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OPINIÓN

La diputada del PP, Noelia Núñez, durante un pleno en la Asamblea de Madrid.
La diputada del PP, Noelia Núñez, durante un pleno en la Asamblea de Madrid. EDUARDO PARRA

25 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Comparto que la política tiene que ser algo serio y riguroso. Creo que para conseguirlo es primordial que sus protagonistas activos cumplan con dos requisitos fundamentales: ser personas honestas y preparadas. El primer rasgo es elemental para no engañarse a sí mismo. Vivimos en un contexto en el que para subir la autoestima se ha hecho bastante habitual aparentar lo que uno no es. Yo creo que lejos de crear envidias en los demás en realidad lo que haces es engañarte a ti mismo. No todas las personas vamos a tener un cuerpo de escándalo (conforme a ciertos cánones de belleza) ni una cabeza capaz de almacenar conocimientos que nos permita saber de todo. Hay que aceptarse y tener muy claros nuestros límites. Con las virtudes y los defectos detectados nos toca adaptarnos, como mejor podamos, al medio en el que vamos a desarrollar cada etapa de nuestra corta estancia como seres vivientes.

De aquí voy a hilarlo con la segunda característica. En el pasado era un motivo de orgullo familiar conseguir títulos universitarios, pero hoy considero que el concepto ha cambiado radicalmente y no tiene ningún sentido contagiarse por la ‘titulitis’. Por supuesto que para medir objetivamente la idoneidad de alguien para determinados puestos laborales, acreditar formación universitaria puntúa mucho. Yo no voy a restarle a la educación la importancia que tiene, porque no hace falta decir que nuestros antepasados lucharon para que la enseñanza llegase a todas las escalas, independientemente de la condición económica y social (la tasa de abandono escolar sin la ESO se ha reducido en 2024 al 13% y ojalá siga decreciendo ese porcentaje). Afortunadamente las élites han dejado de tener el privilegio exclusivo de estudiar, pero por desgracia ante la democratización del acceso a la universidad han buscado otras vías disgregadoras, como son los másteres, para proseguir diferenciándose de la mayoría social (porque solo en aquellas familias con rentas altas pueden asumir los costes que suponen obtener esos títulos).

Además, desde hace 25 años ha ido emergiendo en España la burbuja de las universidades privadas (hay actualmente 46, cuando en el 2000 había 16, y en el caso de las públicas se mantienen a día de hoy las 50 que había en aquel entonces), lo que ha abierto un debate tardío, pero más que necesario, para su correcta regulación, porque en muchos casos no cumplen con los dos objetivos principales de cualquier institución académica como son instruir a su alumnado y realizar actividad científica e investigadora en diferentes disciplinas.

Con todos estos mimbres, esta semana no ha podido ser más terrible para el PP por tres asuntos que les afecta directamente: el conocimiento público de la investigación judicial de la trama corrupta de Cristóbal Montoro, la entrevista a Marcial Dorado y la dimisión de Noelia Núñez. Ester Muñoz, sin ningún pudor y sin que le entrara la risa, dijo que el exministro de Hacienda y el narcotraficante tienen más relación con el PSOE. Con el escándalo del engaño en el currículum de la ex Vicesecretaria de Movilización y Reto Digital del Partido Popular no se atrevió a establecer ninguna vinculación (hay quien piensa que la revelación surge por fuego amigo, aunque haya sido Oscar Puente en X [antiguo Twitter] quien empezó a difundirlo).

¿Por qué mintió Noelia Núñez? ¿Qué necesidad había de hacer eso? ¿Te hace mejor o peor político haber pasado por la universidad? La respuesta es que no. De hecho, creo que es necesario que aquellas personas que se dedican a la política representen fehacientemente a la ciudadanía, y hay miles de casos de gente que no ha terminado sus estudios y son tan válidos y excelentes como cualquier otra persona para dedicarte a representar a tus vecinas y vecinos. Me encantaría decir que lamento que se haya truncado su carrera política por esta mentira, porque manchar la imagen y la reputación personal de esta manera es casi un suicidio en vida.

Desde luego que si hablamos de mentiras, la suya es mucho menos grave que las que dice Isabel Díaz Ayuso (con una mochila de 7.291 mayores abandonados a su suerte y que fallecieron en residencias por culpa del famoso protocolo que marcó las directrices para no derivarlos, al inicio de la pandemia de la COVID-19, a los centros hospitalarios de Madrid) y Carlos Mazón (con 227 personas muertas en la dana de Valencia/València por estar a otras cosas en el restaurante El Ventorro ralentizando, hasta que fue demasiado tarde, el lanzamiento de la alerta a los móviles para avisar a la población de los peligros a los que se exponían), pero ante su reacción en el día de ayer en algunas entrevistas que pude ver hablando de «errores» (y no de engaños y mentiras) no me veo capaz de decir que le honra haber dimitido (ella no ha renunciado para dar ejemplo a otras personas que pueden estar en su misma situación, porque estoy convencido de que si no se hubiese publicado la falsedad de su currículum, ella seguiría en todos sus puestos jugando ese papel que practica tan agresivo y ofensivo contra la izquierda [tanto en las tertulias como en las redes sociales]), sino que no le quedaba otro remedio que adoptar esa decisión. Así que diré que espero que haya aprendido que mentir tiene un precio muy alto, y ojalá aproveche que es muy joven para enderezar su vida y labrarse un futuro que podrá estar lleno de obstáculos, pero que al menos actúe de manera honrada y cuando alcance todos los objetivos que se marque (tras trabajarlos y lucharlos con su esfuerzo) los exhiba y los acredite como éxito y mérito personal.