Lo peor es que aunque sus títulos fueran reales, tampoco habría hecho absolutamente nada para ocupar ese puesto. Nada de nada. Cero.
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