Europa, incapaz ante el horror

OPINIÓN

Vista general del Parlamento Europeo, en una imagen de archivo.
Vista general del Parlamento Europeo, en una imagen de archivo. Zheng Huan | EUROPAPRESS

02 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace unos días estuve en Núremberg. El lugar me suscitó ciertas expectativas para Netanyahu y su gobierno, de quienes resulta poco verosímil que crean sinceramente que van a erradicar el terrorismo islamista con su terrorismo sionista genocida. Claro que los delirios sanguinarios tampoco son muy infrecuentes. Desgraciadamente hay algo que le impide a ciertas personas cegadas por la ambición aprender de la historia. En cualquier caso, no se puede descartar que su intención no sea erradicarlo, sino alimentarlo para mantener una contenida amenaza en el futuro —una vez hecha la limpieza étnica en Gaza, y la anexión del territorio— y justificar así su permanencia en el poder y su violencia sistemática. Consolidando así ese eje necropolítico internacional que pretende despojar a la población de su humanidad para enfrentarla entre sí en una lucha fratricida.

También pasé unos días en Berlín, recorriendo los vestigios de la Segunda Guerra Mundial de la ciudad con la ansiedad que provoca pensar en el sufrimiento que infligió el nazismo, particularmente al pueblo judío; y la guerra y la posguerra, a millones de personas. Al pasar de la calma del Tiergarten al espacio que separa el Reichstag de la Cancillería alemana, símbolos del poder en Europa, se me hizo patente la incapacidad de la Unión Europea para intervenir decididamente en la resolución de conflictos internacionales que, globalización mediante, afectan a todo el mundo, en mayor o menor medida.

Trabajé en el Parlamento Europeo durante la 8ª legislatura (2014-2019), y allí pude recorrer una parte del laberinto burocrático comunitario, y entender un poco mejor los complejos mecanismos de toma de decisiones, no exentos de intereses espurios. Y, a día de hoy, comprender, y no por ello dejar de denunciar, que tengamos que vivir entre la frustración y la estupefacción por la inacción de la UE ante las guerras que nos acorralan, física y moralmente.

Resumiendo, tal vez demasiado, la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la Unión Europea no obedece al proceso general de decisión de las políticas de la Unión Europea, es decir, el proceso legislativo. En este participan el Parlamento Europeo (cámara de representación ciudadana) donde las decisiones se adoptan por mayoría, y el Consejo de la Unión Europea (formado por los ministros de los Estados miembros), que actúan como co-legisladores; y la Comisión Europea (el ejecutivo europeo), que suele iniciar el proceso.

Sin embargo, la PESC obedece, fundamentalmente, a las decisiones del Consejo Europeo, formado por la presidencia, los jefes de gobierno de los Estados miembros, y la presidencia de la Comisión Europea. Aquí la mayoría de las decisiones han de adoptarse por unanimidad, lo que confiere a los «jefes» una capacidad de bloqueo casi discrecional.

Por diferentes motivos, a cual peor, algunos gobiernos son indulgentes, cuando no colaboracionistas, con su homólogo de Israel. Algunos por intereses geoestratégicos y/o económicos, otros por simpatía con la causa sionista, o por su afinidad con el autoritarismo despótico, o la combinación de los anteriores. En el caso de Alemania, además, su culpabilidad histórica se ha convertido en connivencia, que también será histórica, lamentablemente; lo que, a su vez, convierte el pasado sufrimiento del pueblo judío en la actual impunidad para cometer las acongojantes atrocidades que vemos, impotentes, a diario.

De Estados Unidos queda claro que poca cordura puede esperarse. China y Rusia, también a lo suyo. Por lo tanto, el Consejo de Seguridad de la ONU, dados los intereses enfrentados de sus miembros permanentes, con derecho de veto, ha dejado de cumplir su propósito. Saboteada la multilateralidad, y a falta de sentido común, este nuevo «Eje del Mal» tiene vía libre para intentar satisfacer sus aspiraciones supremacistas.

Esos gobiernos refractarios a los Derechos Humanos y al derecho internacional humanitario, resultantes del hastío político y la desesperación material de un amplio sector de la sociedad atraído emocionalmente por las promesas de orden y seguridad, instauran el discurso de la primacía ideológica, étnica, de clase y/o de género: «Nosotros primero». Pero la mayoría somos «los demás» de ese «nosotros» egoísta, excluyente y casi siempre violento; porque siempre habrá un «nosotros» más puro, más auténtico, más restringido. Siempre. Así, la mayoría de quienes blanden ese «nosotros» contra «los demás» más vulnerables, acabarán siendo los más vulnerables cuando los anteriores hayan sido excluidos o exterminados.