El mal menor

OPINIÓN

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la evaluación del curso político.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la evaluación del curso político. Eduardo Parra | EUROPAPRESS

01 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Agosto es el mes tradicional de las vacaciones. Alberto Núñez Feijóo piensa que están sobrevaloradas (espero que lo dijera irónicamente, pero no obstante yo no bromearía con un derecho social tan importante enfocado al descanso y a la conciliación de la clase trabajadora), así que no habría que descartar que en el ámbito político, ante tanta actualidad jugosa, siga la crispación en periodo estival. La última novedad tiene que ver con algo inédito en nuestra democracia como es el procesamiento al Fiscal General del Estado por, supuestamente, haber filtrado el correo de la confesión del novio de Isabel Díaz Ayuso de haber cometido fraude fiscal. No hay ningún tipo de coincidencia entre lo dicho por el Presidente del Gobierno y el líder de la oposición en sus balances sobre la situación de España. Pedro Sánchez ha vuelto a reiterar su voluntad de agotar la legislatura. No miente cuando dice que «los datos no engañan frente al catastrofismo de los cenizos de siempre», pero como en todo hay que añadir matices. El viento sopla a su favor tanto en el terreno económico (algo de lo que no pueden presumir otros mandatarios de nuestro entorno) como en la incapacidad de que prospere una moción de censura impulsada por el PP y Vox (precisan de cuatro diputados para conseguirlo), pero en la última votación en el Congreso, de siete cuestiones que se llevaron a votación hubo solo una (el llamado ‘decreto antiapagones’) que no salió adelante. ¿Hay que valorar más el número de acuerdos alcanzados (con el llamado ‘bloque de la investidura’) o es más preciso hacer las valoraciones al peso, a la importancia del asunto (que ahí queda manifestada la debilidad parlamentaria)? Quien lo haga con la primera pues, evidentemente, le tiene que dar la razón a Pedro Sánchez, pero creo que dejaría de lado cosas tan elementales como que desde el 16 de noviembre de 2023 sigue sin aprobarse la ley más importante a sacar adelante cada año, que es la de los Presupuestos Generales del Estado (tras dos años, el actual gobierno gestiona las últimas cuentas de la legislatura anterior). Comparto que no habrá peor destino para España que vuelva a La Moncloa la derecha (de la mano de la ultraderecha), pero a mi entender el mal menor no es gobernar en prórroga, porque siempre es importante actualizar las partidas a las necesidades del presente (siguiendo lo que señala el artículo 134 de la Constitución).

La palabra terremoto acepta diversas interpretaciones. En el ámbito natural, la humanidad se esfuerza en modificar el hábitat en función de sus intereses. No son pocas las ocasiones en las que la madre Tierra nos avisa de que no somos los dueños del mundo. Me alegro que las alertas lanzadas ante los posibles tsunamis en el Pacífico por la magnitud de un potente terremoto (de grado 8,8 en la escala Richter en la península de Kamchatka, al este de Rusia) no hayan tenido importantes consecuencias, sobre todo en lo que se refiere a vidas humanas (no constan fallecidos). La gravedad del fenómeno puso en alerta a varios países separados a miles de kilómetros entre sí ante el riesgo de inundaciones en sus costas, entre los que se encuentran desde asiáticos como Japón y China hasta americanos como Estados Unidos y México. Afortunadamente no se ha repetido el episodio del Índico de finales del año 2004, que afectó de manera significativa a Indonesia y, según fuentes gubernamentales, alrededor de 200.000 personas fallecieron arrastradas por la fuerza del agua (lamentablemente hay testimonios gráficos de turistas que, sin ningún remordimiento, seguían disfrutando de sus vacaciones como si nada hubiera pasado). Un seísmo también puede significar situaciones en las que se toma una decisión controvertida, y en este caso no hay mejor ejemplo que ver el nulo entusiasmo que han mostrado los diferentes países europeos con el apretón de manos de Ursula Von der Leyen y Donald Trump a cuenta de los aranceles (hoy terminaba el plazo del mandatario norteamericano para llegar a un acuerdo). La Presidenta de la Comisión ha defendido que, ante el ultimátum de la Casa Blanca de aplicar unos aranceles desorbitados a nuestros productos, el mal menor es esta rendición. La balanza queda descompensada porque las y los estadounidenses no tendrán ningún tipo de gravamen por vender dentro del mercado común europeo, mientras que nosotras y nosotros debemos afrontar un 15%. La otra parte del pacto, acordado en un campo de golf en Turnberry (Escocia), también contempla compras de energía y material militar a Estados Unidos. Parece ser que para España (exceptuando al sector vinícola) no serán notables las consecuencias, pero en Alemania están que saltan chispas porque perjudicará notablemente a su economía. Ya lo dice el dicho castellano: el que parte y reparte se queda con la mejor parte, y es lo que ha conseguido Donald Trump.