
Este 20 de septiembre volveremos al Alto de la Tornería. Volveremos al Mazucu. Y no como un rito nostálgico, sino como lo que es: un acto de afirmación política, de memoria combativa, de lealtad a los nuestros. Porque El Mazucu no es solo un paraje escarpado en el oriente asturiano; es también una trinchera ética desde la que mirar la historia, denunciar el presente y prepararnos para el porvenir.
En 1937, miles de milicianos republicanos resistieron aquí hasta lo imposible frente al avance de las tropas fascistas de Franco y sus cómplices de la Legión Cóndor. Aislados, sin superioridad militar, pero con una dignidad imbatible. Aquella derrota estratégica fue una victoria ética. El Mazucu quedó como símbolo de la dignidad obrera y popular frente al terror del capital y sus ejércitos. Y sin embargo, 88 años después, los herederos de aquel fascismo siguen ahí: en los tribunales que persiguen a sindicalistas, en las cunetas donde siguen los nuestros, sin exhumar ni justicia, en los gobiernos que reparten armas a dictaduras, en los medios que criminalizan al pobre, al migrante, al huelguista.
Por eso este año, más que nunca, la memoria no puede ser solo conmemoración: tiene que ser combate. Llevaremos a El Mazucu nuestras banderas de siempre —la tricolor, la roja, la negra—, pero también llevaremos otra: la de Palestina. Porque hoy, como ayer, los pueblos son masacrados con el beneplácito de las democracias hipócritas. Hoy como ayer, se bombardean hospitales, se asesina a población civil, se tortura, se reprime. Cambian los uniformes, cambian los mapas, pero el fascismo siempre opera igual: con ocupación, con impunidad, con propaganda.
Y así como no aceptamos la resignificación de los crímenes franquistas, no aceptamos la normalización del genocidio sionista. No se puede defender la memoria del Mazucu y callar ante lo que ocurre en Gaza. No se puede honrar a los que murieron aquí por la libertad y justificar a quienes masacran al pueblo palestino con armas que salen de nuestras fábricas y nuestros puertos.
Este 20 de septiembre, cuando subamos al alto, no solo recordaremos a los que cayeron en 1937. También honraremos a quienes hoy, en Palestina, en el Sáhara, en América Latina, en los barrios obreros de nuestras ciudades, luchan con la misma dignidad. El Mazucu será, como cada año, un punto de encuentro entre generaciones, entre trincheras antiguas y resistencias nuevas. Porque nuestros muertos no solo merecen flores: merecen que sigamos su lucha.
La memoria que no incomoda, que no interpela, que no actúa, es solo folclore. Y nosotros no estamos aquí para celebrar derrotas, sino para aprender de ellas. Para organizarnos. Para continuar. Para decir alto y claro: ni olvido, ni perdón, ni neutralidad ante el crimen. Nos vemos en El Mazucu. Con el ayer que nos empuja. Con el hoy que nos duele. Y con el mañana que conquistaremos.
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